Hay que gobernarlo....

Hay que gobernarlo.

Da igual lo que diga Pablo Casado, cualquier palabra suya basta para señalarlo como un político de extrema derecha.

Rosa Belmonte.

Actualizado:

31/07/2018 08:25h.

Hablaba el otro día con un amigo de expresiones de toda la vida que ahora nos afearían mandándonos a la isla del Diablo. O a la Fuerteventura de Unamuno. Aunque el exilio de hoy es peor. Carril de sentido único con ceporros mirándote la limpieza de sangre. Lo nuestro era un poco como lo que llevó al concejal Zapata al ostracismo municipal, pero sin chistes burros por escrito. La que más me gustó de sus expresiones (de las de mi amigo) fue «pesa más que un negro muerto». Yo las tenía asquerosas, pero con esas no se despiertan los ofendiditos (por ejemplo, una que sólo he escuchado a la madre de una amiga para expresar de cualquier comida que le gustaba mucho: «Me lo comería en la cabeza de un tiñoso»). Según Pablo Casado «no es posible que haya papeles para todos, no es posible que España pueda absorber millones de africanos que quieren venir a Europa». Una obviedad que no olvida las tragedias humanitarias y cotidianas. «Y como no es posible, tenemos que empezar a decirlo aunque sea políticamente incorrecto». Hombre, políticamente incorrecto es decir hoy de algo que «pesa más que un negro muerto». Que no es por el negro, que ya sería suficiente para los que quitan nigger de Huckleberry Finn, es por el negro muerto (las tragedias cotidianas). Pero lo que plantea Pablo Casado tiene que ver más con que el dinero público sea finito, con que la gente quiera tener pensiones, una sanidad pública decente, cobrar el paro, que hagan y mantengan carreteras, que les pongan un AVE en su ciudad. Cosas así de extravagantes.

Y lo de empezar a decirlo… Celestino Corbacho, ministro de Trabajo del Gobierno de Zapatero, ya lo hizo en 2008: «No estoy a favor de los papeles para todos… [La inmigración] es un fenómeno rápido y masivo y no es neutro. Hay que gobernarlo. Cuando usted entra en un país de libertades y derechos, no sólo goza de esas ventajas, tiene también las misma obligaciones que los demás. Lo que este país tiene lo han conquistado sus habitantes con sus esfuerzo y su sudor, sea un parque, sea lo que sea. Un país, un barrio, una escalera nunca pueden gobernarse con las normas del último que llega». Anda que si Casado llega a marcarse esta parrafada. Bastante con lo que ha dicho. Que si es Trump, que si es Salvini, que si es Orbán...

Al presentar La sociedad multiétnica, Giovanni Sartori atacaba el tercermundismo falsario que unía a la izquierda tradicional con una iglesia llena de absurdo entusiasmo misionero. A saber qué habría dicho Sartori de Salvini. Y Oriana Fallaci. Pero da igual si se trata de inmigración o de cualquier otra cosa. Si Casado habla de ideología de género está en contra de los derechos de las mujeres. Abre la boca y le pasa como en aquella parodia de La escobilla nacional cuando Yolanda Ramos hacía de Belén Esteban y Carlos Latre, de Jaime Peñafiel. El original provenía de un «Deluxe» en el que a Peñafiel se le ocurrió debatir con Belén (bueno, pensemos en otro verbo). Salió escaldado porque casi no le dejó hablar. Ella saltaba dijera lo que dijera. En la parodia, Peñafiel pronunciaba cosas como «lípidos activos» y Belén/Yolanda se tiraba como una loba a refutarle. Cualquier cosa que Pablo Casado, la gran esperanza facha, diga son «lípidos activos» que lo retratan con un político de extrema derecha. Y no hay nada más lógico que lo que decía Celestino Corbacho, que el problema de la inmigración había que gobernarlo. Otra cita de autoridad es el tuitero @lapuntitanamas: «Raquel Mosquera no puede acabar ella sola con todo el problema de la inmigración africana».

Rosa Belmonte.

Articulista de Opinión.