Sí claro Ignacio Camacho. Articulista de opinión partidista....

UNA RAYA EN EL AGUA.

¿Y si...?

Si Podemos se abstuviese y los separatistas votasen a Sánchez sería un escándalo superlativo. El éxito como castigo.

Ignacio Camacho.

Actualizado:

18/07/2019 04:57h.

Aunque Iglesias dé su brazo a torcer in extremis -condición necesaria pero no suficiente en el razonamiento escolástico- y renuncie a ser ministro, la investidura dependerá en última instancia del separatismo. En el argumentario presidencial, la culpa será de Ciudadanos, que ha renunciado a impedirlo, pero la realidad es que ya sucedió con la moción de censura sin que el candidato pusiera el más mínimo reparo ni observase en ello ningún conflicto. Los nacionalistas, ahora volcados en la ruptura, siguen siendo determinantes tras la recomposición del sistema de partidos porque los socialistas los contemplan como una parte natural de su entorno político. El bloqueo a Rajoy de hace tres años, el célebre no-es-no, se basaba, de hecho, en la inclusión del soberanismo como parte esencial del proyecto alternativo; Sánchez nunca ha tenido escrúpulos en ese sentido. El largo postureo de estas semanas tiene como objetivo aparentar que buscaba un consenso distinto aunque el patrón multipartito ha sido su opción preferente, la única en realidad, desde el principio. Así lo prueba la declaración de Podemos como socio prioritario, pese a que juntos les faltan once escaños: componen la cabeza, el tronco y las piernas del modelo Frankenstein pero necesitan los brazos.

Hasta ahora, sin embargo, la colaboración prevista se limitaba a una abstención a la que el Gobierno se declararía ajeno, pese a que Adriana Lastra fue enviada a explorar/negociar la postura de Esquerra y recibió por respuesta un tranquilizador «no bloquearemos». Pero el emperre de Iglesias plantea la posibilidad de que el nacionalismo ejerza con su apoyo directo y explícito el papel de árbitro casero. Si el que se abstiene al final resulta ser Podemos, bien por no coincidir con la derecha o por la improbable pérdida del referéndum interno, el eventual voto afirmativo de los golpistas catalanes podría decidir en el último momento. Y Sánchez se encontraría en la surrealista, flagrante e incomodísima evidencia de deber su elección a los testaferros de ETA y los reos del Supremo. ¿Difícil? Mucho. ¿Imposible? En absoluto. Ya lo votaron una vez, sin que el beneficiado se quejara, por cierto, y nada les impide volver a hacerlo.

De los independentistas, por divididos que estén, se puede esperar cualquier cosa que les sirva para trolear a España y colocar al Estado en situación contradictoria. La hipérbole del absurdo, la esquizofrenia barroca, el retorcimiento de la paradoja hasta los límites de la lógica, siempre resulta para ellos una tentación seductora. Una jugada de esta clase dinamitaría la legislatura en su mismo inicio, dejando al presidente políticamente inhabilitado por un escándalo superlativo. Se trata sólo de una hipótesis casi extravagante pero debe de producirle escalofríos. Y sólo sería la consecuencia extrema de su arriesgado ejercicio de funambulismo: el éxito como castigo.

Ignacio Camacho.

Articulista de Opinión.

Sí claro Ignacio Camacho. Articulista de opinión partidista.
Para ser exactos les faltaba la definición perfecta.