Hace falta ser miserables....

Hace falta ser miserables.

Cuando Fraga les arrollaba en las urnas no había lo que ahora dicen tener para atreverse a promover una moción así.

Ramón Pérez-Maura.

Actualizado:

08/05/2019 00:25h.

España fue un ejemplo para el mundo entero de cómo hay que hacer una transición de la dictadura a la democracia. Recién caído el Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 los ojos de los pueblos que se habían liberado del yugo soviético y de otros comunismos buscaban en España una explicación de cómo lograr lo que nosotros habíamos conseguido. Recuerdo muchas conversaciones con Gabriel Cisneros, padre de nuestra Constitución, contándome sus viajes por Europa dando conferencias y participando en coloquios para explicar cómo hacer una reforma. Le desesperaba el caso de Yugoslavia donde veía que el socialismo mezclado con el nacionalismo iba a llevar inevitablemente a la guerra. Como así fue. «Eso sí, sigue siendo un país maravilloso: ¡Te dejan fumar en todas partes!», se reía Gaby.

España fue un ejemplo para el mundo porque desde dentro del régimen franquista se promovió la reforma. Para empezar, porque Franco restauró la Monarquía en la persona de Don Juan Carlos después de haber creado unas condiciones que hacían de la designación del sucesor una Monarquía electiva sometida a su exclusiva voluntad. Esa designación fue posible, en buena medida gracias a la labor de Laureano López Rodó, comisario del Plan de Desarrollo entre 1962 y 1973, la mayor parte del tiempo con rango de ministro, y posteriormente ministro de Asuntos Exteriores. Como cuenta con datos incontestables en su libro «La larga marcha hacia la Monarquía» (Barcelona. Noguer, 1977) desde dentro del régimen se procuró la reforma para llegar a la democracia. Igual que lo hizo Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo entre 1962 y 1969 que fue uno de los promotores del cambio desde dentro. Fraga reforzó esos méritos con muchos otros hechos bien conocidos. El más relevante de ellos, sin duda, fue el de conseguir llevar a la derecha democrática a casi todo el franquismo. La Falange se diluyó como un azucarillo y el propio Fraga fue uno de los siete padres de la Constitución de 1978. Por si eso fuera poco, entre 1990 y 2005 ganó cuatro veces la Presidencia de la Junta de Galicia con mayoría absoluta y una quinta sin ella lo que sirvió para que el socialismo y el nacionalismo, siempre tan bien avenidos, en Belgrado como en Compostela, lo desalojaran del poder.

Pues los méritos de Fraga y López Rodó son insuficientes para sobrevivir al sectarismo del Bloque, de Marea Atlántica -disfraz de Podemos en La Coruña- y el propio PSOE. Los tres partidos han aprobado una moción que insta a revocar el título de «hijo adoptivo» que la ciudad concedió a ambos en su etapa de ministros del general Franco. Y ahí estaba el voto del PSOE de Sánchez también. Hace falta ser miserables y cobardes. Cuando Fraga les arrollaba en las urnas en plena democracia, no había lo que ahora dicen tener para atreverse a promover una moción así. Y había exactamente la misma libertad que hay hoy para intentar sacarla adelante. Una vez más, demuestran con los muertos la valentía que les falta con los vivos.

España es hoy una democracia porque hombres como Fraga y López Rodó buscaron hacer un cambio moderado (Reforma Democrática se llamó el partido que fundó Fraga en 1976). Y aunque sea políticamente incorrecto decirlo, Franco se murió en la cama sin apenas protestas porque la terrible dictadura que nos pintan ahora no fue tal. Por más que hogaño nos digan hasta que el levantamiento de los madrileños el 2 de mayo fue contra Franco.

Ramón Pérez-Maura.

Articulista de Opinión.