CAMBIO DE GUARDIA....

CAMBIO DE GUARDIA.

Salteadores celestes.

¿Ministro o nada? Pues nada. Y elecciones. Después será menos que nada.

Gabriel Albiac.

Actualizado:

11/07/2019 00:24h.

Tomemos cierta distancia de esta farsa política en la cual se nos acuna desde hará pronto cuatro años. Y disfrutemos del espectáculo -malo, pero espectáculo- que se nos brinda. Algunos de sus excesos son, al menos, divertidos. Vox y Podemos, por ejemplo. Si, en plano corto, ambos exhiben feroces incompatibilidades, la panorámica permite ver en sus movimientos la hilarante sincronía de los idénticos gemelos. Enemigos, sin duda; pero iguales. Variedades enloquecidas de un universal tacticismo.

Y es que, en la política actual, la táctica lo es todo. Nada, la estrategia. Por la sólida razón de que las estrategias se elaboran ya por completo al margen de eso que un día llamamos Estado-nación. Son diseñadas lejos, en el nudo de poderes materiales sin fronteras que fijan líneas maestras, sin someterse a las cuales un país estará necesariamente muerto. En el caso de la UE, ese intercambiador de grandes flujos de potencia tiene oficina en Bruselas. Su escena visible es la Comisión Europea. Aunque lo que hay detrás sea de más envergadura y, en consonancia, no posea ni rostros ni nombre; sólo la dura constricción de una economía continental al borde del despeñadero.

Las estrategias nacionales no existen. Ni en lo económico ni en lo político. Están dictadas. Y pobre de aquel que, como la Grecia de Varufakis, tenga la estúpida arrogancia de desafiarlas. Esa inexistencia da a los artistas de lo puramente táctico una baza de oro en los gobiernos nacionales. Y bien es cierto que nada hay más ajeno a un hombre de Estado que un barajador de tácticas. Pero es que, en las naciones europeas de este primer cuarto del siglo veintiuno, no hay ya Estado nacional en sentido propio. Cuando ni siquiera lo hay aún del todo en la Unión Europea misma.

Sobre esa base, puede esgrimirse, con amplias posibilidades de éxito, un tacticismo cínico pero hábil: éste del tirando a desvergonzado Doctor Sánchez. Frente a él, un tacticismo pasado de retórica pero que tiene su público y suena moderno: el de Rivera. Y un tacticismo discreto y con pretensión de invisible, eficaz aunque antiguo -o eficaz por antiguo-: el de Casado. Estratosféricamente fuera de toda realidad, quedan dos delirios tácticos bajo disfraz milenarista: Vox y Podemos. Su lógica es la de un oxímoron: no hay milenarismo -trascendente en la señora Monasterio, secular en los señores Montero e Iglesias- que no se vea forzado a desplegar, en formación de gala, las grandiosas estrategias que llevan de cabeza al paraíso. Sea allá arriba o bien sea aquí abajo: sea Vox quien lo invoque o sea Podemos. Ore por él Monasterio u ore Montero.

Cuando el tacticismo se disfraza de estrategia, no hay frenada verosímil: no puede haberla, porque ninguna táctica es nunca suficiente a aquel que ha prometido salvación a los suyos. Y cada migaja obtenida debe ser sólo promesa de un festín celeste. A eso asistimos. En el gobierno de la nación, Sánchez le tomó la medida a los delirios del tan infantil Iglesias. No tiene más que mantenerse inmóvil y ver cómo naufraga un megalómano que ni siquiera planificó su línea de repliegue. ¿Ministro o nada? Pues nada. Y elecciones. Después será menos que nada. En el Gobierno autónomo de Madrid, Casado y Rivera aguardan, con estoicismo de jugador de póquer, que el asalto a los altares de Monasterio acabe en las catacumbas. Vendrán elecciones luego. Con un electorado francamente mosqueado. Vox será barrido, más que verosímilmente. Y vuelta al cero.

¿Se burlan de nosotros? Para eso estamos.

Gabriel Albiac.

Articulista de Opinión.