El escarnio.
Reconozco que para ciertas cosas no tengo el menor sentido del humor y que me alegro de no tenerlo.
Quizá porque soy alguien vulnerable y por esa vulnerabilidad sé lo que es que se rían a costa mía.
Yo también me he chocado con una farola. Yo me he caído en un instituto porque el director del mismo a mala fé quitó la silla. Luego él y el jefe de estudio se rieron mucho mientras me ayudaban a levantarme. “Era una broma”. Me costó una semana en cama.
Yo me he tropezado con una puerta en un aula llena de chavales.
Yo me he quemado los dedos al ir a encender el fuego.
Yo he tenido que rodear una obra en la calle mientras los albañiles se morían de risa al verme avanzar con el bastón.
He odiado toda mi vida a quien se ríe del mal ajeno. A quien hace escarnio de un error, o de una torpeza. Porque hay carcajadas como asesinatos. Pero quien se ríe no lo sabe, o si lo sabe le importa un carajo. El caso es reírse.
Ayer se golpeó contra una farola un paracaidista. Un trabajador. Punto. Una persona como yo, como cualquier otra. Su único “delito” al parecer era que llevaba la bandera de España en un desfile. Y naturalmente de eso hay que reírse. Faltaría más. Y qué progres y libertarios somos y qué bien nacidos. Si le sucede llevando la bandera de la República-esa que me gustaría a mí- nadie hubiera dicho salvo que “es un error humano”.
No tengo sentido del humor. Y odio el escarnio.
Sobre todo cuando quien lo recibe no tiene la culpa.
Y ya supongo que “debería tener sentido del humor”. Para ser muy liberal y muy progresista y muy guay.
No lo soy. Y no lo siento si para ello tengo que reírme de algunas cosas que simplemente lamento.
Por Alena Collar, escritora y doctora en periodismo.
Reconozco que para ciertas cosas no tengo el menor sentido del humor y que me alegro de no tenerlo.
Quizá porque soy alguien vulnerable y por esa vulnerabilidad sé lo que es que se rían a costa mía.
Yo también me he chocado con una farola. Yo me he caído en un instituto porque el director del mismo a mala fé quitó la silla. Luego él y el jefe de estudio se rieron mucho mientras me ayudaban a levantarme. “Era una broma”. Me costó una semana en cama.
Yo me he tropezado con una puerta en un aula llena de chavales.
Yo me he quemado los dedos al ir a encender el fuego.
Yo he tenido que rodear una obra en la calle mientras los albañiles se morían de risa al verme avanzar con el bastón.
He odiado toda mi vida a quien se ríe del mal ajeno. A quien hace escarnio de un error, o de una torpeza. Porque hay carcajadas como asesinatos. Pero quien se ríe no lo sabe, o si lo sabe le importa un carajo. El caso es reírse.
Ayer se golpeó contra una farola un paracaidista. Un trabajador. Punto. Una persona como yo, como cualquier otra. Su único “delito” al parecer era que llevaba la bandera de España en un desfile. Y naturalmente de eso hay que reírse. Faltaría más. Y qué progres y libertarios somos y qué bien nacidos. Si le sucede llevando la bandera de la República-esa que me gustaría a mí- nadie hubiera dicho salvo que “es un error humano”.
No tengo sentido del humor. Y odio el escarnio.
Sobre todo cuando quien lo recibe no tiene la culpa.
Y ya supongo que “debería tener sentido del humor”. Para ser muy liberal y muy progresista y muy guay.
No lo soy. Y no lo siento si para ello tengo que reírme de algunas cosas que simplemente lamento.
Por Alena Collar, escritora y doctora en periodismo.