LAS MISERIAS DE AQUEL HOMBRE SIN FUTURO...

LAS MISERIAS DE AQUEL HOMBRE SIN FUTURO
Aquel hombre sin futuro, esperando cada día ser más viejo, recordando muchos sustos y disgustos, que la vida le fue dando, inmigrante forzoso, de la Castilla Profunda, en donde su oficio de albardero, le tuvo que abandonar, al faltarle el trabajo, en los años de 1960, ya que la mecanización del campo, impedía los trabajos de aquellos hombres dedicados a fabricar aparejos, para los animales de fuerza, que eran los que movían entonces la agricultura. Su viaje hacia Madrid fue bastante solidario, un amigo de su infancia, le busco un trabajo en un laboratorio, del centro de Madrid, donde a unos doscientos metros de distancia tenía su patrona, en una pensión del Barrio de Cuatro Caminos. Todo aquel cambio de vida, le parecía bueno, aunque de vez en cuando se le venían, a su memoria algunas palabras, que él tuvo que escuchar, en su tierra natal, donde en sus años de joven, intento ser torero, cómo parece que fue su padre, que estuvo siendo parte de una cuadrilla de un torero famoso, aunque la afición la tenía en su mente, más el miedo a las cornadas y al respirar de los toros, le hicieron abandonar de su instinto de ser torero, y en aquel laboratorio, dejo sus últimos años laborales, que al cambiar de lugar su fabricación, se pudo jubilar antes de cumplir los sesenta y cinco años, pasando a ser un hombre soltero, que pasaba muchas horas en la calle, sin apenas amigos, ni personas con quien pudiera cambiar impresiones, su vida era la de un hombre sin raíces ni costumbres arraigadas, solo sus paseos por la calle de Bravo Murillo, entre La glorieta de Cuatro Caminos y Estrecho, le ocupaban parte de su tiempo, Sus idas y venidas, terminaban algunas veces, en la calle de María de Guzmán, donde era su residencia, y a la vez el lugar donde pasaba sus ratos solitario. En su mente aún llevaba las palabras que le lanzo un labrador en su tierra, a las que él contesto con ironía castellana, Fueron frases desmedidas por ambas partes, pero él las proclamaba cómo ofensivas, hacia su persona y gremio, los albarderos, que a la vez de hacer albardas, para animales de carga, también solían hacer monturas de caballos, para algún caballo que era usado por los señoritos de entonces, en la caza, y los encierros de toros en aquella zona, donde caballos y jinetes, se dejaban ver esos días de fiesta. Toda su historia se le venía a la mente, y sentía cómo un rencor, hacia algunas personas que parecían ser sus amigos, y que en aquella época de vacas flacas, ni tan siquiera le dirigían la palabra. Su muerte fue en soledad, la vida le llevo a la sepultura, con muy pocos años, sin haber cumplido los 70, años, y sin tener nadie a su lado, que le pudiera echar una mano en esos momentos tristes de la despedida. Se marchó en silencio, cómo quizá pasará aquellos días de soledad y desilusión, cuando le llego la muerte, sus viejos amigos, tan solo comentaron, se ha marchado sin avisar, quizá a ellos les llego la muerte también temprana, aunque sin esa soledad tremenda que da Madrid, cuando no te acostumbras a su vida y su forma de vivir, los amigos que en su infancia le daban la mano, solo se acordaban de él, para comentar el día en que se puso un traje vaquero, y decidió salir a torear un novillo, en la plaza de su villa natal, que por cierto era demasiado bravo, y después de dar dos vueltas a la plaza, el novillo decidió escaparse, y fue abatido en el campo por los tiros de la Guardia Civil, quitándole el peligro que hubiera supuesto, el intentar hacer faena de torero novato, eso y otras fantasmadas más eran incluidas en los vocabularios de su viejos amigos, que al enterarse de su fallecimiento, no le soltaban ninguna alabanza, Pero yo sé que su corazón y su mente de vez en cuando estaban, sobre la Castilla Profunda, que a veces se olvida de su pasado, y no quiere saber más que las desgracias de sus inmigrantes, Mí recuerdo es de aquel hombre, que caminaba con la cabeza mirando al suelo pero sin olvidarse de su juventud castellana. G X Cantalapiedra. En Madrid.