No me incluyo entre aquellos que se dicen progresistas...

No me incluyo entre aquellos que se dicen progresistas pero adoptan la agenda y el lenguaje de la derecha cual si fueran las Tablas de la Ley. En cuanto a la agenda, no tengo el menor problema en decir que hay asuntos que me preocupan más que el conflicto en Cataluña. La pobreza, la falta de vivienda, las listas de espera sanitarias, la violencia machista, la contaminación atmosférica y los desastres provocados por el cambio climático matan a diario a mucha gente en la España de hoy. En cuanto al lenguaje, me importa un comino que las derechas –y la izquierda acomplejada– llamen demagogia al hablar y escribir en román paladino.

La absoluta corrupción del lenguaje es hoy una asignatura troncal en la formación de cualquier líder de la derecha extrema y la extrema derecha. El fenómeno nació en el Estados Unidos de los años 1980, cuando unos gurús y propagandistas muy cínicos tildaron de revolución al conservadurismo de Reagan y Thatcher. Aznar lo importó a España y ahora sus cachorros Abascal, Casado y Arrimadas se proclaman adalides de la libertad. No se veía semejante desfachatez desde que el general Franco se jactaba de no meterse en política apoltronado en el Palacio de El Pardo.

DE INFOLIBRE.