TOMATES RELLENOS CON ALBAHACA

Primero deciros a todos los taxistas que mi medio de transporte en Madrid siempre fue el metro y el autobús. Y si pasaba de ellos, iban andando. Del barrio de Palomeras Bajas hasta Sol, y mas lejos.
Soy mucho más joven que vosotros, quinta de Inés. Con eso os digo que difícilmente pudimos coincidir y sin embargo lo hacemos en este foro ahora desde nuestras casas, cómodamente.
La ilusión de mi amiga y mía era pasear, y llegar hasta la Cuesta Moyano en busca de algún libro de ocasión pero interesante. Ir mirando escaparates e intentando echarle un ojo al pantalón, falda o blusa que nos gustase. Pero siempre intentando encontrar lo mejor en cuestión de calidad y precio.

A las dos nos apasionaba la lectura y las dos trasnochábamos, pero en nuestras casas leyendo. A ella y a mi, nuestras madres nos quitaban muchas veces los libros de las manos, apagaban las luces y nos tapaban porque habíamos acabado sopas con nuestras lecturas y estudios del instituto. ¡Tiempos aquellos!
No iba nunca sola, sino con mi amiga cacereña del un pueblo llamado Miravete (Cáceres), que a las dos nos iba este tipo de marcha, y las dos añorábamos nuestros pueblos.

Madrid era para nosotras la resignación pero en cuanto podíamos nos íbamos ambas a nuestros lugares de origen. En coche de nuestros familiares o en autobús. Madrid era un mal que salvábamos en cuanto podíamos.

Pero yo tenía un tío taxista, que era una fábula de tío y de taxista. Se llamaba Lorenzo.
Imaginaos que clase de tío, el mío, que su mujer ni le ha olvidado, ni lo hará nunca aunque falleció hace varios años. De una bondad, de un trato, de una delicadeza... Mi tía es extremeña, también, al igual que mi amiga pero de Badajoz.

Mi tío fue taxista, como digo, y le costó mucho en tiempos de Franco. No le daban la cartilla porque su padre había sido "rojo" y tuvo que demostrar que él no lo era.
Así actuaba Franco con los que no eran de los suyos. Al final mi tío fue taxista y de los buenos hasta que se jubiló.
Pero siempre compartió con su padre el ideal de izquierdas, y nunca abdicó de sus ideas, que no concordaban con los mandatarios que se decían de izquierdas, y nunca favorecieron al pueblo, sino a ellos mismos y a sus propios bolsillos.
Entre los de derechas y los de izquierdas no tenían más diferencias que en el nombre. Y los que se llamaban de izquierdas ambicionaban la riqueza, el nivel de vida y el status de la derecha pero sin ningún tipo de escrúpulos.
¡Menudo "tinglao" esto de la política! Mi amiga y yo la odiábamos y pasábamos de ella. Un engaño manifiesto, decíamos.
El ricachón de Felipe González ya consiguió su ambición, el dinero, el status, el poder... Así nos va.

Era un encanto de persona, mi tío, de una delicadeza exquisita, no solo para sus clientes, como lo son muchos y muchas de puertas para afuera; sino con los suyos fue siempre muy familiar, buen hijo, padre, marido, hermano, tío... y por eso, aunque ya no está sigue estando junto a ellos, en su recuerdo.

Es muy duro perder a un ser querido pero es muy importante haberlo tenido y haber disfrutado de él mientras vivió.

A mi me tenía un cariño especial y me ponía por las nubes. ¡Amor de tío!, le decía yo. Y a mi no me gustaba que me lo dijera porque sabía que él exageraba y que no era cierto lo que decía, aunque el así lo sintiera, no era verdad.

Un día vino a visitarme porque justo había dejado a un cliente a pocos metros de mi casa. Yo estaba celebrando mi cumpleaños con tres de mis hermanos que nos habíamos quedado en Madrid, y el resto de la familia estaba en el pueblo.

Le invité a comer en el día de mi cumpleaños y se quedó. Llamó a casa y se lo dijo a mi tía. Hizo los honores a mis tomates rellenos, que nunca había probado de ese estilo, me dijo. "Un menú muy especial, sobrina". No los he vuelto a hacer nunca más pues en realidad fue mi experimento del día pero estaban muy buenos, pero raros, lo reconozco.
Me pasé con la albahaca y sabían dulces o no se exactamente que sabor tenían. Yo notaba que el sabor de la albahaca no le gustaba mucho se los comió y los alabó.
Tenía en mi patio toda clase de plantas y la albahaca me la había dado una vecina andaluza que decía que daba un sabor especial en la comida. María.
Para las especies hay que habituarse porque el primer día que lo pruebas, te sabe algo raro, como me pasó a mi.

Mi tío decía que era inmensamente rico porque tenía una mujer y unos hijos excelentes, que los quería a rabiar y le querían a su vez. Según él, tenía un palacete en Villaverde y estaba muy satisfecho con su profesión que le había facilitado esa forma de vida.
Era conversador y disfrutaba comunicándose con todo el mundo. Ser útil, honrado y trabajador. Tal como fue su padre que tuvo la desgracia de no haber disfrutado ni del amor de su esposa, ni de sus hijos a los que dejó muy niños por motivos de la guerra y por haber estado en el bando contrario, al que la ganó. Él, al igual que sus hermanos tuvieron que ganarse la vida desde entonces pero manteniéndose siempre unidos en la lucha por el día a día como si su marido y su padre estuvieran con ellos. Realmente nunca les abandonó ni su recuerdo, ni su espíritu.
Mi tío era el más pequeño, y mi padre es el único que todavía está vivo, luchando como siempre por ganarle a la enfermedad cada día, un día más; como antes lo hacía porque nunca nos faltase de lo que él carecíó de niño, incluso de pan.
Es algo muy grande tener a un ser querido que te cuida y te protege desde el cielo como siempre lo hizo mi abuelo presidiendo su salón desde su dulce mirada azul y alcarreña.
Solo alguno de mis tíos tuvieron esos ojos azules verdosos, pero sus nietos no. O por lo menos ahora no me acuerdo si algún primo mío los tiene. ¡Hace tanto que no nos vemos!