6.- La sexta tensión es con las comunidades autónomas...

6.- La sexta tensión es con las comunidades autónomas gobernadas por partidos diferentes al del Gobierno central y que están generando disfunciones de todo tipo por, primero, mantener la presión y la crítica contra el Gobierno de la nación en unos momentos como estos, y, segundo, por hacer prevalecer el principio de autonomía por encima del interés general. Es el caso, por ejemplo, de los dos aviones fantasmas que la presidenta de Madrid anunció hace días que llegarían a la Comunidad con material sanitario y de los que no ha vuelto a saberse nada. Mantener el equilibrio de una acción coordinada con estas comunidades reticentes es muchas veces tarea imposible.

7.- La séptima tensión es con los independentistas, especialmente los catalanes, aunque el PNV tampoco lo está poniendo fácil. Coordinar acciones sanitarias y económicas con “dirigentes” como Quim Torra es labor quimérica y enloquecedora donde las haya. El president es un señor que pasa de tratar de impedir que el Ejército cumpla funciones de apoyo a Cataluña, a pedir que la UME vaya a desinfectar un centro de menores en Badalona. Al mismo tiempo, la Generalitat catalana aprovecha la crisis para atizar el independentismo, lo que representa no una deslealtad sino una infamia. ¿Cómo mantener el equilibrio con dirigentes e instituciones así? Y, sin embargo, el Gobierno socialista ha empezado a lograrlo sin perder la cabeza.

8.- La octava tensión es con el mundo financiero e inversor. Ver hundirse la Bolsa y dispararse la prima de riesgo, al tiempo que no se dispone de la liquidez necesaria ni de capacidad de endeudamiento para las imprescindibles medidas económicas que hay que implementar -con una deuda pública que supera en cuantía al PIB y un elevadísimo nivel equivalente de deuda privada- es para abrir otro frente de grave tensión en la mente de Pedro Sánchez.

9.- La novena tensión es con la patronal y con los sindicatos, organizaciones ambas que marcan direcciones opuestas en casi todo, cuyos intereses, que deberían ser relativamente convergentes en crisis como la actual -porque unos no pueden salvarse sin los otros, y a la inversa-, a veces divergen más de lo adecuado, de modo que, haga lo que haga el Gobierno socialista, siempre recibirá respuesta negativa de una o de otra parte. Mantener el equilibrio en esta situación y con ambos a la vez es un rompecabezas de difícil encaje.