La pensión como "derecho": cotizar por 10 y cobrar...

La pensión como "derecho": cotizar por 10 y cobrar 20… o por qué las cuentas no salen.

Buena parte de los pensionistas terminan cobrando del sistema mucho más de lo que aportaron vía cotizaciones.

D. Soriano -2019-01-22.

Mi pensión, mi derecho

Yo ya coticé, ahora me merezco cobrar lo que me corresponde

Pensión = salario diferido

El sistema es contributivo: tanto aportas, tanto cobras

Todo hemos escuchado estas frases (o parecidas) en los últimos años. A veces las hemos leído en las pancartas de las manifestaciones de pensionistas. Otras veces, han sido los políticos los que las han usado para explicar las bondades del sistema. Y en otras ocasiones, son los expertos que analizan el modelo público quienes las usan para explicar sus fundamentos (por ejemplo, ese famoso "salario diferido" que tanto gusta en algunos ámbitos académicos).

El problema es que no es cierto. No lo es en términos generales y tampoco individualmente: uno no aporta para su pensión. Lo hace para pagar las de los actuales jubilados. Y luego cobrará en función de las reglas que haya vigentes en ese momento. Pero, por ejemplo, si tiene mala suerte y fallece a los 66 años, todo ese "salario diferido" se evaporará como por ensalmo y su familia no tendrá nada a cambio de sus cotizaciones.

El sistema de reparto contributivo es así. También tiene su lado bueno. El hecho de que el Estado cobre cotizaciones de forma coactiva a todos los trabajadores hace que sea complicado prever una quiebra financiera total del mismo. Por muy al límite que se lleven las cuentas, siempre habrá alguien a quien cobrar. Y puede venderse (y de hecho se hace) como un modelo de solidaridad entre generaciones: ahora pagas y, a cambio, generas un derecho a futuro.

Las reglas son éstas. La discusión sobre su legitimidad queda para otro momento. Pero lo relevante aquí no es eso, sino las cuentas. Y ahí sí que hay que hacer un apunte importante: para buena parte de los pensionistas (probablemente una mayoría, aunque no hay un estudio fiable al 100% al respecto porque entran en juego muchas variables), el sistema de pensiones es extremadamente generoso. Es decir, devuelve mucho más en prestaciones que lo que el trabajador aportó en cotizaciones (incluyendo la cuota empresarial, por supuesto). No es cierto, por lo tanto, que cobremos a cambio de lo que pusimos. Algunos sí, por ejemplo aquellos que fallecen poco después de la jubilación; pero muchos otros cobran gracias a la generosidad del sistema y a un desequilibrio generacional que es ese elefante en la habitación del sistema de pensiones del que nadie quiere hablar.

Las cifras
Éste es un cálculo complicado. Hay muchas variables en juego. Además, es políticamente muy incorrecto. Parecería como si decir que un pensionista cobra más como jubilado de lo que cotizó como trabajador fuera equivalente a proponer que le quiten la prestación o le dejen en la indigencia. No es así. El sistema es el que es y tiene sus pros y contras. Pero sea cual sea la situación individual de cada uno, ésta es una cuenta que hay que hacer para conocer la sostenibilidad a futuro del modelo. Porque lo que es evidente es que no todo vale. Y con un déficit oficial cercano a los 20.000 millones, la salud financiera de la Seguridad Social está en entredicho.

Hace unos meses, en Libre Mercado nos hacíamos eco de un estudio de José Enrique Devesa Carpio e Inmaculada Domínguez Fabián en el que se ofrecían las siguientes cifras: "Tras la reforma, el coste por cada unidad de pensión que entrega el sistema pasaría de 1,442 a 1,28, lo cual significa que, tras la reforma de 2011, sigue habiendo un sobrecoste del 28%". O lo que es lo mismo, un euro aportado, incluso admitiendo una posible rentabilidad implícita durante el tiempo transcurrido, generaba el derecho a cobrar 1,44 euros de pensión antes de la reforma de 2011 y 1,28 euros tras la misma.

Este lunes, en Madrid, Fedea presentaba su informe "El sistema público español de pensiones: Mitos y realidades", realizado por Miguel Ángel García Díaz (profesor de Economía Aplicada y colaborador de Fedea y URJC). En el mismo, junto a otros muchos datos sobre el actual sistema de la Seguridad Social y su equilibrio financiero, se incluía un ejemplo muy interesante. Es sólo un supuesto individual, pero significativo. No es el trabajador medio de la economía, pero probablemente no se aleje demasiado del mismo. Y, si acaso, las cifras serán conservadoras, porque los mejor parados serían aquellos jubilados que tuvieron carreras más cortas que tendrían pensiones más bajas si la prestación se calculara exclusivamente con la cotización.

No es el caso que nos ocupa. Los supuestos del ejemplo son los siguientes:

Cogemos a un trabajador que haya cotizado el número de años requeridos para cobrar el 100% de su base reguladora: 37 años.

Suponemos que en los últimos 25 años (el período que se utilizará para el cálculo de esta base una vez se implante por completo la reforma de 2011) ha cobrado el mismo sueldo bruto cada año (incluyendo en este concepto lo que la empresa paga en su nombre como cotización empresarial).

De ese sueldo, el 23,5% va destinado a cotizar para la jubilación (las cotizaciones totales son algo más elevadas, pero también es cierto que no todo el gasto de la Seguridad Social va a pensiones contributivas; de lo cotizado cada mes, lo que toca para la parte contributiva es ese 23,5%)

La rentabilidad implícita es el 2%, lo que corresponde con el incremento del PIB medio de España en esos 25 años que sirven para calcular la base de cotización. La explicación de esta cifra es que se entiende que una persona que trabaja contribuye de esta manera (con su aportación al crecimiento de la economía) a que las nuevas generaciones disfruten de un mayor nivel de bienestar. Por eso, resulta lógico y justo que su cotización genere una rentabilidad implícita igual a la obtenida por el país durante su etapa laboral. Además, este modelo también es financieramente sostenible: un país más rico, como el que deja el jubilado respecto al que se encontró cuando empezó a trabajar, puede pagar pensiones más altas. ¿Cuánto? Pues actualizar el valor de esas cotizaciones en función del PIB es una buena aproximación también desde el punto de vista financiero.

Por último, un apunte: estos supuestos también hacen que los intereses de todas las generaciones estén más alineados. Cuanto más crezca el PIB durante la vida laboral de un trabajador, ocurrirán dos circunstancias positivas: las nuevas cohortes llegarán a un mercado laboral más rico y, además, lo que ese nuevo jubilado tiene derecho a cobrar es más elevado (o lo que es lo mismo: tiene derecho a cobrar su pensión durante más tiempo).

Los resultados están resumidos en el siguiente cuadro:

PD: (vean la web)