El moderado Sánchez....

El moderado Sánchez.

Cuando leo que el timo de la estampita aún funciona, pierdo la esperanza.

José María Carrascal.

Actualizado:

17/04/2019 00:20h.

Como aquellos personajes de nuestra novela picaresca que cambiaban de oficio en cada capítulo -tomo la metáfora de Ortega-, Pedro Sánchez ha cambiado de papel, ahora va de moderado, de prudente, de sensato, de apaciguador. Como Chamberlain en Múnich intentando apaciguar a la fiera nacionalsocialista, se disfraza de mensajero de la paz y el honor, a base de gestos, sonrisas y omisiones cómplices. Pero a la fiera nazi ese proceder, en vez de apaciguarla, la excita, y pide más. Es como, en vez de paz y honor, Chamberlain tuvo guerra y vergüenza, como le anunció Churchill. Aunque hay una importante diferencia entre ambos personajes: Chamberlain creía en lo que decía. Sánchez no cree en nada excepto en cómo mantenerse en la cumbre, sin importarle medios ni personas. Ello le ha llevado a verdaderos desastres, como, al evitar ser defenestrado con una votación tras un biombo, fue descubierto y salió por la ventana. Pero también es verdad que nunca se rinde, y se puso a trabajar la militancia para resurgir rugiente, recuperando el liderato. Y no sólo eso, sino que se alzó con la presidencia del Gobierno por la puerta trasera del Congreso y La Moncloa. Quien le subestime se expone a las más desagradables sorpresas.

Ahora intenta captar a esa ancha masa de indecisos que no hace más que crecer según nos acercamos a las urnas, en vez de disminuir, como sería lógico. Sin hacer distingos entre seguidores de Podemos, Ciudadanos, PP e incluso Vox, gentes que no acaban de sentirse a gusto con ninguno, ofreciendo algo tan elemental como moderación, solidez, sosiego, confianza. Justo lo contrario que es, pues no hay candidato más impredecible, menos sólido, más sinuoso, menos de fiar, como demuestra a diario eludiendo el problema catalán, ignorando el tema indultos, evitando ruedas de prensa, buscando el apoyo incluso de sus grandes enemigos, como ha hecho con Vox, al incluirlo en el único debate televisado que ha aceptado, con la esperanza de que Abascal destruya a sus rivales más peligrosos, Casado y Rivera. Sin ofender nunca a quienes le llevaron a La Moncloa, los independentistas, dejando a alguna de sus sacerdotisas criticarles.

Naturalmente, puede salirle mal. Es demasiado primitivo, grosero, obsceno, y esos indecisos que corteja, el 28 de abril, furiosos, pueden enviarle a casa o quedarse en la suya. Pero hay demasiadas variables y queda todavía una semana larga, en la que puede pasar de todo, desde errores garrafales al regreso del sentido común, ausente hasta ahora en la campaña. Bastaría pensar que Sánchez ha llevado el nacionalismo catalán al paroxismo y revivido el más sangriento nacionalismo vasco, como acabamos de ver en Rentería, para saber con quién nos estamos jugando no sólo la hacienda, sino también la vida. Pues ETA sigue viva, no en los zulos, sino en los parlamentos Y cuando leo que el timo de la estampita aún funciona, pierdo la esperanza. Sólo me consuela que España se ha visto en peores situaciones, y existe todavía.

José María Carrascal.

Articulista de Opinión.