Era morena y cubana
la que llegó en galeón,
con la mayor ilusión
se convirtió en asturiana.

Era flor de la canela,
era como una princesa
que lucía cual turquesa
ágil como una gacela.

Se enamoró de un indiano
y el indiano transplantó
la bella flor que creció
lejos del suelo asturiano.

¡Qué recuerdos de esa tierra
y de sus amaneceres,
si sus tristes ojos vieres
como al no olvido se aferra!

Ella vive entre montañas
de verdes multicolores
adolece entre mil flores
y añora campos de cañas.

Añora el anochecer
y la más bella habanera
que tantas veces oyera
y que la incita a volver.

Pero el indiano es su dueño
y ella fiel enamorada
cambió su todo por nada
en aras de un dulce sueño.

Sueño que la hará dichosa
y a su marido el indiano;
su espera no ha sido en vano
en la mañana brumosa.

Noemí

Calentando motores.
Este poema lo mismo vale para un roto que para un descosido.

Redondillas.