¿Capitulación?...

¿Capitulación?

¿Qué hemos hecho para tener estos políticos? Elegirlos.

José María Carrascal.

Actualizado:

06/03/2019 00:11h.

El pacto entre Londres y Madrid contra el fraude fiscal en Gibraltar, negociado y firmado con todo sigilo, algo siempre sospechoso, se parece a los que España tiene con muchos países, el Reino Unido entre ellos, para regular capitales, personas y empresas gravables. Pero que en Gibraltar, con 30.000 habitantes, existan 55.000 sociedades, advierte ya de una severa anormalidad. Si le añadimos que miles de españoles cruzan la Verja a trabajar, o vaya usted a saber, y un número indeterminado de gibraltareños con despacho en el Peñón duerman en mansiones de la Costa del Sol nos percatamos de la dificultad de regularlos. Sin ir más lejos ¿cómo se cuentan los 180 días necesarios para fijar la residencia? Aunque eso es una nimiedad comparado con el riesgo de que tales acuerdos parciales pueden desvirtuar los derechos que España tiene sobre esa Roca, plasmados en el Tratado de Utrecht y en la doctrina de la ONU. En Utrecht, España cedió a Inglaterra la ciudad, su puerto, defensas y fortaleza, «sin jurisdicción territorial alguna», «without any territorial jurisdiction», «sine Jurisdictione quapiam Territoriali», en las tres lenguas, español, ingles y latín, que fue firmado. Aparte de especificar que, si en algún momento, Inglaterra decide dar, vender o enajenar Gibraltar, «España tendrá la primera opción».

Los ingleses intentaron eludir tales compromisos incluyendo Gibraltar en la lista de colonias que la ONU solicitaba a quien las tuviera, seguros de que votaría seguir unida a ellos al autodeterminarse. Pero, tras largo y acalorado debate, la Asamblea General decidió, por su resolución 2.353 (XXII) del 19.12.1967, que la descolonización de Gibraltar tenía que hacerse a través de «negociaciones entre los gobiernos del Reino Unido y España, considerando que toda situación colonial que destruya total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de Naciones Unidas», a lo que sólo faltaba añadir: «reintegrarse en España».

Mi gran temor es que, con acuerdos parciales como el que comento y otros parecidos, en los que se obvia tal doctrina, estemos vendiendo la primogenitura sobre Gibraltar por un plato de lentejas. Aparte de que Gibraltar seguirá viviendo del contrabando y del blanqueo de dinero que le granjean la tercera renta per capita del mundo, ya sin el estigma de paraíso fiscal, lo que le facilitará ampliar su influencia en el entorno, que tiene semicomprado. Ojalá me equivoque, pero medio siglo siguiendo de cerca el contencioso me ha enseñado que los ingleses nunca cumplen su palabra, mientras nosotros, por ignorancia o polítiqueo, se lo allanamos. Es significativo que Picardo aplauda el acuerdo y que Borrell se felicite de que sea «el primer Tratado internacional entre España y Reino Unido sobre Gibraltar desde el Tratado de Utrecht». Mejor seguir en él no vaya a ser que con el Brexit, en vez de recobrar Gibraltar, lo perdamos definitivamente. Aunque comparado con Cataluña es una insignificancia. ¿O es lo mismo? ¿Qué hemos hecho para tener estos políticos? Elegirlos.

José María Carrascal.

Articulista de Opinión.