(Por libre en este nuestro Taller)...

(Por libre en este nuestro Taller)
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EL LABRADOR QUE NO SABÍA EL CREDO

Confieso a vuestra merced ingenuamente que hallo nueva la lengua de tiempos a esta

parte, que no me atrevo a decir aumentada ni enriquecida; y tan embarazado con no saberla que, por no caer en la vergüenza de decir que no la sé para aprenderla, creo que me ha de suceder lo que a un labrador de muchos años, a quien dijo el cura de su lugar que no le absolvería una cuaresma porque se le había olvidado el Credo, si no se le traía de memoria.

El viejo, que entre los rústicos hábitos tenía por huésped desde el principio de su vida una generosa vergüenza, valiose de la industria por no decir a nadie que se le enseñase, que a la cuenta tampoco sabía leerle.

Vivía un maestro de niños dos casas más arriba de la suya; sentábase a la puerta mañana y tarde, y al salir de la escuela decía con una moneda en las manos: «Niños, esta tiene quien mejor dijere el Credo». Recitábale

cada uno de por sí, y él le oía tantas veces que, ganando opinión de buen cristiano, salió con aprender lo que no sabía.

Por:
HELICON