ERC se queda sola intentado evitar nuevas elecciones....

ERC se queda sola intentado evitar nuevas elecciones.

La parte más radical de JpC quiere elecciones y guerra abierta con el Estado.

Salvador Sostres.

Madrid.

Actualizado:

07/03/2018 09:27h.

Tal como el presidente Rajoy tiene más enemigos en Madrid que en Cataluña, y más en la derecha cancerígena que en la izquierda que lógicamente aspira a sustituirle, los partidos y líderes independentistas se odian más entre ellos que al Gobierno y tanto Esquerra como lo que queda de Convergència están más dispuestos a entenderse con el PSC que entre ellos.

Una parte de Junts per Catalunya, la más radical, extravagante y minoritaria, quiere elecciones para insistir en el bloqueo institucional y en la guerra abierta contra el Estado.

El carril central de Junts per Catalunya quiere gobernar y volver a establecer su trama y su tinglado, pero busca la repetición electoral porque cree que puede arrollar a Esquerra y quedarse de este modo con las carteras más significativas y jugosas del Govern.

Es el viejo oportunismo convergente, que siempre ha jugado a sacar provecho de cualquier escenario. El caso más paradigmático es el de Agustí Colomines, que mientras escribe sus soflamas separatistas en El Nacional, de José Antich –el digital más subvencionado de Cataluña– continúa cobrando un sueldo público como director de la Escuela de Administración Pública de Cataluña, es decir, como jefe de los funcionarios de la Generalitat.

El público independentista está tan dispuesto a dejarse engañar que se traga los panfletos del más aventajado alumno de la aplicación del artículo 155, cuyo grado de compromiso real con la causa independentista puede fácilmente constatarse con su «colaboracionismo», por decirlo con las palabras que los propios secesionistas usan.

Si cuando tocaba aprobar el Estatut cobró de la plataforma que creó con convergentes y socialistas para defenderlo, luego financió con dinero del Palau de la Música –que ha tenido que devolver– la Fundación Catdem (la de la antigua Convergència), que servía para comprar a periodistas y propiciar toda clase de facturas.

Desde que Marta Pascal le dijo que no podía ayudarle a ser consejero de Cultura, Colominas se dedicó a despreciarla y a propagar encendidos elogios de Puigdemont, de quien no hace ni un año iba diciendo que era un «insolvente cateto de provincias».

El tinglado, saber dónde está el tinglado es el modo más eficaz de saber siempre cuál será el próximo paso de la vieja Convergència. Y así, el sector oportunista de Junts per Catalunya está impaciente por volver a organizar su trama en la Generalitat, pero han llegado a la conclusión de que con unas nuevas elecciones podrían barrer a Esquerra y quedarse casi todo el pastel.

Por su parte, la CUP, continúa en su eterna adolescencia de cuanto peor, mejor, mientras quien están en la cárcel o desterrados son los dirigentes de los otros partidos, porque las vacaciones suizas de Anna Gabriel han sido absolutamente voluntarias.

Sólo Esquerra asume, dentro del independentismo, que no existe la llamada «república catalana» y que su proclamación fue una derrota. Los republicanos quieren un Govern serio, fuerte, capaz de atender las necesidades de los catalanes, de recoser Cataluña –tal como ha pedido Junqueras desde la cárcel– y de ampliar la base de un independentismo que –y en ERC esto se acepta sin problema y con el afán de mejorarlo– de momento no es mayoritario.

Salvador Sostres.

Articulista de Opinión.