Catasalida....

Catasalida.

Brexit y separatismo catalán siguen la misma estrategia: mentiras, intoxicación xenófoba, propaganda, dispendio e improvisación suicida.

Isabel San Sebastián.

Actualizado:

28/03/2019 00:12h.

Si prescindimos del aspecto delictivo de la cuestión y nos centramos en el camino seguido, nada se parece tanto a la actuación de los separatistas catalanes como la estrategia utilizada en el Reino Unido por los impulsores del Brexit, desencadenado por el fascista Nigel Farage y culminado por un inconsciente David Cameron: mentiras deliberadas, intoxicación xenófoba, propaganda capciosa, dispendio multimillonario e improvisación suicida, derivados hoy en un callejón sin salida. Ninguno de esos caudillos se ha quedado a lidiar con los desastrosos resultados de su gestión. Todos han huido de la vida pública, como harían los mesías de la república amarilla en caso de llevarnos al abismo logrando el objetivo que ansían.

Londres albergó el pasado sábado una manifestación masiva que expresaba esperanza y frustración a partes iguales. Yo estaba allí en familia, a los pies de Winston Churchill merecidamente inmortalizado en bronce frente al parlamento de Westminster, preguntándome si Barcelona no terminará acogiendo, en breve, una marcha semejante. La protesta indignada de los sectores más pujantes de la sociedad, los más emprendedores, los más cosmopolitas, contrarios a dejarse conducir al matadero por un puñado de incapaces carentes del menor escrúpulo. Estaba allí, contemplando ese desfile de gentes clamando por otro referéndum, por una oportunidad de enmendar el gigantesco error cometido, y diciéndome a mí misma lo letal que puede llegar a ser el fruto de la demagogia cuando su simiente envenena la tierra abonada por la circunstancia del momento. Eso es exactamente lo que sucedió en Inglaterra hace dos años y podría repetirse pronto en Cataluña, si nadie lo remedia. Que la conveniencia bastarda de unos cuantos iluminados, movidos por el anhelo de poder y los prejuicios supremacistas, acaben provocando un terremoto de consecuencias irreparables.

En el Reino Unido la ocurrencia de Farage fue secundada por Cameron sin otro propósito que fortalecer su posición dentro del partido conservador, ante la pasividad cobarde del laborista Corbyn, con el desenlace fatal de todos conocido. Falsearon los datos a fin de convencer al pueblo de que la UE resultaba terriblemente gravosa para los británicos y prometieron que la salida del club se produciría siguiendo los dictados de Londres, con enormes beneficios para ellos. Les engañaron miserablemente. Ahora nadie sabe cómo materializar ese divorcio a cara de perro que, incluso en el mejor de los casos, les va a costar una fortuna.

Cambien el Reino Unido por Cataluña y Unión Europea por España y quedará dibujado el escenario resultante de la «consulta» que exigen Puigdemont, Torra, Junqueras y compañía. La demanda interminable y falsaria cuya explicación radica en que esa reclamación machacona, ese victimismo estéril es su única razón de ser, el alfa y omega de su programa. Al igual que Farage, desprecian todo lo que viene «de fuera» y propagan burdos embustes referidos a las ventajas derivados de romper o el grave perjuicio inherente a permanecer unidos. Y a semejanza de Cameron, tienen en Pedro Sánchez a un valedor lo suficientemente ambicioso como para darles cuartel hasta donde haga falta con tal de prolongar su uso y disfrute del falcon. Solo cabe esperar que nadie desempeñe aquí el papel de Corbyn y la oposición actúe como un auténtico dique de contención haciendo valer los resortes contenidos en la Carta Magna. Sería más deseable que el electorado español aprendiera en cabeza ajena e impidiera la ocasión evitando la oportunidad, pero, a tenor de las encuestas que auguran una holgada victoria socialista sobre una derecha fragmentada en contra del interés nacional, está claro que pedir cordura es pedir un imposible.

Isabel San Sebastián.

Articulista de Opinión.