SIN SENTIRSE DON QUIJOTE...

SIN SENTIRSE DON QUIJOTE
Aquel labrador austero, que al terminar su cosecha de vendimia, en el año 1864, y tener unos días sin problemas grandes, decidió sobre su caballo llamado Tiburón, iniciar un viaje, a la capital de España. En su tierra manchega y toledana, no comentó a nadie su aventura, tan solo sus alforjas con algo de comida. El viaje de ida a la ciudad, le llevó dos días enteros, el primer día, durmiendo en una posada en Ocaña, y la segunda jornada, ya en Madrid se alojó en una posada famosa de La Cava Baja, donde daban de comer y beber a los animales, a la vez de poder ponerle herraduras a su Caballo Tiburón. Su paseo por la ciudad, le hizo sentirse libre de ataduras, y su paso por diferentes lugares, le dieron las libertades que él deseaba, sin las ataduras de su esposa, que en su Villa toledana le esperaba. Madrid y su entorno, le parecían geniales, teatros, tabernas y cantidad de tiendas en su Rastro, y calles adyacentes, dedicadas a los apeos agrícolas, donde pudo comprar algunas cosas necesarias, Sus paseos durante dos días por la ciudad, le habrían los ojos, el lujo de una ciudad llena de coches de caballos, con su Tiburcio, digamos que fue para el labrador toledano, un nuevo pensamiento, La Catedral de San Isidro, muy cerca de la posada, donde descansaba su caballo en las cuadras, y el labrador en una habitación curiosa. El dinero que llevaba, lo escondía en su faja, en un bolso interior, para que no se lo quitaran, ya entonces existían descuideros, Aquel hombre después de los dos días pasados por Madrid, de nuevo esta vez más, cargado su caballo, volvió de nuevo a su Mancha toledana. Su caballo Tiburón, parecía estar más contento, y su paso por los pueblos entonces pequeños y agrícolas, como, Pinto, Valdemoro, y su parada en Aranjuez, le hacían pensar sobre lo que la vida le estaba dando, de nuevo volvió al anochecer, a parar en Ocaña, donde en la misma posada que aquellos días había descansado, se sentía más seguro, y al amanecer con la fresca de la mañana, Tiburón y su dueño, como si fuera un Quijote sin escudero, arranco camino de su villa toledana, Villanueva de Alcardete. tierra que hoy en día, es la tercera tierra en producción de vino de España. Su llegada casi anocheciendo, a su casa manchega, era recibido como todo un héroe, sus alforjas llenas de regalos, y sus apeos de labranza resaltaban sobre la montura del caballo Tiburón. Aquel hombre, en su hogar rodeado de su familia, explicaba las maravillas que había podido vivir, su paseo por la calle de Alcalá, poder ver a la Cibeles, y subir hasta el Retiro, aunque no existía entonces La Gran Vía, pudo recorrer andando, las calles centrales, del viejo Madrid, los Barrios de Lavapiés, y Maravillas, pisar la Carrera de San Jerónimo, donde estaban entonces como ahora, Las Cortes españolas, la Plaza del Progreso, y otros lugares entonces famosos, sin olvidarse de La Puerta del Sol. Fue para aquel hombre una experiencia formidable, algunos vecinos al enterarse, le trataban de preguntar, sobre cómo era la vida en aquel lugar tan grande, llamado Madrid. El labrador les decía, es otra forma de vida, pero no tiene la tranquilidad, de poder vivir como nosotros, la vida allí es más deprisa, y sin poderte saludar con tantos desconocidos, dijo el labrador, mi vida está aquí, quiero seguir aquí trabajando, y el día que me toque mi último viaje, que me entierren con mis antiguos familiares. “No quiero ser un Quijote por las tierras de La Mancha”. G X Cantalapiedra. 28 – 5 – 2020.