Cadena perpetua para el asesino....

Cadena perpetua para el asesino.

La gente como «Igor el Ruso» no se rehabilita. Su lugar es una celda donde purgar de por vida todo el dolor causado.

Isabel San Sebastián.

Actualizado:

18/12/2017 11:48h.

Una de las mejores cosas que hizo el PP con su mayoría absoluta, altamente desaprovechada en términos políticos, fue sacar adelante en el Congreso un Código Penal que contempla la cadena perpetua revisable para determinados delitos. Ninguno de los partidos presentes entonces en la Cámara quiso apoyar esa medida. La izquierda en bloque se mostró horrorizada ante la posibilidad de mandar a una persona a prisión de por vida, invocando el sacrosanto principio de reinserción, la función rehabilitadora de la pena y demás argumentos al uso cuando se trata de defender los derechos de los delincuentes en perjuicio de los de sus víctimas; lo habitual entre la progresía imperante en nuestros teóricos del Derecho con asiento en escaño o cátedra. También los nacionalistas mostraron su rechazo frontal a esta forma de entender la justicia que, sin embargo, respalda abiertamente una amplia mayoría de españoles, a tenor de las encuestas. Exactamente un 67 por ciento, frente al 18 por ciento que se opone. Hasta ese punto difiere la opinión popular de la de sus presuntos líderes cuando hablamos de sentido común.

La cadena perpetua revisable existe por tanto en España, mal que les pese a algunos, aunque solo se haya aplicado una vez. Si de mí dependiera, Norbert Feher, más conocido como «Igor el Ruso», sería el segundo asesino en beneficiarse de ese tratamiento especial. No soy jurista y por tanto no trataré de razonar en base al ordenamiento jurídico.

Considero, no obstante, que las leyes existen para hacer posible la convivencia entre miembros de una sociedad y que han de atenerse a la lógica. Pues bien, con arreglo a ésta, un individuo como el tal Feher, una bestia despiadada de su catadura, no debería volver a pisar nunca la calle. Ni por justicia, ni por sensatez, ni por prudencia. Su lugar es una celda oscura en la que purgar, día tras día hasta el último, todo el dolor que ha causado y la maldad que le corroe. Gente como él no se rehabilita.

Este monstruo forjado en las guerras de la antigua Yugoslavia llegó a España con un largo reguero de violencia a las espaldas y aquí asesinó hace unos días a tres hombres inocentes: los guardias civiles Víctor Romero Pérez y Víctor Jesús Caballero Espinosa, de 30 y 38 años respectivamente, y José Luis Iranzo, un ganadero de 41. No les dio oportunidad de defenderse. Les disparó a bocajarro, como había hecho en Italia con otras dos de sus víctimas, haciendo gala de la frialdad propia de un depredador sin escrúpulos. Alguien así constituye una amenaza demasiado severa como para ignorarla. Su sitio es la prisión a perpetuidad aquí, sin revisión ni extradición que valgan, entre otras razones porque su presencia en nuestro país obedece a la benevolencia de un juez italiano que lo soltó prematuramente alegando su buen comportamiento en la cárcel. Víctor, Víctor Jesús y José Luis no han vivido para atestiguar la falsedad de esa conversión aparente.

Este artículo me valdrá críticas ácidas, lo sé. Se me acusará de incitar a la venganza e ignorar la capacidad de las personas para cambiar. Pero es que algunas cosas no cambian, si no es a peor. Y las fieras, fieras son. No creo en la pena de muerte porque considero sagrada cualquier vida humana; incluso la de ese depredador sanguinario. Con la misma convicción demando que no vuelva a contemplar la luz del sol.

Isabel San Sebastián.

Articulista de Opinión.