EDITORIAL....

EDITORIAL.

Díaz o la disolución de Sumar.

Los integrantes de IU, Más Madrid, Comunes o Compromís distan mucho de ser homogéneos. sin un liderazgo que los aglutine, la mayoría de Sánchez se hace aún más inestable

EDITORIAL ABC.

Tras los decepcionantes resultados en las elecciones europeas, Yolanda Díaz ha decidido abandonar el liderazgo de Sumar, la plataforma con la que intentó aglutinar las distintas formaciones políticas situadas a la izquierda del PSOE. Aunque la ministra de Trabajo seguirá, por el momento, al frente de su cartera y ejerciendo como vicepresidenta segunda, todo apunta a que la trayectoria política de Díaz está llegando a su fin. Los tres escaños obtenidos en los comicios del pasado domingo dan cuenta del agotamiento de una fórmula que siempre resultó ambigua y que nunca llegó a generar un rendimiento político tangible. La jefatura de Yolanda Díaz fue decretada en el año 2021 por Pablo Iglesias, quien la nombró sucesora en el liderazgo de su espacio político aunque su gestión nunca se sometió a un escrutinio real de militancia alguna.

Afiliada al Partido Comunista y partidaria confesa de líderes totalitarios como Hugo Chávez, la vicepresidenta, a pesar de contar con una elocuente hemeroteca, intentó dulcificar las formas y la agresividad de los de Iglesias y ensayó un nuevo tono emotivista con el que quiso actualizar las fórmulas clásicas de la izquierda. Aquella apuesta retórica duró poco y resulta significativo que en su fase final desde Sumar se haya acabado privilegiando, nuevamente, el tono bronco y por momentos soez, como quedó claro en el lema de esta última campaña electoral. Las maneras populistas de inspiración kirchnerista, o incluso peronista, formaron parte del capital político de Díaz. Prueba de ello es que su logro más visible fue una reforma laboral que conservaba en lo esencial la que en su día aprobó el PP y que consiguió validarse en el Congreso por un error material del diputado popular Pablo Casero. En todo lo demás, la aportación de Díaz fue meramente instrumental para el PSOE, lo que llegó a alertar a CC. OO., uno de los apoyos originales de la ministra de Trabajo.

Sin Yolanda Díaz, su grupo parlamentario está condenado a la disolución. Los intereses de Izquierda Unida, Comunes, Más Madrid o Compromís distan mucho de ser homogéneos y en ausencia de un liderazgo robusto es previsible que las diferencias comiencen a resultar determinantes en cada votación. Es más, una vez que el PSOE ha abandonado la centralidad política y se ha lanzado a conquistar votos a su izquierda e incluso entre los nacionalistas, las distintas siglas de Sumar estarán obligadas a diferenciarse si no quieren acabar condenadas a la más absoluta irrelevancia y fagocitadas por los socialistas.

La derrota en las pasadas elecciones del Partido Socialista y de los partidos que componen su bloque de Gobierno ya comienza a tener consecuencias. Recordemos que el primer fracaso de Sánchez en el Congreso estuvo provocado por el voto de castigo con el que los diputados de Podemos (tras ser expulsados al Grupo Mixto) tumbaron uno de los decretos ley promovidos por los de Yolanda Díaz. La fragmentación de Sumar se verá forzosamente agravada, pues donde había una plataforma electoral sometida a disciplina de voto a partir de ahora sólo existirá una pluralidad de siglas no exentas, de intrigas internas. El «somos más» con el que Sánchez celebró su magro resultado del 23-J es un lema cada vez más extravagante. Lo que nadie puede prever es cuánto tiempo querrá perpetuarse en el poder el presidente en una circunstancia de permanente provisionalidad en la que, a buen seguro, sólo podrá legislar mientras siga accediendo a satisfacer los chantajes de sus socios. Y puede que ni siquiera.