Estos días, Abascal, Casado, Arrimadas y sus cómplices...

Estos días, Abascal, Casado, Arrimadas y sus cómplices están empleando otro de los clásicos contemporáneos de la corrupción derechista del lenguaje: la de llamar fascista al antifascista, nazia la progresista y así sucesivamente. En la cuenta en Twitter de un tal Teófilo Amores Mendoza, concejal ultraderechista de Cáceres, se ha llegado a proponer que Pedro Sánchez (llamado el felón) y su esposa (la felona) sean ahorcados y colgados boca abajo como Mussolini y Clara Petacci. Y, también en Twitter, Rosa Díez, que tiempo atrás decía ser socialista, ha emparentado la traición de Pedro Sánchez con lo que hicieron los nazis en sus campos de exterminio. En la lengua de Cervantes, al fanatismo de Rosa Díaz se le llama la fe del converso.

La lengua de Cervantes es maravillosa, para cada cosa tiene su palabra o expresión. Una cosa son los disturbios, otra la rebelión, otra la revolución, otra el separatismo, otra la desobediencia… En esta lengua –y también en las demás–, un golpe de Estado es el derrocamiento de un Gobierno por la fuerza, generalmente la de las armas. O sea, lo que hizo Napoleón el 18 de Brumario, lo que hicieron Franco y los militares del 18 de julio de 1936, lo que les salió bien a Pinochet y Videla en 1973 y 1976 respectivamente, lo que no les salió a Tejero y Milans el 23 de febrero de 1981… Un golpe de Estado tiene, por supuesto, su técnica. En primer lugar hay que lanzar una intensa campaña de satanización del Gobierno, para que una parte significativa de la población perciba el golpe como un gran servicio a la Patria.

DE INFOLIBRE