Noemí, muy bonito, seguro qué la sirena encuentra una...

Sus pies pisaron la blanca arena
sembrada de algas;
como en ritual divino,
sus cabellos se impregnaron de sal
purificadora.

No era una diosa,
ni una virgen
ni reina ni vasalla.

Quiso perderse al atardecer,
amparada en la noche del fuego;
quemar lo viejo,
lavar lo nuevo,
alcanzar el brillo de las estrellas,
balancearse en la cuna de la luna creciente.

Elevarse sobre las sierras
y mirar, mirar distante.
Pero despertó del vespertino sueño
y se dio cuenta: era una sirena
en la arena varada.

Noemí

Noemí, muy bonito, seguro qué la sirena encuentra una mano amiga que la devuelva a su mar, un cariñoso saludo, ¡Y adelante ¡