PADRE DE LA PATRIA...

PADRE DE LA PATRIA
En la historia de España hay varios momentos que a través de su desarrollo estuvo amenazada la existencia de la nación española y en 1640 sería el Conde Duque de Olivares D. Gaspar de Guzman y Pimentel quien evitó la disgregación de las Españas combatiendo la insurrección de Cataluña como en Andalucía la del Duque de Medina Sidonia y el Marqués de Ayamonte, la de Aragón del Duque de Hijar y la Masaniello en Nápoles.
Tras la invasión francesa de España en 1808 aparece un nuevo sistema para luchar contra el invasor que son “la guerra de guerrillas”, un viejo sistema típicamente hispano utilizado por Viriato, el pastor lusitano que hizo frente a la invasión romana y también los monfies (moriscos rebeldes) que tras la toma de Granada son perseguidos por los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II con una feroz represión por no aceptar la conversión forzada al catolicismo.
La guerrilla era una táctica que afectaba sociológicamente y psicológicamente a las tropas invasoras siendo el elemento decisorio para crear en los franceses ocupantes el infierno español.
Un ejército invisible se extendía por toda España como una red de la que no se escapaba ningún soldado francés que se alejara de su columna o guarnición.
Constituyó la mayor obsesión de los franceses tras la ocupación de España por el período (1808-1814) por la presencia inmediata en un ejército fantasmagórico que abatía rápido, fuerte y por sorpresa a su enemigo, buscando su punto débil, sus descuidos, su reposo hasta conseguir sus objetivos, que era desmoralizar al ejército ocupante y ganar palmo a palmo su tierra sagrada donde cavaban su tumba el invasor y que supuso la pesadilla de Francia.
Este ejército variado lo formaban combatientes que procedían del ejército regular, el clero y la población civil pero principalmente rural.
Desde el año 1808, todos ellos al ver España invadida por Napoleón y al no poder derrotarlo por métodos convencionales utilizaron este tipo de guerra, ya conocida de otras etapas históricas y que alcanza en este momento un máximo desarrollo.
La guerrilla se organizaba en forma de partida y sin estar sujeta a una rígida disciplina militar pero sus objetivos eran ir delante batiendo el terreno, informar sobre el enemigo, interceptar sus convoyes, atacar sus puestos y caer sobre sus avituallas inesperadamente desconcertando al enemigo.
La Junta de Defensa publicaría un Reglamento de guerrillas en diciembre del 1808 donde invitaba a todos los habitantes de las provincias ocupada por las tropas francesas hasta armarse con armas prohibidas para asaltar y despojar siempre a los soldados franceses y hacerles todo el mal y daño que fuese posible.
El éxito de la guerrilla contra Napoleón fue debido a la adaptación de sus métodos a las características geográficas y accidentales de la orografía española y son los valles y las montañas su aliado fiel, donde las partidas podían resguardarse y acosar al enemigo.
Estas partidas son numerosas en la mitad norte de la península, los Pirineos, la cordillera Cantábrica y el Sistema Central y especialmente en las cuencas del Duero y del Tajo, corredores naturales que usaban los franceses para el transporte de mercancías.
En fecha 1811 se habían calculado por investigaciones históricas que operaban 16 grandes partidas con una media de 3000 combatientes cada una; 11 partidas medianos con una media de 500 combatientes y 29 pequeñas con unos 85 guerrilleros y se citan otras 56 de las que no se conocen datos.
En total había un número de 55.000 guerrilleros en acción y cuyos jefes más destacados eran Cachamuiña en Galicia, Díaz Porlier “El Marquesito” en Asturias, León, Zamora y Salamanca; El Charro en Salamanca; De La Riva en Santander; Jáuregui en Vasconia; Renovales y Espoz y Mina en Navarra; Eroles, Roca y Manso en Cataluña; Barber, Cantarero, Villacampa y Nebot en Aragón; Noriega Palarea, El Manco en Madrid, Guadalajara y Cuenca; El Cura Merino en Burgos y Valladolid; El Empecinado en Guadalajara y Madrid; El Chaleco en la Mancha, Jaén y Cordoba; Català, El Barbudo y José Romeu en Alicante y Valencia; Bustamante, Bartolo y Trigo en Córdoba, Sevilla y Huelva y el Alcalde de Otivar. Los guerrilleros tendían emboscadas, asestaban golpes de mano a las tropas enemigas, vigilaban al enemigo y capturaban sus correos y convoyes de avituallamiento.
Estos guerrilleros y sus jefes se pueden considerar verdaderos “Padres de la Patria” porque gracias a su labor, lealtad, esfuerzo y el derramamiento de sangre en su lucha contra el invasor frances pudieron mantener viva a la nación española.
La 1ª República española se proclamó el 11 de febrero de 1873 y finalizó el 3 de enero de 1874 con un período de vigencia de 11 meses con cuatro presidentes Figueras quien gobernó con una coalición radical republicana, Pi y Margall con una idea federalista que dimitiría tras los sucesos de Alcoy y los alzamientos cantonales que se extendieron al Mediterráneo, Levante, Andalucía al que se sumó el movimiento obrero Internacionalista, le seguiría después Nicolás Salmerón que con su autoritarismo de restablecer el orden público fracaso y por ultimo Emilio Castelar quien establece el orden publico con su lema “Lo que necesitamos es orden público, autoridad y gobierno” pero en una sesión de Cortes fue derrotado y ante el caos irrumpe en el Congreso de Diputados el general republicano Pavía quien termina con la Institución tras el asalto a las Cortes. Seria el general Pavía merecedor del honor de otorgarle ese merecidísimo titulo de Padre de la Patria pues gracias gracias a su iniciativa de intervención logró mantener la existencia de España.
Esta misma experiencia se repitió en 1936 con la 2ª República española, edificada en arena y cuyos cimientos fallaron y que no se encontro una convivencia pacífica, no teniendo otra alternativa que la rectificación y seria en julio del 1936 la prueba definitiva de tanto experimentado fracaso siendo el general Franco quien con su acción evitó la desaparición de la nación española.
Y concluyendo el término de “Padre de la Patria” según la Real Academia Española es un título de honor dado a alguien por los especiales servicios prestados al pueblo.
Esta definición es totalmente objetiva, libre de criterios subjetivos que hacen perder el tiempo con discusiones bizantinas, vacuas y sin sentido común.
Julio Reyes Rubio