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El PERIODICO

La caída de Donald Trump es tan esperpéntica y nociva como su mandato. Tres semanas después de su derrota y cuando con gran retraso acaba de activarse la maquinaria administrativa del relevo, el personaje sigue fanfarroneando desde la Casa Blanca.

Han hecho falta 20 días desde que cerraron las urnas y 16 desde que las proyecciones señalaron a Joe Biden como presidente electo de Estados Unidos pero por fin la transición en el país está oficialmente en marcha. Este lunes por la tarde el demócrata recibió la luz verde de la Administración de Donald Trump para iniciar formalmente el proceso, lo que le da acceso a los más de siete millones de dólares de fondos federales y otros recursos, incluyendo acceso físico a edificios, personal y documentos de la Administración saliente. Y aunque Trump sigue con juegos malabares retóricos y prácticos para no admitir su derrota, la realidad ha acabado imponiéndose. No concede pero cede.

El mismo lunes, poco después de que la responsable de la Administración de Servicios Generales, Emily Murphy, enviara una carta a Biden abriendo finalmente el proceso, el equipo de transición del demócrata contactó con el Departamento de Defensa y otros para empezar a organizar las necesarias reuniones. Los briefings diarios al presidente electo podrían empezar este mismo martes, aunque aún no está claro cuándo arrancarán los de seguridad nacional. También es prioritario para el equipo de Biden el contacto con las autoridades al frente del combate contra la pandemia de coronavirus, de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades a los Institutos Nacionales de Salud y los responsables de la Operación Warp Speed que planifica la producción y distribución de las vacunas.

El arranque del proceso formal también permite ya que el FBI y otras agencias realicen los chequeos del historial de altos cargos elegidos por Biden para su gabinete y su gobierno y su equipo ya tiene acceso a cuentas de correo electrónico que acaban con la terminación oficial gubernamental. gov o ptt. gov (por equipo de transición presidencial).

Tres frentes de Trump se desmoronan
A menos de 60 días de la toma de posesión de Biden la transición arranca porque se han desmoronado los tres frentes desde los que Trump ha tratado de combatir el dictado de las urnas, donde un récord de más de 80 millones de estadounidenses dieron su voto a Biden, algo más de seis millones de papeletas más que las que ha obtenido el republicano en otra marca histórica. Sus acusaciones sin pruebas de un fraude electoral masivo han calado entre muchos de sus votantes (el 79% según se ha encargado de tuitear él mismo) pero entre nadie más. Y de las 22 demandas en los tribunales 21 han fracasado ya.

Sobre todo, se ha desarticulado la bomba nuclear con que Trump amenazaba con crear una crisis constitucional: convencer a cargos republicanos para que no certificaran los resultados y a legisladores para que no respetaran la decisión popular al emitir los votos del colegio electoral (306 para Biden, 232 para él). El lunes mismo Michigan certificaba la victoria de Biden pese la abstención de un funcionario republicano. Este martes hacían lo mismo Pensilvania y Nevada y se espera que lo hagan la próxima semana Wisconsin y Georgia, donde está en marcha un segundo recuento que, como el primero, no se espera que cambie la victoria de Biden.

Romper con otra tradición
Ante el triple fracaso Trump ha estado consultando con su jefe de gabinete Mark Meadows, el abogado de la Casa Blanca Pat Cipollone y su letrado personal Jay Sekulow, que le han encaminado hacia lo inevitable y han trazado vías digeribles para él, como no cumplir con la tradición de un discurso o una llamada de aceptación de la victoria del rival político. A la presión pública creciente, en la que únicamente no han participado los aliados ultraconservadores de Trump y los líderes del Partido Republicano, el lunes se le sumó también el repudio de más de 160 líderes empresariales. Más doloroso para Trump, le instó a tirar la toalla uno de los hombres más poderosos de Wall Street y hasta ahora su aliado, el consejero delegado de Blackstone Stephen Schwartzman, que llamaba al país a pasar página y se mostraba “listo para ayudar al presidente Biden y su equipo”.

La presión era también creciente sobre Murphy, que era quien debía dar el paso formal para poner en marcha la transición. Y lo hizo el lunes con la carta a Biden, al que llamó “aparente ganador” en vez de presidente electo, en la que argumentó que actuaba finalmente ante decisiones de los tribunales y de los estados y trató de defender que actuaba con "independencia" y no bajo presión del ejecutivo.

Trump se encargó de debilitar esa afirmación con unos mensajes en Twitter donde dijo haber recomendado a Murphy, así como a su equipo, poner en marcha los “protocolos iniciales” de transición “por el bien del país”. Pero en esos mensajes del lunes, así como en otros este martes, ha insistido en tratar de retratar esa autorización como un mero paso logístico que no implica que asume la victoria de Biden.

Trump dice que solo está permitiendo que la Administración de Servicios Generales lleve a cabo "trabajo preliminar" con los demócratas. Insiste en la denuncia sin pruebas de un fraude masivo en unas elecciones que dice “amañadas”. Frente a la realidad, insiste en que su caso legal es “fuerte”, algo que únicamente cree Rudy Giuliani. Y hasta ha retuiteado al actor Randy Quaid en un mensaje pidiendo que se vuelva a votar solo en persona, añadiendo al mensaje: “ ¿estáis oyendo, republicanos?”

Son todo, no obstante, trucos de un prestidigitador político que pretende dar la imagen de combatir hasta el final porque está convencido, según le ha dicho a un aliado que ha hablado anónimamente con 'The Wall street Journal', de que "a todo el mundo le gusta un luchador".

Lo que es esperpéntico es el gobierno de Sánchez + Iglesias.