Fulminar a Iglesias y punto....

Fulminar a Iglesias y punto.

Sánchez exhibe tanta habilidad retorcida como demagogia de consumo «progre» para dejar al líder de Podemos sin argumentos creíbles con los que explicar a su propio votante por qué el cainismo hunde a la izquierda.

Manuel Marín.

Madrid.

Actualizado:

19/07/2019 01:45h.

Pedro Sánchez no admitirá de Pablo Iglesias nada más que una claudicación sumisa y una retirada vergonzante. Ha aislado a Iglesias en un desfiladero asfixiante, lo ha acorralado en una emboscada sin salida, y solo le ofrece la alternativa de una huida suicida o una rendición sin honra. La coartada para humillar a Iglesias está diseñada con exactitud de miniaturista. Lo culpa personalmente de una investidura fallida, y lo retrata públicamente con el estigma de un tipo sin escrúpulos incapaz de pensar en el bienestar de los españoles. O preso de una ambición ególatra cuya única obsesión es completar su vitrina de trofeos del chalé de Galapagar con una cartera de vicepresidente.

Hay que admitir que la metodología de Sánchez es impecable a la hora de ejercer presión, y que las destrezas de Iglesias para imponerse son meros gatillazos sin capacidad de surtir efecto alguno en La Moncloa. Huele la debilidad de Iglesias y golpea al hígado. Sánchez está en precampaña, y no tiene reparo en dejarlo entrever. Ha prefabricado una realidad según la cual ya no puede ceder a las exigencias de Podemos, y el único margen posible es que Iglesias asuma un guión gregario carente de toda relevancia en la gobernabilidad. Si Iglesias cede humillado y claudicante, Sánchez gana la mano. Y si por el contrario resiste, quedará retratado ante la izquierda electoral como el ambicioso sin conciencia que ha frustrado el «Gobierno de progreso», la legislatura de la «justicia social» y el paraíso de los derechos y libertades, para favorecer en España el aura fascistoide de una derecha que amenaza con reunificarse.

Sánchez exhibe tanta habilidad retorcida como demagogia de consumo «progre» para dejar a Iglesias sin argumentos creíbles con los que explicar a su propio votante por qué el cainismo hunde a la izquierda, mientras la derecha pacta cómo comerse niños entre risotadas. Ayer, Sánchez convirtió en irrelevante el resultado de la consulta interna en Podemos, porque desactivó la coartada de Iglesias antes de que la opinión pública conociera los porcentajes de la farsa. Es digna de elogio su maestría para simular que el PSOE es solo una víctima del resto de partidos, y que nadie salvo él comprende el significado del sentido de Estado y la estabilidad.

El electorado de la izquierda ha empezado a comprar esa mercancía, mientras Iglesias fracasa elevando su apuesta y ofreciendo raparse la coleta. Algún mérito empieza a tener Sánchez en la construcción de este relato ideologizado y perverso cuyo fin último es la laminación de Iglesias, y con él, de Podemos. Y es meritorio, sobre todo, porque la mayoría lograda a su favor en la moción de censura continúa invariable, por mucho que ahora aparente despreciarla. Sánchez ha sentenciado a Iglesias, y punto. Cosa distinta es que acierte en su diagnóstico.

Así, la investidura empieza a dejar de ser relevante en el derrotista ideario colectivo de la izquierda. Completar el puzle contando votos reales, aparentes, fingidos u ocultos, como si el Congreso fuera Eurovisión, ha dejado de tener sentido en las últimas horas si nos atenemos a las palabras de Sánchez. Una investidura débil y votada a la desesperada no garantiza una legislatura fuerte, y Sánchez ya ha aprendido alguna lección de su ultradependencia de partidos no fiables que puedan provocar su salida de Moncloa en un año y medio.

Lo determinante será el panorama tras la batida. Y Sánchez ya ha ofrecido tres pistas relevantes. Una. Su oferta a Podemos caduca el 25 de julio y no habrá segunda oportunidad en septiembre, lo cual no es muy creíble porque aún no ha explicado por qué. Dos. Si la hubiese, sería ya sin opción a una coalición con Podemos, sino con una forzada abstención técnica de Ciudadanos o PP que hoy parece imposible. Y tres, un dato con más enjundia de la que pudiese parecer: Sánchez niega la teoría de una progresiva desmovilización de la izquierda si hubiese nuevos comicios en noviembre, y él no tiene el miedo que sí tiene medio PSOE. «La ciudadanía participará», dejó escapar ayer sin matices ni correcciones. Algún dato tendrá que avale semejante riesgo.

Manuel Marín.

Adjunto al Director.