Dios me libre de no aceptarte, hortelano. No seré yo...

Dios me libre de no aceptarte, hortelano. No seré yo el que se enfrente a la iracundia de tus cebollas, tomates, nabos, calabacines, patatas y pepinos, en pie de guerra.
Yo también, en su día, cultivé mi propia huerta y sé el gozo que se siente cuando después recoges el fruto de la semilla que antes has sembrado. Comprendo la grandeza que se instala en tu corazón, cuando, como buen agricultor, dejas tu sudor en la azada pegado.
Lo veo genial. Ojalá sepas trabajar, así de bien, en la Viña del Señor.