Luz de Adviento....

Luz de Adviento.

Abre tu alma a esta luz de Adviento. Déjate llevar hacia tu propia memoria, hacia el paisaje interior de los afectos.

Ignacio Camacho.

Actualizado:

25/12/2017 10:10h.

Siempre te ha gustado la Navidad. Incluso ahora, cuando te empieza a pesar que cada invierno te arranque hojas del calendario y en la caída temprana de las tardes sientes que lo mejor de tu vida tal vez ya haya pasado. Incluso cuando las ausencias te clavan sus pequeñas agujas de nostalgia en los costados y te transportan al tiempo de inocencia en que la casa familiar convertía el mundo en un lugar seguro, confortable y cálido. Te gusta lo que tiene de refinamiento, de ternura, de piedad, de belleza, de anclaje en la tradición cultural y emotiva de un orden civilizado. Te gusta su simbología afable de sentimientos íntimos, su dulce, acogedora cosquilla de recuerdos gratos. Y si algo te ha dejado de complacer no es la melancolía ni el quebranto sino la extensión de un pensamiento social acomplejado, de una mentalidad líquida que desdeña la esencia de los ritos sacros para construir una fiesta abstracta y como avergonzada de su mensaje, desnuda de creencias espirituales, desdibujada de significados.

Por eso ante esa Navidad sin esperanza y sin misterio debes abrirte camino hacia tu propia memoria, hacia el paisaje emocional que llevas dentro. Hacia los villancicos infantiles que te enseñaron en el colegio, hacia la delicadeza de las manos de tu madre cuando colocaba en el portal de corcho las figuritas del nacimiento, hacia las luces probretonas que alumbraban el pueblo cuando en la madrugada sonaban en la calle las voces destempladas de los campanilleros. Hacia los guantes que protegían tus dedos de los sabañones camino de la misa del Gallo tras la cena en el hogar paterno. Hacia los coloridos christmas de Unicef que traía el cartero, hacia el temblor de la noche de Reyes, hacia las rutilantes cajas vacías que otorgaban un impostado aire de opulencia al abeto. Hacia los años irrecuperables en que tu conciencia se forjaba en el delicado aprendizaje de los afectos.

Deja que vuele tu corazón en ese viaje al interior de tus sueños. Que te lleve a un oratorio de Bach en Saint Germain des Près, a un mercadillo helado en una ciudad de Castilla, a una mañana de museo delante de la Adoración de un pintor flamenco, a la cabalgata en que tus hijos se asustaron al ver de cerca la cara del rey negro. Deja que suene en tus adentros la voz de Sinatra pidiendo que nieve o la de Dietrich evocando con tono marcial al pequeño tamborilero. Recuérdalo todo en estas noches iluminadas en que la cultura, la fe, la liturgia, el humanismo y el progreso nos convocan desde el fondo del tiempo a celebrar en paz el sustrato moral que nos hace seres dignos hasta sin merecerlo.

Abrígate y sal, abre tu alma a esta esplendente luz de Adviento. Ánclate sin tristeza ni remordimientos en tu verdadero ser, en tu historia devuelta como un eco, en la identidad profunda y esencial que te revive esta admirable, divina historia de amor capaz de transformar el universo.

Ignacio Camacho.

Articulista de Opinión.