¿Qué esperaba el doctor Sánchez?...

¿Qué esperaba el doctor Sánchez?

El presidente contrajo deudas imposibles de saldar y ahora el socio a quien vendió su alma exige el pago de la factura.

Isabel San Sebastián.

Actualizado:

04/10/2018 05:41h.

Tal vez pensara que su cara bonita y sus aires de galán de teleserie bastarían para cautivar a los separatistas. Conociendo al personaje, es seguro que se dejó llevar por la vanidad hasta el extremo de confundir sus deseos con la cruda realidad tantas veces constatada. El sacrosanto «diálogo» al que ya se encomendaba su alter ego, Zapatero, sería la fórmula milagrosa que resolvería por sí sola los problemas cada vez más graves que amenazan la convivencia entre catalanes y la unidad de la nación española. En su voz, los tributos de apaciguamiento ofrendados en vano por cuantos jefes de Gobierno pasaron por La Moncloa obrarían el prodigio de satisfacer la insaciable voracidad del independentismo y poner fin a su desafío. Él marcaría la diferencia merced a sus dotes de seducción y a la superioridad moral de la que se siente imbuido… ¡Pues no!

Ni la percha, ni el apellido «socialista», ni la palabrería hueca, ni las humillaciones soportadas con paciencia digna de mejor causa, ni tampoco ese doctorado tan sospechoso como clandestino han librado al actual presidente de chocar contra la misma pared de fanatismo con la que se toparon sus predecesores. Ese muro de piedra granítica no se sortea con promesas vanas, sobornos u ofertas de «diálogo» inconcretas, sino que se blinda o se quiebra. Blindarlo supone ceder al chantaje de quienes lo han levantado y violentar la Constitución permitiendo la celebración de un referéndum de autodeterminación. Quebrarlo obliga al Ejecutivo a honrar su deber de cumplir y hacer cumplir la ley, con todas las consecuencias. Es decir, cortando de cuajo los suministros a quienes utilizan los resortes del poder autonómico para traspasar una y otra vez el marco legal vigente en beneficio de sus pretensiones, a costa de pisotear a la mitad de catalanes leales a la democracia. Claro que cortar los suministros a quienes te han aupado hasta la poltrona significa correr el riego de que te echen de ella a patadas, que es exactamente el escenario al que hoy se enfrenta el «doctor» Sánchez.

Nunca debió haber alcanzado el alto despacho que ocupa. Nunca debió haber aceptado el apoyo de independentistas, golpistas, filoetarras y populistas empeñados en romper España. Nunca debió haber aspirado a una posición incompatible con los escuálidos 84 escaños conseguidos por el PSOE en las elecciones generales. Nunca debió haberse escudado en la lucha contra la corrupción cuando su casa estaba hasta arriba de basura. Pero lo hizo. Quiso volar muy por encima de lo que le permitían sus alas, contrajo deudas imposibles de saldar y ahora el socio a quien vendió su alma exige el pago de la factura. También éste, Quim Torra, está cogido por el pescuezo. Los «sacudidores de árboles» a quienes animó a «apretar» le tomaron la palabra y aprietan con violencia en la calle, exigiendo que se cumpla lo pactado; que se proclame la independencia de forma unilateral y salga el sol por Antequera, aunque él acabe procesado.

Tanto Torra como Sánchez tienen lo que merecen. Han alimentado a un monstruo que ahora empieza a devorarlos. Quienes no merecemos lo que tenemos somos los españoles gobernados por un líder pusilánime, tutelado por separatistas, y los catalanes oprimidos por una Generalitat que respalda sin pudor el golpe perpetrado el 1-O. Lo que merecemos nosotros es la oportunidad de hablar libremente en las urnas y poner a cada cual en su sitio. Al frente del Gobierno, a un leal servidor de España. A los rebeldes, en la cárcel.

Isabel San Sebastián.

Articulista de Opinión.