COLGADO DE LA BROCHA...

COLGADO DE LA BROCHA

Después de toda una semana de lanzar órdagos, llegada la hora del tapete del pleno del Congreso, resulta que el señor Casado se revela jugador de chica y, por ende, perdedor de mus. Mucha fanfarronada, mucho improperio, mucho vocerío de jugador de taberna, jarra de vino malo, colilla de picadura en boca y estaca de avellano en rodillas para a la postre mostrar que solo llevaba un triste pelete. “Cuatro, cinco, seis y siete” que le dejaron colgado de la brocha.

Si no fueran por lo canalla, los pataleos del señor Casado en el pleno para aprobar una nueva prórroga del pasado miércoles serían dignos de una comedia de cine mudo, ya saben, esas tan divertidas y un tanto crueles en que todo son caídas, golpes y porrazos. Porque el señor Casado, agarrado con desesperación a la brocha de su crítica urbi et orbi a la gestión del gobierno PSOE/UP, daba patadas a diestro y siniestro como ahorcado que ansía oxígeno pugnando por caminar en el aire.

Como elefante que entra en cacharrería, el señor Casado no dejó plato de loza, ni medida gubernamental, jarrón de porcelana ni plan del ejecutivo, sin pisotear con desatada furia hasta hacer pedazos.

Y para más inri y regodeo, una vez convertido el establecimiento en una mar de añicos, el elefante se hace ratón y con ínfulas de búho sabio y sereno anuncia que su grupo no votará el “No” que todo Quijote Sánchez y todo Iglesias Panza se merecen, sino que se abstendrá debido a los cambios introducidos en la prórroga del estado de alarma a consecuencia de las negociaciones del ejecutivo con el PNV.

Pero señor Casado ¡alma de cántaro!, ¿entonces por qué no negoció usted también?

¡Ay, señor Casado! Usted recuerda al niño que marca una raya en el suelo y proclama envalentonado de aquí no pasas, y entonces el retado va y pasa, y el niño Casado va y hace otra raya.

¡Ay, señor Casado! Usted ha cometido tres graves errores: primero, no estar a la altura de sus propios órdagos; segundo, dejarse llevar por una oposición apocalíptica en tiempos de gravísima crisis en vez de optar por una oposición propositiva; tercero, confundir los tiempos políticos y querer quemar etapas demasiado rápido.

¡Ay, señor Casado! Las prisas por poner su pica en La Moncloa son malas consejeras y en vez de esperar a que la crisis cociera ella solita al gobierno usted ha prendido un fuego que acabará quemándolo, pues es demasiado pusilánime para ser pirómano del todo, y en exceso timorato para ser aprendiz de bombero.

¡Ay, señor Casado! usted se está quedando fuera de juego y todo por su miedo a VOX y por su sumisión a Aznar, esa madrastra mala que no cesaba de mirarse e interrogar al espejo.

Marisa del Campo.