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«En los claustros el ambiente era tenso. La gente empezaba a distanciarse de ti»

Se rebeló contra la imposición del catalán en las aulas cuando la palabra inmersión aún no existía en el vocabulario de los nacionalistas catalanes. En 1981, con la llegada del expresidente Jordi Pujol a la Generalitat, Santiago Trancón, profesor de Lengua y Literatura Castellana en un instituto de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona), inició la resistencia al plan de recatalanización de la enseñanza. Lo hizo muy al comienzo, cuando el proyecto de la Generalitat de «impulsar una identidad nacional desde las aulas» apenas arrancaba. Trancón se negó desde un principio a colaborar con el plan de los nacionalistas y redactó el primer manifiesto de rebeldía contra la causa. Siete meses después, cansado de luchar sin apoyo, abandonó Cataluña.

¿Cuántos profesores se han ido desde entonces?
Desconozco la cifra, pero muchos. En aquellos momentos se habló ya de unos 14.000 profesionales. La fuga ha sido desde entonces constante.

¿Por qué resultaban incómodos?
Porque estábamos en contra del proyecto nacional-independentista que pretendía excluir definitivamente el castellano de la enseñanza y también de cómo lo estaban haciendo, acosando individual y colectivamente a los que nos negábamos a aceptarlo.

¿Cómo sentía ese rechazo?
Lo percibías tanto dentro del ámbito escolar como fuera, a nivel social. En los claustros el ambiente era tenso. La gente empezaba a distanciarse de ti. Ese ambiente te impedía tener una relación fluida con personas con las que antes la mantenías. Ese acoso psicológico que ejerce el que se cree que está por encima de otro afecta a las relaciones cotidianas. Querían que te sintieras incómodo por hablar castellano.

¿Llegaron instrucciones escritas a los centros?
Fue todo mucho más sutil. Fue una purga silente. Todos los docentes sabían que si querían prosperar debían hablar catalán en las clases y fuera de ellas. No había amenazas explícitas. Estaba en el ambiente. Los nacionalistas tiraron su plan hacia adelante con mucha violencia, pero no física, sino psicológica.

¿Fue entonces cuando se rebeló y escribió el manifiesto?
En febrero de 1981 escribí, efectivamente, un texto que acabó siendo el «Manifiesto de los 2.300». Nuestro único objetivo era denunciar públicamente el proyecto nacionalista y sus métodos intimidatorios y totalitarios.

¿Sufrieron en la resistencia algún tipo de amenaza?
En aquellos tiempos Terra Lliure campaba a sus anchas y algunos compañeros sufrieron pintadas en sus domicilios y amenazas de muerte.

¿Por qué tiró la toalla?
Nuestro objetivo era combatir esa situación desde una asociación cultural pero para ello necesitábamos apoyo político. La izquierda estaba abducida por el catalanismo; la derecha tampoco nos ayudó. Fue entonces, cansado de luchar sin respuesta, cuando abandoné Cataluña. No nos fuimos por cobardía, sino por impotencia y frustración.