En 1973 1 de mayo me la jugué<, lanzamiento de pasquines a la hora del paseo en la calle principal, desplegar pancarta en edificio alto en construcción, lanzar al agua una balsa con pancarta amnistía, vietnamita (sistema de impresión casero, para elaborar propaganda en la clandestinidad), recogida y reparto de Mundo Obrero, etc. Joven, idealista, vehemente y también imprudente. Eramos cuatro gatos en una capital de provincia de tamaño medio los que nos la jugábamos y al principio de la transición hubo codazos para ocupar cargos y curiosamente los cuatro gatos se fueron alejando, pues comenzó a aparecer la disciplina de partido. Eramos más rojos que caperucita; luego el desencanto. El comunismo una quimera, lo siento, las utopías de los talleres nacionales franceses un desastre, las comunidades agrarias judias otro tanto de lo mismo. Ni lenín, ni Stalin, ni F, ni Mao, etc., etc., pusieron en manos de los trabajadores ni un sola participación de los medios de producción. El ser humano tiende hacia la codicia, un viejo problema.
Dicho esto, la utopía y la ensoñación es posible y deseable, pero el cesto de la esperanza no se puede confecionar con estos mimbres que son nuestros políticos con alma de funcionarios
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