BALTASAR GARZON LA MALICIA DESCARO Y NEGACION...

BALTASAR GARZON LA MALICIA DESCARO Y NEGACION

Descaro y negación

No deja de ser sintomático que alguien que menciona los valores y los pone por delante fuera excretado del gobierno de la comunidad madrileña. La decisión de convocar elecciones autonómicas vino como anillo al dedo a Isabel Díaz Ayuso para quitarse de encima a Ciudadanos, que le planteaba cortapisas de este estilo. ¿Hay malicia en tales hechos? Se vislumbra con claridad el fondo de esta amarga copa.

Existe también malicia en el ataque de Pablo Casado al presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, que se mostró proclive a los indultos para los políticos del procés. Hubo ataques en público y quien sabe cuántas cosas más pasaron en privado, como dejó entrever el propio afectado. Casado le afeaba: "cualquier arbitrariedad jurídica o legal cotiza en bolsa”. Metiendo aún más a fondo el dedo en el ojo, sentenció que las decisiones políticas del Gobierno “para permanecer en el poder” también afectan a empresarios, autónomos, trabajadores y al empleo. Como se ve, los “maliciosos” en general son amigos que cuando te atreves a contradecirlos se quitan la careta mostrando el rencor que les invade y se transforman en los peores enemigos.

La permanente negación de la verdad, incluso de manera descarada, es una herramienta necesaria para ejercer la malicia. Hemos visto hace unos días a Pablo Casado tergiversando la historia de nuestro país. La guerra civil fue, dijo, “un enfrentamiento entre quienes querían la democracia sin ley y quienes querían ley sin democracia”. Tal barbaridad solo tiene dos posibilidades: o proviene de una ignorancia, habitual por otro lado en la política mediocre a la que por desgracia nos están acostumbrando, o bien, una vez más, es otro fruto envenenado de la malicia, de la falta de respeto y de pretender tozudamente forzar un empate entre víctimas y victimarios, entre fascistas y demócratas, entre defensores de la legalidad y golpistas.

Me llama la atención la justificación que se escucha o se lee en tertulias y artículos, planteando que quien redactó la intervención de Casado fue el causante de tal tropiezo. ¿Qué pasa? ¿Acaso el líder de la oposición no es responsable de lo que dice y se parapeta detrás de su anónimo colaborador? ¿Cuando tiene un acierto es propio, pero, cuando mete la pata, la culpa es del escriba que le prepara el discurso? Eso solo nos lleva a una falta doble: la de la frivolidad a la hora de hablar de las víctimas y la de incultura propia del que ha estudiado poco o se preocupa muy poco de conocer o estudiar los fenómenos que le rodean. Bien, señor Casado, ya sabemos que usted no elabora sus discursos, pero, por lo menos, moléstese en leerlos antes y decidir lo que finalmente saldrá de su boca, porque es lo mínimo que se puede exigir a quien aspira a presidir el gobierno algún día y que se autoproclama, además, un salvador de la patria