De la mano de su madre y bajo el frío de la noche,...

De la mano de su madre y bajo el frío de la noche, aquél niño (9 años) desde el espácio -justo- que su bufanda nó cubría para que los ojos vieran, miró... En el cielo, una luna, brillante parecía sonreirle: la noche de reyes estaba ahí... él (el niño) no sentía el frío que desprendía... la mano de su madre, a su contacto, lo impedía...

El calor de la casa le recibió y la caliente sopa le confortó. Un poco más tarde, no mucho; la cama con su momentánea y obscura profundidad. La cama y su mundo... aquél que le transportaba a sus juegos y a sus deséos. El mundo que había de venir, con los juguetes que "su" Rey Baltasar, le dejaría junto a su cama y que no debía ver, hasta que su madre -llamándole- con aquélla voz gratificante en sí misma, le dijera: ¡"Carlos -hijo- levántate que los Reyes han estado aquí."!

Todo lo demás que siguió, en aquélla mañana del día de Reyes - al niño de 9 años a que me refiero- no le queda en su recuerdo. No había espácio en su incipiente contexto mental, para "digerir" tanta satisfacción y tanta alegría.

Hoy, aquél niño que fué y que no es... recupera, más que el recuerdo, el sentir de aquélla infinita satisfacción interior; procurando "dar lo que recibió". Transmitiéndolo a sus dos nietas y viéndolo en sus ojos cuando -estos- son descubiertos, mirando -junto a los míos- a la luna brillante, espléndida y cargada de esperanzas e ilusiones de "otra" noche de Reyes... de "otro" año... En otro tiempo -lejano- del que fué...

¡Há!... Aquél niño de 9 años que bajo la noche de Reyes -fría- miró la luna y vió su ilusión en élla: Fuí yó...

Saludos y mis deséos de que "muchas" noches de Reyes, iguales a las que intento describir, contribuyan a llenar las vidas de quienes tengan a bién pasar por aquí... Y quienes nó; pués también...