Secuestrados....

Secuestrados.

Sea el golpe catalán o los taxistas, la moraleja es la misma: la fuerza de la razón sucumbe ante la razón de la fuerza.

Isabel San Sebastián.

Actualizado:

24/01/2019 00:50h.

Somos rehenes. Peones indefensos en un tablero de juego que ha entronizado la coacción como argumento supremo. Paganos de un sistema aberrante cuyo perverso funcionamiento premia cualquier desafío a las normas mientras castiga sin piedad a quien las acata. ¿Y aún hay quien se sorprende de que ciertas posturas extremas, antaño repudiadas por serlo, resulten crecientemente atractivas a ojos de los ciudadanos? ¡Esto no ha hecho más que empezar!

Las calles de Madrid y Barcelona llevan varios días tomadas por hordas de taxistas furiosos que deciden a su antojo quién circula y quién no, además de provocar disturbios cada vez más violentos. No están en huelga, no. De ser así, se limitarían a no prestar su servicio, lo que reduciría la discusión a tratar de diferenciar entre paro patronal (ilegal) y derecho constitucional a la protesta del trabajador. Lo suyo es otra cosa. En nombre de una santa indignación tan fundamentada o no como la de millones de españoles sujetos a condiciones de competencia similares a las suyas, ellos vuelcan su rabia contra todo lo que se mueve, o, mejor dicho, intenta moverse en vano. Nos impiden llegar a estaciones y aeropuertos, acudir a la oficina o el taller, regresar a casa con la familia. Han secuestrado con total impunidad a la ciudadanía, abandonada a su suerte por unos gobernantes a cuál más cobarde e inepto en las distintas administraciones, confiando en que, a base de presión, quienes deberían pararles los pies se plieguen a pagar nuestro rescate cediendo a sus exigencias. Y lo peor es que, a tenor de los precedentes, lo más probable es que lo consigan.

Si es usted un honrado tendero, puntual cumplidor de sus obligaciones fiscales, deberá enfrentarse desarmado al pujante comercio electrónico, a las grandes superficies y hasta a los manteros que campan a sus anchas por nuestras aceras, distribuyendo mercancía robada. Si es escritor, músico, diseñador o cineasta, verá cómo su creación es pirateada sin riesgo alguno para quien la disfruta. Si es periodista, sabrá lo que ha supuesto para la profesión la irrupción de los digitales gratuitos y de las redes sociales: la caída en picado de unos ingresos ya de por sí modestos. Si es propietario de un medio de comunicación, su lucha desigual se librará contra las grandes plataformas que se lucran distribuyendo contenidos por los que nada han pagado. Si posee un piso «okupado» por intrusos, no se le ocurra tomarse la justicia por su mano. Ármese de paciencia, recurra a los canales oficiales, que al cabo de meses, con suerte, le permitirán regresar a su casa, y olvídese de cobrar por los daños. Ese es el horizonte de un Juan Español cualquiera, sin medios de intimidación a su alcance. Ahora bien, si usted forma parte de un colectivo con capacidad para bloquear el país y voluntad de ponerse el mundo por montera, está usted de enhorabuena. En el actual escenario político, tiene las de ganar. La fuerza de la razón retrocede en todos los frentes, arrollada por el avance imparable de la fuerza convertida en razón.

¿Cuál es la enseñanza del proceso golpista catalán? La más demoledora de las posibles: que quien escupe a la Carta Magna, se cisca en la legislación vigente, se mofa del Estado de Derecho e incita a sus huestes a «apretar», obtiene una financiación extraordinariamente generosa, además de una interlocución privilegiada con el Gobierno, mientras que las comunidades leales, solidarias y competitivas, como Madrid, resultan sistemáticamente castigadas, sea cual sea el partido gobernante. Moraleja: si quiere usted recoger nueces, sacuda el árbol sin miramientos. En el peor de los casos, le saldrá gratis total.

Isabel San Sebastián.

Articulista de Opinión.