Y Errejón no quiso morir....

Y Errejón no quiso morir.

La partida está aún a la mitad: quedan muchos movimientos.

Ana I. Sánchez.

Actualizado:

22/01/2019 08:12h.

<<Pablo envía a Íñigo a morir a Madrid». Una persona muy cercana al líder de Podemos explicaba así hace un año por qué Errejón no podría moverse como un caballo de ajedrez desde su retirada a la Comunidad central. Un paso al lado, para poder avanzar hacia adelante. «No solo no dará el sorpasso al PSOE, sino que es muy probable que empeore el resultado de 2015. Podemos está tocando suelo en toda España y ya no podrá competir por el liderazgo del partido», se frotaba las manos el mismo. En ese mismo instante, Iglesias hinchaba en público las expectativas del cofundador. «Es un candidato ganador allá donde se presente», proclamaba, preparando el terreno para cortarle la cabeza tras su derrota. Era cuestión de posturear y esperar. Ése era todo su afán. Matarle políticamente. Contagiarle de la caída de Podemos para que nadie pudiera ver en él la respuesta a la crisis del partido.

Un año antes, Vistalegre II había lanzado un mensaje claro: el apoyo a la continuidad de Iglesias era abrumador, pero casi un tercio de la asamblea respaldaba el plan transversal de Errejón. El secretario general no podía laminarle sin alimentar su nociva imagen estalinista. Así que en plena huida de votantes, Iglesias ofreció al que había sido su amigo la candidatura de Madrid para «mancharle» con el declive. Enfrentándole a las urnas en las horas más bajas del partido, anulaba sus opciones de aspirar a liderarlo en el futuro. Vestía de generosidad y perdón una oferta envenenada.

Las maniobras de la cúpula de Podemos desde entonces fueron en una clara dirección: atenazar la autonomía de Errejón y negarle recorrido propio. El último movimiento, el que precipitó el cisma, fue la imposición de Sol Sánchez de IU como número dos de la lista. Justo después de comprobar en Andalucía el mal resultado de la coalición con este partido. A sabiendas de que Errejón es combatiente activo de esta unión. Y saltándose las primarias que situaron a Clara Serra segunda del partido en la Comunidad. Una decisión que a todas luces socavaba las opciones del candidato. Errejón acudió a la marca de Manuela Carmena porque no quería dejarse morir. Y los de Iglesias aprovecharon para lo que querían hacer desde hace tiempo: situarle fuera del partido. Un sacrificio necesario para evitar un futuro jaque al rey.

Pero ¿quién es el rey en este tablero? Pablo Iglesias ha perdido la esperanza de ser presidente del Gobierno y ya no aspira a nada más que a convertir a su partido en una comparsa del PSOE. Hacer oposición le divierte más desde la moción de censura, pero, antes o después, sabe que su retirada es inevitable. Entonces, ¿por qué anular las opciones de un cofundador? ¿solo por testosterona? Quizás porque la pregunta adecuada sea ¿quién es la reina en este tablero? Iglesias quiere asegurar el control del partido para Irene Montero. Y si quiere conseguirlo, tiene que despejarle el camino de rivales. En ello está. Ayer Errejón dejó su escaño. Pero no la formación. La partida está aún a la mitad: quedan muchos movimientos por delante.

Ana I. Sánchez.

Redactora.