El móvil del «rey del cachopo» echaba humo la última...

El móvil del «rey del cachopo» echaba humo la última semana.

La juez decretó su ingreso en prisión como presunto autor del crimen de su novia. Él se declaró «absolutamente inocente»

M. J. Álvarez.

Actualizado:

18/11/2018 07:37h.

César Román Viruete, el «rey del cachopo», de 45 años, se proclamó ayer «total y absolutamente inocente» del asesinato de su novia, la hondureña Heidi Paz Bulnes, de 25. Así lo indicó su abogado Javier Notivoli en Zaragoza. No desveló si había o no declarado ante la Policía Nacional, donde fue trasladado al mediodía, para no vulnerar el secreto de sumario. No obstante, sí comunicó lo que el detenido el viernes en la capital maña con la identidad de Rafael Rujano le dijo.

La actitud que mantiene Román corresponde al disfraz que se puso cuando se esfumó de Madrid a finales de julio tras la desaparición de su pareja. «El de la «tranquilidad física y mental y la cordialidad», aseveró su letrado. Tras pasar a disposición judicial, la juez ordenó su ingresó en prisión, comunicada y sin fianza, como presunto autor del crimen.

En la última semana, «el rey del cachopo» supo también mantener la calma. Ninguno de sus compañeros ni de sus jefes notaron en él nada anormal. Y ello, a pesar de las informaciones que apuntaban lo que luego se confirmó: que el cadáver descuartizado que apareció en la nave que tenía alquilada en Usera era el de su novia.

«No estaba nervioso, pero no paraban de enviarle wasaps. Su teléfono móvil pitaba mucho, al tiempo que se multiplicaban sus visitas al baño. Ahí los leía», dice Raquel Contreras, la dueña de Casa Gerardo. Ahí trabajó como ayudante de cocina desde el 10 de octubre, pero a pesar de sus ínfulas y de decir que se había criado entre fogones en Venezuela, «no sabía cocinar; por eso pensamos en despedirle porque tirábamos muchos platos». Raquel ata cabos ahora sobre la actividad del teléfono del que ella conoció como Rafael. «No se le oía hablar. Pero con tanto ir y venir al servicio mi marido le dijo que qué le ocurría. Y él le dijo que le dolía el estómago. Pensamos que estaba enfermo», agrega.

A esta mujer no le encajaba que no tuviera la nacionalidad española tras llevar dos décadas en España. «Nos contó que sus padres gallegos emigraron y tuvieron restaurantes; el último cerró cuando murió el cabeza de familia tras vivir ahí 40 o 50 años». Todo era parte de la mentira que urdió. Su padre, que vive, aunque apenas tiene relación con él, habló con ella y le dijo que, aunque no creía que su hijo hubiera cometido tal atrocidad, «ella hizo lo que tenía que hacer al llamar a la Policía».

El Rafael que ella conoció conservaba el carisma de Román pero ocultaba su carácter violento. Mantuvo la tranquilidad incluso cuando llegaron los agentes para detenerle. «Eran las 11.45 horas. No descompuso el ademán. Tampoco mostró alivio. Actuó como si si alguien a quien espera viene a buscarle», concluyó. Ahora tendrá que ponerse un disfraza que no esperaba: el de reo.