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POSTALES.

La exterior, también.

Sánchez parece decidido a cambiar la política exterior en la línea de una izquierda que impugna nuestra historia.

José María Carrascal.

Actualizado: 16/02/2020 00:06h.

Que Pedro Sánchez acapararía la política interior se suponía, dado su afán de poder y ansias de controlar todas las decisiones de sus ministros, pero que asumiese, además, la política exterior es tan nuevo como peligroso. Primero, por regirse por criterios muy distintos a la interior. Luego, por subordinarla a ésta, fórmula casi segura de equivocarse. Como está ocurriendo.

La política exterior de un país viene condicionada por su situación geográfica, sus recursos naturales y su potencial demográfico. No puede ser la misma la de una isla que un estado sin acceso al mar, si nadas en petróleo o no lo tienes, con mil millones de habitantes o sólo unos pocos. Algo de cajón, como que la historia es un producto de la geografía mucho más de lo que suponemos. De ahí que mantener una línea de continuidad y consenso sea el primer mandamiento de la política exterior para gozar de respeto y tener posibilidades de éxito.
Pedro Sánchez, sin embargo, parece decidido a cambiar la política exterior española en la línea de una izquierda que impugna nuestra historia y pretende buscarle nuevos derroteros. Como si fuese tan sencillo. Sánchez empezó colocando al frente del ministerio a una técnica comercial, Arancha González Laya, despreciando a diplomáticos bien preparados y políticos con experiencia en la tarea. Como era de temer, en sus primeras declaraciones sobre Gibraltar ha dicho lo que viene diciendo Picardo: «Debemos adaptar la soberanía al siglo XXI y reforzar los lazos en ese territorio», lo que significaría ampliarle el espacio que le falta en el Peñón. Goodbye Gibraltar end its Campo forever.

A Sánchez le chifla moverse por el exterior, posiblemente por creer que puede engañar a todo el mundo como a los españoles. Uno de los primeros proyectos del ministerio fue rebajar la importancia de Iberoamérica, un pilar de nuestra política interior y exterior. Al darse cuenta del tremendo error, ahora dice que se la mantendrá como Secretaría de Estado, aunque con regiones africanas, americanas y asiáticas. El caso Venezuela es paradigmático y eso que conocemos sólo la punta, como de un iceberg. Sabemos a qué vino Delcy; a advertir que no se recibiera a Guaidó y se le degradase. Orden cumplida. Pero falta saber el contenido de sus 40 maletas que recogió su embajada. Pues el dinero chavista ha interpretado un importante papel en la política española y ésta no fue una cita escabrosa. Mientras en Europa hemos desaprovechado la oportunidad de ocupar el hueco británico para unirnos al eje franco-alemán, dejándoselo a Polonia, y que nos descuelguen del nuevo caza-bombardero europeo. Por último, con Estados Unidos ha habido no ya distanciamiento, sino confrontación en temas tan sensibles como las exportaciones española y las bases USA en España. Trump ha invitado a los Reyes, seguro que para mostrarles su preocupación. Pero a quien tendría que invitar es a Pedro Sánchez para preguntarle si, en pleno siglo XXI, va a convertirse en algo tan rancio como un «no alineado». ¿O, mejor, invitar a Iván Redondo?

José María Carrascal.

Articulista de Opinión.