Vuelve a casa, vuelve, por Navidad. ...

Vuelve a casa, vuelve, por Navidad.
Cada año por los días de diciembre, cuando las fiestas se acercan, empieza a escucharse el soniquete de la canción, ya vieja, del anuncio del turrón y uno que es un poquito blandengue, vuelve a enternecerse, o quizá incluso emocionarse, porque esas imágenes de reencuentro las lleva en el fondo del corazón desde el tiempo en que se recuerda.
Y se recuerda también del tiempo en que esos días de reencuentro, de familia, de amor y calor humano, de amistad, se le pasaban en blanco, solo, dolorido y ausente. Al pie del cañón, erguido y la sonrisa apunto, viendo la fiesta a distancia, alegrándose con los otros, poniendo la pena en el corazón, y el corazón en el fondo del pozo del silencio, junto a la nostalgia y el cariño, buscando siempre una caricia perdida, una palabra amable y sincera.
A veces, cuando llegaba un momento de relajo o el sentimiento era demasiado fuerte, se entonaba mentalmente la canción de Machín, (que triste es andar por la vida, por senda perdida, lejos del hogar, sin oír una voz cariñosa que diga amorosa llegó Navidad) y cuando el día terminaba, y solía hacerlo muy tarde, se escapaba un trago, o hasta dos, para celebrar o para olvidar, y luego, entre las sábanas, enviar unos cuantos besos y abrazos a unos y a otras, vía pensamiento, sin esperar respuesta, por si acaso.

Después, los años van pasando, y uno se acostumbra a todo, y endurece a base de palos y se cree inmune, pero cuando sale el anuncio del Almendro,
al pensamiento acude la llegada del tren Expreso a la estación de la ciudad chiquita, y ve desde el tren al que nunca se subió, un andén abarrotado de gente, y entre la multitud, unos brazos de mujer, abiertos, esperando acogerte
entre ellos, y en un abrazo muy fuerte, verte reflejado en los ojos grandes abiertos y llorosos, y en un grito quedo, desgastar la palabra más bonita, ¡Madre!
Y ahora, cuando todo ha cambiado, cuando todo parece de otro color, cuando ves gente que vive estos días como yo los viví, añorando tierra y familia, se me sonroja el alma y apesadumbra el corazón como antaño, y digo, la vida es dura, muy dura y les deseo vuelve a casa, vuelve por Navidad.
Ayer:
La casa grande y vieja, fría toda menos la cocina, porque allí se celebra que es Navidad, la mesa ya está vacía, no fue mucho lo que la ocupó, pero llevaba tanto amor… y luego la reunión de familia, vecinos, amigos, las risas las canciones, quizá alguna copa de orujo. Noche Buena feliz, muy feliz.
Hoy:
Yo, cuando termine la cena, como tantos años, saldré a la calle y miraré al cielo, y si no está nublado, buscaré la estrella de Navidad allá en la bóveda azul, y si no puedo distinguirla me la imaginaré, y miraré también el amplio horizonte por si tuviera la suerte de ver pasar el trineo del Gordo Vestido de Rojo que venga a dejarme un regalo, y además pediré un deseo mirando a las estrellas bajas y frías, un deseo de ventura para todos los que fueron y son y seguirán siéndolo, porque vivos o muertos, siguen estando en mi corazón.

Que os sintáis acompañados siempre, pero estos días especialmente.
Y ya sabéis, que el espíritu de la Navidad anide en vuestros corazones durante todo el año, y dejadle salir, que os hará felices siempre.