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XXXIII

Alguna vez he llorado
Cuando todos reían
Los niños jugaban
Escondiendo su pobreza
Tenían los pies sucios
De la tierra fecundada
Por la lluvia
Las Sonrisas puras
Los ojos ingenuos.

Allá en la humilde choza
El pan era sufrido
Tenía los sudores del surco
La leña compartida
Los huesos trajinados
Pero cantaban las pieles
Los corazones se refugiaban
En la indomable esperanza
Para aplacar los suspiros.

Las palomas retozaban
Sin augurar el mañana
Las reses rumiaban
Sus entrañas
Los caballos de pie
Descansaban sus horas
Todos los animales
Se acurrucaban con la luna
El viento vigilaba.

Los sauces recibían
Las sombras de la noche
El silencio se abrazaba
Con la infinidad del cielo
Los duendes eran los dioses
Dictando los miedos
Nosotros los infantes
Corríamos con la bulla
De nuestros sueños.

Nos escondíamos en la esquina
De cada tronco
El agua le silbaba a la acequia
La pampa era un mundo
Sin fronteras
Y sin saber sembramos
Estrellas en el horizonte
El amor en la niñez
Es una luz en nuestras almas.

EH