VIVIMOS COMO SUIZOS....

VIVIMOS COMO SUIZOS.

Por encima de los chistes.

A Ortega Lara no lo puede humillar una gracieta que, además, no tiene pretensión de ofender.

Rosa Belmonte.

Actualizado:

09/04/2019 00:29h.

Aun hombre que ha estado secuestrado en un zulo 532 días no le pueden humillar con un chiste. Cristina de Suecia se hizo construir un cañón de quince centímetros con diminutas balas de hierro que se guarda en el Museo del Ejército de Estocolmo. La reina Cristina, tan lista, tan alumna de Descartes, quería matar pulgas a cañonazos. Las cabezas. Ortega Lara es una víctima verdadera. Su sufrimiento sí es fuente de autoridad moral, no como el de algunos mamarrachos. Y ese sufrimiento le hace estar por encima. No va a venir un humorista a derribarlo con chistes sobre cajas y lofts que lo único que pretenden es hacer gracia, la hagan o no. No voy a ir con la tabarra de los límites del humor. No existen. En este caso existe el artículo 578 del Código Penal. A propósito de los chistes de Guillermo Zapata sobre Irene Villa, el juez Pedraz creyó que lo del cementerio de las niñas de Alcasser y los repuestos no integraba ni una conducta especialmente perversa ni se daba el dolo específico ni se había humillado a la víctima (la ausencia de humillación la certificaba la propia Villa). Era humor negro. Según Pedraz, perseguir esos comentarios podría generar una tendencia contraria a la libertad de expresión y una amenaza para los principios y garantías del Estado de Derecho. Es verdad que a Cassandra Vera la condenó absurdamente la Audiencia Nacional. Pero la absolvió el TS.

Movistar + retiró el programa de «La resistencia» donde se contaban los chistes sobre Ortega Lara. Hay una especie de efecto Streisand con estas cosas. Tras la denuncia de Dignidad y Justicia y la retirada del espacio por la empresa ya que, dice, no se ajusta «a los principios de Movistar+», lo ha visto una cantidad de gente que ni se habría enterado. Dice David Broncano de Iggy Rubín (el cómico) que «no se puede ser mejor persona». No lo conozco pero me lo creo.

Lo más molesto en supuestos como este es la matraca de la libertad de expresión. De la falta de libertad de expresión. Vamos, anda. Por saltarme al cansino Franco, no hay más que acordarse del derecho a escribir mal que Isaak Bábel invocó en 1934 en el Primer Congreso de Escritores. Sobre el derecho a escribir mal depende el derecho a escribir. Sin salir de esa siniestra URSS, Anna Ajmátova. Tiene narices que Stalin estuviera tan interesado por la poesía y siguiera las actividades de Ajmátova. También le gustaba Walt Whitman. Cuenta Martin Puchner en «El poder de las historias» (Crítica) que ser objeto de la atención de Stalin era un arma de doble filo. Por un lado, pudo escribir a Stalin para suplicar por la vida de su hijo detenido en 1935 (fue liberado). Por otro, su capacidad de escribir y publicar estaba restringida. Así que Ajmátova fue memorizando su famoso poema «Réquiem» (hablaba de mujeres y madres acudiendo a diario a las puertas de la prisión para ver si sus seres queridos estaban vivos o muertos). Lo memorizaba ella y sus amigas más íntimas. Ajmátova hacía continuas revisiones y se aseguraba de que las otras recordaran la versión actualizada. Eso son amigas. Hasta 1963 no se editaría «Réquiem» por primera vez. Y en forma de tamizdat, una especie de autopublicación de la era pre-Gutenberg, como Ajmátova llamaba a aquel periodo. Ajmátova se lo recitó antes a Solzhenitsin. El que dijo a Íñigo que qué íbamos a tener aquí una dictadura. Benet prefería verlo en el gulag. Lo último. «El Mundo Today» tituló ayer: “Movistar Plus retira de su catálogo «A dos metros bajo tierra» por si puede ofender a...». Ya saben a quién. Demonios, los humoristas no son los malos.

Rosa Belmonte.

Articulista de Opinión.