Mensajes de Literatura enviados por AdriPozuelo:

ME ACUERDO DE...
(continuación)

A mi amigo Manuel Meco –Manolo, “el Meco”- le apetecía hacer de rabiar a D. Vicente; tanto, como irse a su casa cuando iba al baño. Saltaba por la ventana y como vivía cerca, iba, se hacía un "bocata" y se lo comía en el trayecto de vuelta, volviendo a entrar por la ventana.

En una de aquellas ocasiones, el profe le vio a través de los cristales del ventanal de clase, pues gustaba de pararse allí y mirar a la calle según nos dictaba “el dictado” del día. Cuando ... (ver texto completo)
Vale. Objetar, nada; entrar en polémicas, tampoco; y eso, Literatura Castellana, no tenemos por qué saber latín o griego, si estamos escribiendo en castellano y es el idioma que usamos. Las leguas muertas para los eruditos, o para los que les gusten.

Buen día
¿Y?

Yo tenía entendido, y leído, que la obra capital es "Los MILAGROS de Nuestra Señora". Fue el primer representante del "mester de clerecía"

También se puede decir de él, pues está escrito, que quizás sea el primer falsificador de documentos eclesiásticos con fines de interés monetario. Por supuesto, en favor de la iglesia.

Pero vamos, que todo esto es de Educación Secundaria, Bachillerato Elemental, etc., asignatura de Literatura concretamente.

Carpe diem
He estado repasando escritos anteriores, porque me acordé que los relatos del colegio no los había terminado de subir aquí. Y me he acordado al leer lo que me dices, Juan (libertad), de ir poniendo aquí fotos de Valfermoso, que también se me había olvidado de mandarte.
Las fotos fue por despiste, pues creía que te las había mandado al estar por hacerlo en más de una ocasión, en cambio lo de los relatos fue porque por aquellas fechas, poco después de la visita al pueblo, por culpa de alguien de los ... (ver texto completo)
Felicidades por vuestras composiciones, me han gustado todas; las interesantes y las sentidas, pero todas muy bonitas. Y aunque la métrica de los sonetos no sea la "correcta", al menos la rima sí lo es; el del cuento además con frescura.
A mí particularmente me da igual lo de la métrica, pienso que hay "leyes" que no deberían de existir. Además, que los "literatos", se las saltan cuando quieren, por el mero hecho de haberse encumbrado. Y al soneto lo han cambiado tantos la métrica que ¿por qué hay que seguir las que rigen esta composición?

Carmen, no me ha dado tiempo a leer el poema que pusiste y has quitado: ¿Habría forma de poder leerlo?

Dejo esta composición que hice allá por el 2007 que al leer las vuestras sobre el tema, me he acordado que la tenía entre mis trabajos.

A LOS LABRIEGOS DE ANTAÑO

Te he sentido debajo,
de mis manos, de mi frente,
de mi pecho y mi vientre,
tantas, tantísimas veces...,
mas, de otra forma no podría,
pues ímprobo esfuerzo sería,
por más que inútil trabajo
y de tamaña fechoría,
el encontrarme yo por bajo,
sin dar a la Naturaleza reveses.

Te acicalaba, mimaba, preparaba,
¡y no mecánico como ahora!
que con animal y mano peinaba
más el espíritu que aun te adora,
que al fin sobre ti me tumbaba,
y después de introducir
en su orificio la semilla
y hacer del pitillo colilla,
me abandonaba a dormir,
laso y quedo por la fatiga.

Amada y querida benefactora,
que en unos meses adelante,
al ser la hembra más grande,
la más bella y fértil señora,
tras gestación con zozobra,
pues tiene este tal talante
el depender de las lluvias,
hasta que en su parida sale,
trigo, garbanzos y alubias,
así el labriego no pasa hambre.

AdriPozuelo (A. M. A.) ... (ver texto completo)
UNA NOCHE DE CAMINO A LA GRANJA
(continuación)

Al llegar al borde del arroyo tenía que hacer la misma operación, pero ahora iban cargados los cajones y pesaban. ¿Cuánto pesarán con los huevos? –pensó, pues nunca se tomó la molestia de pesarlos y nadie se lo dijo nunca-. Se echó al hombro el primero y lo dejó al otro lado y así con el segundo, tras pasar las penalidades descritas a la ida, pero con el gravamen del peso que suponían sesenta docenas de huevos. Ya no sentía ni el frío ni el agua en sus pies. Volvió a por el carrito, lo elevó y cuando se estabilizó, cuando las piernas dejaron de trastabillarle, bajó el terraplén. La linterna daba ya menos luz que un grifo, y claro, pasó lo que no tenía que pasar.

Resbaló en uno de los cascotes del centro del arroyo, el cual mediría el ancho de una calle más o menos; se cayó al agua; se empapó; maldijo a quien sabe qué y a quien; se incorporó en medio del agua que le llegaba casi por la cintura -el casi era su culo que es el que cubría el agua- y a tientas y a ciegas, pues aunque la linterna no la había soltado de su boca, no alumbraba ya, palpó el carro, se encaramó en un cascote y tirando con rabia de él hacia arriba, haciendo acopio de todas sus fuerzas, lo estrelló contra el talud del arroyo.

Le daba ya igual si el carro se rompía y tenía que dejar todo allí. Ya iría a recogerlo quien fuese. “ ¿No tiene el “bigardo” del marido de la fí de pú de la Angelines un Desoto? ¡Pues que venga él a por ello!”. Todo esto no lo pensó, lo gritaba con toda la fuerza que su garganta y el resuello que le quedaba le permitían, al expeler el aire de sus pulmones. Dyc lo miraba extrañado y se puso a ladrar formando dúo con él, en un canto lastimero y de rabia.

Logró subir el carro, y comprobando que no tenía grandes desperfectos; se había roto, o desoldado, nada más que una de las barras laterales y otra aparecía doblada. Lo cargó todo de nuevo y acompañado de la musiquilla que se desprendía de su calzado y las ruedas del remolque a medias de inflar, la cual le era ya muy familiar: ¡chloff!, ¡chlaff!, ¡chloff!, ¡chlaff! Silbando “El puente sobre el río quai” emprendió la marcha.

Siempre silbaba. Tanto si estaba contento, por tanto era de alegría, como si estaba cabreado -como iba en ese momento-, como si estaba despachando en la tienda, ya que se le escapaba y sus jefas, lo mismo que Leandro el encargado, le recriminaban por ello, siempre silbaba. Por eso, el “bigardo” de Fernando le puso el mote de “el silbidito”. Él, en contra punto le puso el mote de “el bigardo” al marido de la jefa, pues era un hombre alto, delgado y de andares chulescos, así como las formas de expresarse. “El bigardo” se reía, se cachondeaba de él y eso no le gustaba en absoluto, “le llevaban los demonios”.

Cuando llegó a la tienda donde trabajaba, de donde había salido a las 8 de la noche, hora del cierre, aunque siempre se cerraba bastante más tarde, ya que si no iba al monte, tampoco llegaba a su casa antes de las diez de la noche, era ya cerca de la media noche. ¡Y eso por el camino más corto! Dejó el remolque detrás del “Desoto” en el garaje. “A ver si te lo cargas y el coche también”. Se dijo, y cogiendo su bicicleta se dispuso a irse a su casa, donde todos estarían durmiendo. Bueno todos no, pues siempre le salían a recibir varios gatos que tenían.

Al menos esa noche, como todas las que iba al monte, se acostaría antes de la una de la madrugada. Esta era la hora en que se acostaba la mayoría de los días, pues al llegar a casa cenaba y se ponía a dibujar y estudiar dibujo y pintura por correspondencia. Al día siguiente, claro que ya se acostaba siendo otro día, se levantaba a las seis de la mañana para continuar los estudios.

Cuando se acercaba al tablero de dibujo que apoyaba sobre la mesa, veía los estragos hechos con el lápiz sobre el dibujo, a consecuencia del sueño que tenía antes de irse a la cama semidormido.

Invariablemente, había un trazo que iba desde un punto del dibujo, hacia abajo del papel, salía por el tablero y finalizaba, formando una especie de caracola o rayajos, sobre la mesa. Borraba, rectificaba y seguía conformando los perfiles de columnas, capiteles y cornisas del Partenón, que era lo que estaba dibujando esos días sobre papel Canson, el cual sujetaba al tablero de aglomerado con cuatro chinchetas. Dibujaba y estudiaba hasta cerca de las nueve, que es cuando entraba a trabajar en la tienda, siendo, la hora de salida típicamente utópica. ... (ver texto completo)
UNA NOCHE DE CAMINO A LA GRANJA

Hacía ya un buen rato que caminaba a oscuras, adentrado en el Camino de las Huertas. Las luces del Barrio de la Estación primero y las de la vaquería “del Segovia” después, habíanse quedado muy atrás. La próxima luz, si es que no se encontraba rota la bombilla, lo cual era lo más frecuente, le saldría al paso unos 200m más adelante. No es que le sirviera de gran ayuda, pues entre la altura a que se encontraba y lo poco que alumbraba, no podía evitar hundir sus ... (ver texto completo)
De nada Juan, espero que te gusten y si no, pues se repiten y ya está. ¿No te parece?

Esta que pongo aquí, la del paño que queda en pie del castillo junto al cementerio, me la han marcado bastantes en Google, que les ha gustado.
¡Hola, AdriPozuelo! ¿Cuàndo estuviste en Bs. As.? Làstima no habernos contactado para encontrarnos en esas dos quedadas por aquì. Me encantarìa volver a España y participar de reuniones de foreros para conocernos personalmente.
¡Un abrazo!
Hola Noemí.
Estuve por Argentina en dos ocasiones, la primera del 1 de septiembre al 25 de octubre de 2008, estuve en Córdoba y al regreso pasé por Buenos Aires para encontrarme con gente de un foro.
El segundo viaje fue de mediados de marzo hasta últimos de julio de 2009, también a Córdoba. En mayo volví a visitar B. A. y volvimos a encontrarnos más gente del mismo foro, no de este. Aunque esta vez la visita a la capital fue de tres días, no me recorrí apenas nada de ella, porque con lo grande ... (ver texto completo)
Pues aquí dejo unas vivencias de chavales en prosa rimada.

La merienda

Era una tarde cualquiera de la década de los cincuenta, donde el año no importa, ni cuenta, aun para el caso que fuera, en que unos cuantos chavales, cinco, cuatro hermanos y un amigo por más señas, tras dejar las tareas cabales, deciden, como hacían algunas tardes, irse al barranco a jugar y también de merienda.

Preparan sus canteros de pan, quitándoles la miga, rociando por dentro de aceite, tomate, pimentón y sal, ... (ver texto completo)
Gracias Carmen y Juan (libertad).

Me acerco por aquí tras unos días enredado en cosillas y sufriendo "un trancazo" de órdago que me tiene como atontado, aunque no sé si quitarle el "como".

Me he estado deleitando leyéndoos y por lo que he leído sobre la intención de conocer gente virtual en persona, me apunto al encuentro.

Juan, tú y yo ya nos conocemos, pero sería un placer poder vernos de nuevo. No tienes que disculparte más por lo de la visita a tu pueblo, ni te tienes que sentir mal u obligado a nada, comprendí que tenías que recorrer más kilómetros que yo de vuelta a casa. Dice un dicho que "hay más días que longaniza", así que ya habrá otra ocasión y otro día para repetir la experiencia con más tiempo.

Me tienes que perdonar tú a mí, por no haberte mandado las fotos como quedamos. Te las iba a mandar a raíz de escribir aquí sobre la visita y no sé por qué se me pasó; de tal forma que después ya ni me acordaba de ellas hasta que he leído por aquí arriba que me las pedías. Te las mando al correo en dentro de un rato. A ver si cuando leas esto ya las has visto.

Saludos

PD. Noemí, sería estupendo que pudieras visitar España y nos conociéramos en persona, encontrándonos unos cuantos foreros. De estos foros, porque en otro que estoy ya nos hemos hecho unas cuantas quedadas por distintas poblaciones españolas.
Hasta yo convoqué dos en Argentina, en Buenos Aires concretamente, en dos ocasiones que por allende los mares estuve. Tengo otra pendiente con la misma gente y alguna más que se han apuntado nuevos al foro, pues somos de muchas nacionalidades, ya que el programa se ve en todo el mundo, pero no sé cuando podré volver por allí.

Saludos ... (ver texto completo)
Aunque ya lo puse anteriormente, pero no sé en cual de los subforos, os deseo a todos muy feliz año nuevo y que de tan feliz y bienhechor nos resulte cortito cortito.

¡Ah! Que aunque no comente nada al leeros, quiero que sepáis que me leo todo lo que escribís todos; por aquí, eso sí, que en otros subforos ni entro para no cabrearme con los disparates que dejan algunos.
Accidente mortal

Circulaba a gran velocidad por la autovía. Pocos minutos faltaban para el desenlace, aunque esperado cambio, y a su pesar veía que no llegaría a tiempo.

Conectó la radio, pues así al menos oiría el ambiente que sabía que se iba a perder de disfrutar en directo.

El presentador de turno, a voz en grito decía en ese momento: “... los cuartos” y guardó silencio. Comenzaron a oírse los cuatro toques dobles de campanas; cesaron, y comenzaron los tañidos de las doce campanadas.

En el mismo instante que se dejó de oír el primero, sin atenuarse su eco metálico y sin llegar a sonar el segundo golpe de badajo, dos lindos gatitos, rayados de un precioso rubio, sentados en el interior de un cesto de mimbre, sus despiertos ojos mirándole, se interpusieron en su trayectoria.

No pudo sortearlos, pues de haberlo hecho habría derrapado y hubiera salido por un lateral de la autopista a despeñarse por el talud. Pisó el freno pero no pudo evitar el encontronazo.

El golpe fue brutal, mortal de necesidad. Quedó un instante conmocionado, aturdido, pero no lo suficiente como para no poder ver ante él una masa ingente de números, poco antes compacta, que se desintegraba en el espacio.

Días, semanas, meses, todos por los aires; todos se iban al garete. Aferrado al volante con las dos manos, los ojos desorbitados por el asombro, oyó un fuerte golpe sobre el coche. El techó bajó hasta tocarle la cabeza.

Se apeó para inspeccionar qué podía haber sido aquello, comprobando incrédulo como un gran almanaque, con un nuevo año en sus hojas, irremisiblemente se le había venido encima. ... (ver texto completo)
CONVERSACIONES EN EL BAR

-“Pos te digo, que como no caiga na este año, pal que viene, si vivo, no echo ná”. Dijo el hombre más viejo.

-Porque tú lo digas. Le contestó la mujer que estaba a su izquierda y que yo veía de frente, figurándome que sería su esposa, pero como después pude comprobar no lo era.

-“Pos a ver: ¿pa que lo quiero yo ya?” Apostilló el abuelo.

-“ ¡Anda! Pos se lo dejas pa los hijos o pa los nietos”. Le volvió a replicar la de su izquierda.
... (ver texto completo)
Mañana templada de otoño

La mañana de hoy no estaba calurosa. El sol lucía bien y el ambiente estaba claro, no había nubes sobre la zona y por tanto no había humedad en el ambiente. Quizás esto se debía más al aire que soplaba, flojo eso sí, apenas un relente intermitente, que parecía que llegaba hasta Buendía y volviendo por Alcocer y Pareja aparecía de nuevo por el otro lado del pantano, para soplar de nuevo ligeramente las orejas, que es donde más se notaba que venía frío.

También es cierto que estos últimos días soplaba más fuerte y venía más bajo de temperatura que hoy. Por tanto el paseo matutino se prometía agradable y tranquilo, y así fue y así lo disfruté. Y lo disfrutamos, que Suska venía conmigo como todas las mañanas. Al igual que la cámara, pues hoy, antes de salir de casa y cerciorarme al asomarme por la terraza de cómo estaba el tiempo, también se vino con nosotros pues estos días de atrás, al estar el ambiente ventoso y frío no la saqué ni de la bolsa.

El paseo no ha sido muy largo ni muy productivo en fotos, apenas dos herrerillos picoteando en el interior de las piñas, quizás buscando y encontrando su desayuno de insectos, descolgándose de las ramas entre las agujas de los pinos.
Alrededor del pantano estaban los militares que llegaron ayer en mediano convoy de vehículos todo terreno y camiones cisterna, ambos del color clásico del ejército, más camiones bomba, de bombeo de líquidos no de detonación, de color rojo, donde en los laterales se podía leer: “UNIDAD MILITAR DE EMERGENCIAS”.

Como decía, no volví con mucho material en la cámara: unas fotos de herrerillos, otras cuantas de la muy mala poda de pinos, una chapuza de tala, que todo hay que decirlo; unas cuantas de unos bultos en el suelo del pinar, incipientes brotes de unas cuantas setas y completando la pequeña compilación, unas cuantas de las orillas del pantano, donde en distintos puntos tenían parados los militares los vehículos de la UME.

Me acerqué hasta el pueblo después y me llegué al bar, donde tantas mañanas me tomo un desayuno de café con churros, aunque últimamente no voy tan seguido, debido a cierta dieta que tiene uno que seguir, claro que alguna vez, como hoy, me la salto un poco.

Como el salto no es tan grande, ni doloroso por supuesto, pues ahí me tienen, sentado a una de las mesas, de cara a la puerta como ya es costumbre y oyendo a los parroquianos, sin meter yo baza en tales conversaciones, como también es costumbre en mí.

- ¡Buenos días! Me contesta el camarero, tras hacer yo el mismo deseo a los concurrentes, en lo que hacía mi entrada en el local y me dirigía a mi mesa. - ¿Chocolate? Me dice. No, café con leche y unos churritos, le contesto yo. –Ahora mismo le sirvo. Continúa él en lo que se dirige al interior del mostrador, con unos servicios de desayuno ya consumidos que andaba recogiendo de las mesas.

- ¿Es que va mal el negocio? Oigo a uno de los que al mostrador estaban, dirigiéndose a una clienta que había a su lado. – ¡Que si va mal! Contesta ella y él sigue: –Claro, que ahora en invierno..., y sin dar tiempo al hombre a que siga le interrumpe con esto: -No solo eso, y la crisis que hay, que, además, como son artículos de lujo, o “los han puesto así ellos”, con ese impuesto, que... –Ya, claro. Confirma su interlocutor, devolviéndole la misma moneda.

Los rayos del sol, tras filtrarse por los cristales de la ventana, caían sobre mi mesa, mi hombro derecho y parte de la espalda, caldeando el local algo más de lo que al parecer lo había calentado anteriormente la calefacción, lo que provocó que me despojase del chaleco acolchado que llevaba puesto y que en principio no me había quitado.

A un tiempo, por los altavoces estratégicamente colocados en el local, se oía a la Creedence Clearwater Revival con el tema ¿Has visto alguna vez la lluvia?

-Hay que ver el tiempo “cace”, eh. Confirma, más que pregunta el camarero a otro de los parroquianos, sin detenerse a oír negación o afirmación alguna, en lo que sigue con la bayeta en la mano, dando una ligera limpieza sobre el mostrador y se pierde por entre los batientes tras la barra.

-Pues a ti, eso no te “vié ná” de bien, no. Le inquiere el cliente apoyado sobre el mostrador, como sintiéndose aludido. –“Bué”, nunca se sabe. Sin ir más lejos, ayer vinieron los chicos que “vien” a merendar otros martes y me dijeron si podía prepararles unos churros, sabiendo que por las tardes no hago. Y en esas que vienen los “soldaos” y me dicen que si les puedo preparar “pa tós”, “pa” la tarde, unos churros, que querían venir a merendar con chocolate. - ¿“Pa cuantos”? Les digo y me dicen que “ciento”. Así que ya me comprenderás. –No te quejarás entonces, no.

-Pues esta noche han caído unas gotas. Dice otro que estaba junto al que contestó apostillando al camarero. -Ya, pero poco, “ná”. “Porquesta mañana subí allí, a las gallinas, pa charlas de comer y ná, el suelo ni marcao”. Le contesta el camarero, ni negando ni afirmando, “sino todo lo contrario”.

-“Anda, que no trabajas tú ni ná”. Le dice otro cliente que por el corrillo rondaba, para meter baza en cuanto la ocasión se presentase. –Es que lo tuyo han “sio” siempre los churros. Apostilla otro. –Anda, si tú no has “trabajao” nunca. Le dice otro que de listo y gracioso quería dárselas, a razón del tono socarrón empleado, y el hombre se anima.

-No, que va, toda la vida. Pues fíjate. Fíjate si llevo años en esto y trabajando. Recuerdo que siendo un chaval, fui con mi padre a (nombre del pueblo sin captar), porque íbamos con el tractor y el remolque haciendo churros por los pueblos, y tenían una cacería. El contratista un tal Gabriel, que se llevó “pa yá” a Luis Miguel Dominguín y a Pedro Carrasco, fíjate, fíjate si “macuerdo”, que nos subieron arriba y nos pusieron en el balcón del ayuntamiento y allí pusimos el fogón y la churrera.

-Menudas correrías os “habís dao”. Le dice otro. –Fíjate, fíjate –continua- que otra vez nos cogemos el tractor y nos vamos “pal” cementerio de (¿...,...?) y de Pareja, por unas cajas de cinc... - ¿De muerto? Le interrumpe el de las correrías. –Pues claro, ¿de qué sino? y unas bayonetas de cuando la gerra, “pal”...

Sin esperar a saber para quién iban a ser las bayonetas, me levanté, me puse el chaleco, la gorra y me eché al hombro la cámara. - ¿Qué le debo? Dije al camarero, preparando ya el importe, pues si no ha subido el desayuno en los días que llevo sin aparecer por allí, siempre son 1, 50 €.

Salía por la puerta del local al zaguán cuando terminaba Proud Mary, también de la Creedence. Y al bajar del primer escalón al zaguán, en lo que llegaba a la puerta de la calle, me marqué unos pasos. ¡Qué tiempos!

Si me vieron los que quedaban dentro ¿qué iban a decir, si todos estamos locos de alguna manera, y el que no, poco le falta? ... (ver texto completo)
Hola Carmen; pues sí que fue grato el encuentro. Estuvimos recorriendo su pueblo y saludando a familiares. Lo que siento es que por nuestra causa se perdiera el encierro de Balconcillos.
ME ACUERDO DE...:
(Continuación "Las condenas")

En una de las ocasiones en que se levantaba pidiéndonos silencio con el dedo sobre sus labios, previendo que pudiéramos dar aviso al despistado, lo pilló desprevenido, sin enterarse de lo que se le venía encima hasta que lo sintió.

Quizás el destino, o lo que fuese, quiso que en el momento de acercársele el “cuco” estuviese mirando la moneda que tenía en sus manos a la altura de la barriga y el golpe que dio contra el cristal lo diera con la frente, pues si lo da con la nariz, en vez de hacerse añicos, como así se hizo el cristal, hubiese sido su nariz la destrozada.

Senos, cornetes, vómer, toda la cavidad nasal podría haberse ido al garete, como incluidos los maxilares, haciendo que “escupiese dientes como pipas de sandía”, como dijo uno de los compañeros, y vaya usted a saber cuántos huesos más podría haberle roto, pues el muy bruto le dio tal pescozón que si le da con el canto de la mano le deja seco como a un conejo sacrificado para la cazuela. Tal bestia era.

--------------<>-------------

Las armas

Si te pillaba “de cotilleo con la vecina”, como él decía, lo primero que te ganabas era el "paquetazo". Esto no era otra cosa más que darte con un paquete que consistía en un mazo de papeles que había formado con un almanaque viejo, de los que había que ir quitando una hoja cada día y se colocaban en la pared.

Al menos contenía 365 hojas y su tamaño sería de 15x10x5 cm aproximadamente. Lo tenía bien apretado con cuerda de bramante, dándole varias vueltas cruzadas y lo lanzaba cuando veía que alguno estaba hablando y tenía vuelta la cabeza hacia el vecino del pupitre de detrás del suyo. Y, entonces… ¡catacrác! Hacía blanco con el paquete en el cogote del interfecto. Hay que ver qué puntería tenía el andoba.

La hoja de aquellos calendarios la quitaba don Vicente, o el pelota número uno indistintamente, todos los días; el “número dos” apuntaba en el encerado a los que hablasen cuando el profe salía de clase, como por ejemplo al servicio. Él no echaba moneda porque ya se sabe que el que manda, manda. A veces subastaba "el apuntador", pero claro, casi nadie pujaba y solía ser siempre el mismo.

El pelota número tres era un infiltrado en nuestro grupo –la verdad es que yo no sabía entonces qué era eso- y se le decía así porque el padre de uno de los nuestros le puso ese mote, sin saber quién era, ya que el profe siempre se enteraba de lo que hacíamos fuera del cole, incluso si lo hacíamos los sábados, los domingos y los días de “fiestas de guardar”. Como es de suponer, al principio no sabíamos su identidad, pero dadas las consecuencias, el padre de nuestro amigo dijo aquello: que teníamos un infiltrado en nuestras filas.

Por cualquier otra cosa, como un garabato en un cuaderno, un borrón, un agujero de tanto borrar, etc., te podía dar con la regla en las puntas de los dedos -aunque era en las uñas y con ellos juntos-, como darte con una vara flexible que tenía, semejante al bastón de Charlot.

Incluso nos hacía demostraciones como las que hacía el actor; lo flexionaba obligándolo contra el suelo, lo soltaba y cuando saltaba: ¡Ale hop! lo cogía en el aire; ¡pedazo de artista él! Al igual que si fuese El Zorro, te apuntaba y... ¡olé sus mengues! en una, o dos horas a lo sumo, tenías "la marca de aquél zorro" sobre la cara, o cualquier otra parte corporal, y durante unas cuantas semanas.

También podía atizar –pues nadie se lo impedía o se lo prohibía- con una correa de goma de un motor. La había cortado y llevando uno de sus extremos hacia atrás, lo había unido a cierta distancia con cuerda fina de bramante, de tal forma que pudiera usarse como asa del látigo en que la convertía. Con aquella correa me cruzó –literalmente- la cara.

Un día -cualquiera, pues no recuerdo la fecha en que fue- habíamos salido al recreo y nos fuimos a correr por fuera del recinto del colegio, cómo hacíamos de vez en cuando. Aunque el recinto era imaginario, ya que no le quedaba en alto nada del alambrado perimetral que lo delimitara en su día.

Tan sólo quedaban algunos postes de hierro en pie, pocos, limitándose a uno acá y otro allá, más los de las esquinas. Y ¡asombroso! las puertas existían –o subsistían- oxidadas y solitarias en medio de la nada, abiertas de par en par, ya que debido al óxido acumulado que tenían las bisagras, por la erosión y el desuso, no se podían mover.

La maya metálica estaba hecha una cuerda, de retorcida que estaba, y reposaba en el suelo, sujeta aún a los postes por abajo, e igualmente oxidada. Por algunos tramos la habíamos integrado en la tierra, pues era pisada y repisada diariamente, ya que “salíamos y entrábamos” al recinto por donde nos venía en gana, al no tener obstáculo físico que nos lo impidiera.

Para colmo, salimos por la puerta a correr unos cuantos kilómetros, teniendo que rodear el recinto para dirigirnos al comienzo del circuito que nos habíamos trazado de antemano.

Cuando regresamos estaban todas y todos, incluso párvulos, aún en el recreo, excepto nuestros compañeros de clase y el maestro. Nos miramos entre sí y nos encogimos de hombros, en gesto de extrañeza, mirando en todas direcciones por si veíamos a alguno. ¿Qué pasa, donde están los de nuestra clase? –nos preguntábamos-.

No podían haberse ido todos a correr por otro sitio y más improbable era que se hubiese ido con ellos D. Vicente, pues por allí tampoco estaba.

Estaban todos en clase, nos dijo uno de mis hermanos mayores, y que había sido "el Hermosilla segundo" quien se lo había chivado al profe. ¡Hombre ya sabíamos quién era el "infiltrao" que nos vendía y nos delataba; un compañero nuestro de correrías. No de todas, pues no era muy lanzado que digamos. Claro que, así se explicaba el que no secundara muchas de las nuestras, como la del maratón reciente por ejemplo.

Pero es que mira que éramos tontos, si era el hermano del "número uno", tanto de los de la clase como el de los pelotas.

Llegamos a la puerta de clase y llamamos. - ¡Que paséis! -nos gritó un compañero-. ¿Qué raro, no estará D. Vicente? -nos extrañamos-. Abrimos la puerta y como su mesa quedaba enfrente, y desde la puerta se veía toda la clase a nuestra izquierda, comprobamos que no estaba ni en su sitio ni por allí. ¡Qué confundidos estábamos!

La puerta se abría a derechas, quedando detrás de ella hueco suficiente para que abriera y no diera en la pared. Comenzamos a entrar de uno en uno, pues la puerta era de doble hoja, pero se abría solamente una de ellas.

Continuará ... (ver texto completo)
ME ACUERDO DE...:
(Continuación)

Las condenas

Al entrar por la mañana en clase, lo primero de todo era rezar el Padre Nuestro, después cantar “el caralsol", el que no quise aprenderme nunca, porque no me dio la gana, quizás en solidaridad a las ideas de mi padre y algunos de mis tíos –no comunistas ni de “rojos”, aunque de ello les tachasen, y que luego fueron mías también-, y seguidamente a estudiar. Si no te sabías la lección, ibas castigado de rodillas al suelo, a veces con escorias debajo ... (ver texto completo)
La placa es esta, no?

El mío también es un Ford, Mondeo verde oscuro. Lo del clavel y la revista era película total.

Hasta mañana entonces.
Buenos días Adri:
quizás hayas continuado con tus relatos tan diferentes de los míos en cuanto a contenido, forma y extensión.
Como le decía a Juan (libertad) en cuando a todo lo conocido en materia de educación en mis tiempos de niña, fueron muy distintos y no lo voy a seguir contando.
Creo que una misma ley da para hacer muchas enseñanzas distintas porque si no, no se comprende que en un país pudiera haber tantas diferencias. Que las había puesto que me tocó vivirlas.

Por ejemplo, en Madrid. ... (ver texto completo)
E. C. E. P. de Pozuelo.

Antiguo matadero municipal,
posteriormente Centro de Estudios
para Mayores.

Hola, buenas tardes Carmen.
La época en la que estoy con los relatos, es bastante anterior a la que tú me dices. Para esa, la década de los sesenta, llegando a los setenta, ya estaba harto de trabajar, y por ello, y a consecuencia de ello, es por lo que tuve que dejar los estudios, el colegio, a los diez años cerca de cumplir los once. En junio terminaron las clases para mí y en julio, de ... (ver texto completo)
Hola Juan: de acuerdo, mañana viernes a las dos (14:00 H), estaremos en Tendilla. Nos viene perfecto pues nos queda de camino. ¿Será este de la foto el bar que dices? En todo caso, estando allí ya lo veré.

Si no pones por aquí nada en contrario, así quedamos.

Y digo yo, o pregunto: ¿Sería conveniente ponerse un clavel rojo en el ojal y llevar una revista del Hola en la mano, para reconocernos? jaja. ¡Ale! A la antigua; o de película. (es broma)

Saludos
El puente "nuevo de piedra"
(en aquella época), cerca del
colegio en el barrio de La Estación.

ME ACUERDO DE...:
(Continuación)

Lo de la maquinilla de afilar tiene su miga, aunque lo demás también, y hasta corteza. La habíamos comprado entre todos, según él decía y gustaba jactarse de ello ante sus "colegas".

Claro que yo aporté algo menos que otros para la compra, pero más que él sí, pues en una sola aportación ya aporté ocho pesetas y pico. ... (ver texto completo)
El antiguo (más bien es que
se les quedó pequeño, viejo)
de Pozuelo de Alarcón

ME ACUERDO DE...:
(Continuación)

Después de aquella impresión ¿que podía fascinarme ya?, pues muchas cosas.

Recuerdo, que en párvulos estábamos las niñas y los niños juntos, en medianos y mayores no. Las chicas estaban en la planta de arriba y nosotros en la baja pues entonces no se permitía que estuviésemos "revueltos" ambos sexos en la misma clase, ni “a la misma altura”, en cambio en el recreo jugábamos ... (ver texto completo)
Entrando en Pozuelo,
desde Aravaca

Leyendo a carmen me he acordado de lo que puse más arriba, sobre las/os primeras/os maestras/os que tuve y voy a empezar con este fragmento, ya que como dije no cabe todo en un solo post.
Es todo verídico y real, no hay fantasía novelesca -y menos novelera- en el escrito, tan solo he tratado de escribirlo medianamente literario, cuidándome de que no lleve faltas ortográficas. No sé si lo habré conseguido.

ME ACUERDO DE...: Y TENÍA TRES AÑOS

*La vez que mi padre me llevó a la huerta donde había estado trabajando, para ver a sus antiguos compañeros. Las veces que se lo referí a mi madre y a mi padre, ya de mayor, me decían que era imposible que me acordara siendo tan pequeño, hasta que les di los detalles y se convencieron.

*La primera vez que fui al colegio, a la clase de párvulos, todo contento pues me parecía que ya era muy mayor y porque llevaba un babi nuevecito blanco con rayas azul clarito cruzadas, formando cuadritos y con mi nombre bordado, por mi madre, en el bolsillo del pecho.

*Cuando vi a mis dos "señoritas" -así se las llamaba entonces-, una alta y gruesa, la otra baja y delgada y que cuando las vi, se me quitaron las ganas de ir al colegio.
La alta y gruesa, que parecía más joven, pero no lo era, llevaba: una rebeca de punto marrón abrochada por tan sólo dos botones, no recuerdo cuantos la faltaban; una falda azul marino de tubo,-bastante tiempo más tarde supe que se llamaba así- con forma de saco y dada de sí, en extremo, a la altura del sitio de sentarse; unos zapatos, o botas cortas, ortopédicos, -después supe que etc., etc., etc., color marrón tirando a rojo, muy sucios, y torcidos hacia afuera y con los tacones bastante gastados por el efecto de ser coja, - lo que pude comprobar en cuanto se movió-.
El que fuera coja no me causó impresión, puesto que mi madre era coja desde la guerra civil “la del 36”, cuando cayó una bomba en la casa donde vivía y la metralla la destrozó una rodilla, tenía la pierna rígida y no torcía el zapato. Llevaba también, la “seño”, unas medias, muy tupidas, de color..., ¿como diría?..., ¿carne sucia?, o..., es igual, que iban desde los zapatos a la parte de abajo de las rodillas sujetas por unas ligas negras, que se dejaban ver en algunos tramos, en rededor de las piernas; una blusa, no recuerdo de qué color, pero sí recuerdo que tenía tal cantidad de "lámparas" (léase manchas) que quizás por eso no recuerdo el color. Tenía la cara mofletuda, con una curva insinuante de barbilla en su parte inferior y con algún pelillo por aquí, otro por allá, que, como vi más tarde, y en sus "momentos trascendentales", se los arrancaba haciendo pinzas con las uñas, tentándose la cara con las yemas de los dedos, pues, ¡ERA CIEGA!
Pero ¿era ciega de verdad?, esto nos lo preguntábamos pues para mirarte de frente ladeaba la cabeza a un lado, no recuerdo cuál, -"cáchis" con la memoria-; tenía dos ojos, eso sí, pero opacos y uno de distinto color que el otro, uno blanco y el otro con el iris azul con manchas grises y la pupila blanquecina; el pelo entre color marrón y pelirrojo y veteado de tonos grisáceos, parecía una fregona mal puesta (despeinada) sobre la cabeza, pues llevaba una pinza en todo lo alto que asemejaba ser el sitio para empalmar el mango. De vez en cuando comía un trozo de pan.
La baja y delgada, que parecía más vieja, por conforme vestía, iba de negro. Llevaba una rebeca de punto, con algo que parecían lunares, pero no lo eran; un vestido entero, y..., tampoco eran lunares; medias, que al igual que su hermana, y lo eran, -aunque no se pareciesen, eran como dos gotas de agua pero, eso sí, de un charco, todo depende de que una tenga más barro que otra- las llevaba por debajo de las rodillas sujetas por dos ligas ¡cielos blancas! y que igualmente hacían los guiños del Guadiana. Lo de negro, fue la primera impresión, puesto que es el que predominaba, pero con poca atención, pues saltaban a la vista, enseguida vi que tenía tantas "lámparas", o más, que su hermana; amarillas, blancuzcas, marrones y quizás negras, pero con el fondo negro no recuerdo si las había, o no las vi, -"cachis" con la memoria...-; la cara, bueno, típica, o tópica de bruja de cuento, -esto lo averigüé más tarde cuando comencé a leer cuentos-, tenía la barbilla picuda con un pelillo acá, otro allá, y que al igual que la hermana tenía sus "momentos trascendentales", el labio inferior, bueno y el superior, hundidos para dentro de la boca, como si se los estuviese mordiendo, pero no, no tenía dientes; tenía una ligerilla pelusa a modo de incipiente bigote, bueno incipiente, incipiente..., aquello tenía ya tantos años como ella, y tenía un ¿"lunarcillo"? con varios pelos, un poco más largos, en la comisura de los labios; unos ojillos almendrados o avellanados, no recuerdo bien, -"cáchis" con la…-, pero sí que eran pequeños, y que veían muy bien, ¿cómo no, si tenían que ver por las dos?; la frente estrecha surcada de arrugas, - que parecía un trozo de pana gruesa pegado-, y ¡ggff! una berruga del tamaño de un garbanzo, -esto sí lo supe en el acto pues en casa se comía cocido todos los días y yo había aprendido a limpiarlos incluso, así que como para no conocerlos; y tapando todo esto, más unas orejas que a mí se me hacían muy grandes, -sería por aquello de "para oírte mejoooor"-, una melena lánguida, grisácea, colgante y despreocupada, o desatendida, separada en el centro por una línea que parecía trazada por alguien con un pulso incapaz de enhebrar una aguja. Cuando más me asombré fue cuando la vi masticar el agua, sí, sí, masticar, pero ¿cómo si no tenía dientes?, más tarde mi madre me dijo que sería por eso por no tener dientes, Yo, me quedé (¿?).
Pasaban huevos por agua en un cazo que ponían en la estufa de clase y haciéndoles un agujero mojaban pan o los sorbían, -esto lo veía por primera vez- y ¡CLARO, DATE! ya sabía de donde provenían las "lámparas amarillas y blancas, por lo menos, las otras, sobre todo las de las medias y los zapatos lo supe más tarde. ... (ver texto completo)
Como soy amante de la piedra y admirador de aquellos hombres que construyeron tan grandes obras: si que me pregunto como lo hacían. Y es que por si no lo sabes, yo entre otros oficios, me hice cantero... amo la piedra y se de sus secretos. Tengo en mi haber, haber reparado una iglesia bastante deteriorada y su torre, casi en su totalidad, por haber sido destruída por un rayo. Esto en un pueblo de Cantabria llamado San Miguel de Aguayo. Precisamente no hace mucho he entrado en dicho pueblo, por este ... (ver texto completo)
libertad, si es que te quieres desplazar por mostrarme tu pueblo o informarme in situ de algunos pormenores, por mí encantado. Como leo que a la semana próxima no podrías, si quieres o te viene bien esta, alguno de los días que restan de ella, me lo dices y nos acercamos, así nos conocemos y ¡si es que hay bar en el pueblo, y abierto! nos tomamos un café, o lo que sea.
Dejo "esto" por aquí, por cambiar de tercio, que no sé si llamarlo romance o qué, pues es una cosa, diría chorrada, que se me ocurrió en un momento tonto.
Saludos

LA GLEBA

¡Mare despedime del pare!
pos me llevan pal frente.
Pa eso está quí cuesta gente,
que con las armas atizan,
me azuzan, mampujan
y, a tirar palante.
Con la cerviz gacha,
pesar en el alma grave,
dejo la granja con dolor,
y al pare solo que are
toas las tierras y siegue
y tras de aventar el grano,
tos los graneros llene,
pa quel invierno que viene,
tenga pal pan a mano,
y dineros pa comprar carne.
¡Mas, pasará lo quen otra guerra,
que las gentes del rey vendrán,
-la vida del labriego es perra-
de tal modo que arramblarán,
pitanzas, grano y la cerda,
conejos, la vaca y traerán:
pa ellos, gloria y grandeza,
pa nos, jambre y miseria.

¡No te quejes mal vasallo,
del rey, tu señor y amo!
¡Otros que han ido y venido,
con gloria y honor han vivido,
por el resto de sus años!

¡Mare, tu mía! ¿dices así?
Sangre de tu sangre soy.
¿No te apenas por mi,
por tu jombre, mis jermanos,
por lo que perdés aquí?
¿Qué justicia divina es asín,
quel logro con las manos,
no permita que lo comamos,
te castiguen a mal vivir,
por al que los gusanos,
han de dejar como a ti?
¿Qué derecho tién otros,
-y de cierto unos pocos-
a suyugar a la mayoría?
Pos sabido es, quen porfía,
y a costa de la muerte mía,
les ponemos en altaría,
y damos grandeza y honor.
¡Tiempos nuevos llegarán,
quel modo cambies de pensar!
Dineros pa ti, pal pare, igual que pan,
moradas de piedra y no chozas
pa tos los nos habrá.
Tal como otras cosas,
han de hacese quitar,
como es beneficiarse las mozas,
por derecho de perná.
¡De eso, ná de ná!
Que cada palo aguante su vela,
se gane el sustento y la camele,
qués como yo fago
si asín viene.
¡No ta muela! ... (ver texto completo)
Churrería en la que trabajé unos años,
en el barrio de La Estación,
en Pozuelo de Alarcón,
Madrid

Carmen, me ha gustado la "carta abierta" a tu profesora. Ojalá hubiera tenido yo alguno de mis profesores así; tanto las "seños" de párbulos, como algún maestro de "medianos" o "mayores", si no como ella, parcidos. Ya dejaré en otro momento un relato muy largo que tengo escrito de aquella época, ahora que lo tendré que poner en varios post, pues es bastante más extenso que el de arriba, que ... (ver texto completo)
Buenas tardes Carmen.
Me alegra mucho que te gusten mis relatos.

Mi pasión por los churros data de hace muchos años, que aunque trabajaba en una churrería desde los nueve años, los sacaba de la sartén y los despachaba calentitos, casi quemándome las manos al ensartarlos o pinchar las porras en los juncos; los he repartido con una cesta colgada a cada brazo en verano y asándome de calor más que junto al fogón, como con una cesta en un brazo en invierno y pasando más frío que un beduino en la Antártida, ... (ver texto completo)
La iglesia de Sacedón vista desde otro
ángulo, subiendo la calle de entrada
al pueblo desde la antigua carretera N-320.

Pues sí, es la de Sacedón. Y creo que ya va siendo hora, y fecha por mi parte, de que visite tu pueblo, como te dije hace tiempo que lo haría y aún no he ido. Eso que me pilla cerca y quizás más cerca aún pase cuando voy y vengo de Guadalajara.

Ya me dijiste lo de tus pasadas por el pueblo y que tu sobrina vive por aquí en unos chalets. Yo vivo cerca del pantano y de la ... (ver texto completo)
MAÑANA FRÍA DE MAYO (2ª parte y final)

... “-Y luego tienes a todos estos que vienen de Madrid y te aparcan de mala manera y donde les da la gana, sin respetar ná. Pero te tiés caguantar encima”.

“-A ver; ¿y qué vashacer?” Le contestó “la madrileña”, que hasta ese momento –y cosa rarísima- no había metido baza en una u otra de las conversaciones, dedicándose a meter los churros en el café y después en la boca, operación que interrumpió, dejando el goteante frito en el aire -el último-, pues ... (ver texto completo)
MAÑANA FRÍA DE MAYO (1ª parte)

Sombras que se ciernen sobre el umbral de la mente, aposentándose en el zaguán, ante la entrada de la cavidad donde languidecen las ideas, custodiando la cancela cual celoso cancerbero, impidiendo la fuga de toda idea coherente, así como la entrada de cosa alguna que las motive.

Con la mente obtusa y la vista perdida en un punto del exterior, desde la silla que ocupo junto a una mesa donde reposa un servicio de desayuno vacío, en el que hace tan solo un instante reposaban unos churros en el plato y el café humeaba en la taza, observo a través de los cristales de la puerta del local, cómo el viento frío de esta fresca mañana primaveral del mes de mayo, mece las frágiles ramas de los bajos matorrales que crecen al amparo de las centenarias piedras que conforman los añejos muros de la iglesia.

Pegados a la pétrea pared, apenas tienen sitio entre ésta y el nuevo bordillo de la acera para enraizarse allí, para profundizar horadando la apretada tierra, llegándose con sus raíces a acariciar los cimientos del templo, en su afán por agradecerle su desinteresada protección, adhiriéndose a él con sus capilares o rizomas, por entre los resquicios que puedan existir entre rocas y cascotes que lo conformen.

Al poco me sacan de mi abstracción dos nuevos clientes, que tras cruzar las puertas e interrumpir mi panorámica, dan los buenos días, siendo correspondidos por los que ya estábamos dentro. El camarero, y dueño del negocio, se dirige al hombre de la pareja en tono amistoso, cordial, como de conocerse ya desde hace tiempo. Más tarde, a tenor de las conversaciones, pude constatar que era nativo del lugar, pero residía en Madrid desde hacía muchos años, volviendo a su pueblo los fines de semana que podía, procurando pasar aquí el verano completo.

La pareja tomó asiento junto a una mesa contigua a la mía y entablaron conversación con otros presentes, interrumpiéndoles sus exposiciones, al “cambiar de tercio” el recién llegado. Y nunca mejor viniera el símil, pues la conversación trató de llevarla por derroteros taurinos.

Las conversaciones se cruzaban. En lo que unos hablaban de toros y toreros, otros llevaban sus comentarios a su terreno, al pueblo, del que estaban orgullosos al residir en él, unos, y del que despotricaban otros por culpa, precisamente, de todos “los extranjeros” que vienen a hacerlo menos tranquilo y menos bello, como se desprendía de unos comentarios vehementes, por una parte, y más condescendientes por otras.

... “-Pues va a Bilbao el diez y seis”. Decía el camarero, escoba en mano, a uno de los parroquianos que se encontraba echando monedas en la máquina tragaperras. “–Ya, es un chico bárbaro”. Le contestó el aludido, haciendo ambos referencia a un torrero, del que no supe el nombre al no oírlo cuando lo nombraron, por estar más atento a la conversación que desarrollaba “el otro bando” más cercano a mí, y que versaba sobre el pueblo. “-Este año en Madrid, no, pero el año pasado hizo una faena de mucho mérito”. Apostillaba el camarero dejando a un lado la escoba, dirigiéndose después tras el mostrador para servir los cafés y churros que le habían solicitado los recién llegados y otros dos que un instante antes entraron.

... “-El Madrid de los setenta y ochenta ya no es lo que era”. Decía “el madrileño”, con claras reminiscencias a un Madrid, que por supuesto, y por estar ya en otro siglo no volvería. Nostalgia evidente de todo “ochentista” que se precie de serlo, como bien se apreciaba que era el interlocutor, creyendo que aquél Madrid lo crearon ellos y “nos lo han venido a estropear todas las nuevas generaciones con sus novedosas costumbres” –palabras textuales-. “-Aunque nosotros fuimos los que sentamos las bases para que éstos pudieran disfrutar de las suyas tan ricamente; con la movida madrileña y otras aperturas, de las que se han venido a beneficiar todos, sin haber arrimado el hombro como hicimos los demás”. Y se quedó más ancho que alto, acentuando su chaparra estatura.

Palabras que oí con interés, o al menos con atención, pues viví aquella época además de disfrutarla. Por tanto, no estaba de acuerdo con sus afirmaciones, ya que no me considero “ochentista” y podría yo haberle rebatido, pues los de mi generación juvenil y adolescente, creyéndonos en edad de disfrutar ciertos placeres reservados a “los más mayores”, o “a los hombres” de aquella época –los sesenta y setenta-, nos considerábamos, o se consideran los que así lo creen, pues yo nunca me he apuntado el tanto aunque participase en el juego, que fuimos nosotros, nuestra generación, la que trajo toda apertura; tanto política como social y de libertades para la juventud.

Lo único más relevante que trajeron, y dejaron los “ochentistas” -los que así se vanaglorian de llamarse, no todo el que vivió la época-, fue el consumo de alucinógenos a ojos vista, “a plena luz del día”, siendo que nuestra generación aún lo hacía en privado; en “guateques” o reuniones caseras, pero no en la calle, donde creíamos que era dar mal ejemplo a los “jóvenes”, con las imágenes de peleles en que se convertían los que los consumían. Además, pesaban sobre nosotros otros cargos de conciencia, difíciles de desprenderse de ellos en tan solo el cambio de una década, tan arraigados en nosotros debido a la educación estricta recibida. También es cierto, que los que crearon la susodicha “movida”, fueron, o fuimos, los que pasaban o pasábamos de una a otra década, los que en la anterior usábamos pantalones campana y melenas; los que buscaban “nuevos horizontes” pues ya estaban hastiados de los que “descubrieron” diez años antes y no supieron, o mejor no quisieron, adaptar su vida ni encasillarla en los modismos y logros conseguidos, queriendo más libertad, ansiando más y más cosas, entrando de lleno en el consumismo y estrellándose en él al trascurrir de los años.

Siguiendo el hilo a la conversación sobre la capital, el camarero le respondió, apoyado en el mango de la escoba, de cara a los que ocupábamos las mesas, teniendo a su espalda el mostrador, imagen del pastor que vigila su rebaño: “-Bueno, pero tiene su encanto. Madrid sigue con su encanto, vayas por donde vayas. Y en verano hará calor, no te lo discuto –nadie le había contradicho ni una palabra-, pero puedes ir como quieras y adonde quieras sin problemas”.

Yo seguía las conversaciones alternativamente, ya que se cruzaban de derecha a izquierda del local, perdiéndome ciertas frases de unos y otros. El camarero respondía a estos o aaquellos, dependiendo del interés que provocasen en él los comentarios, los que “captaba y cogía al vuelo”, estando “en el plato, al caldo y las tajás”, como dice un antiguo dicho popular.

... “-Sí, tu prima, la del tío Vicente, vivía por allí, en la calle...”. Decía el “pastor a una de sus ovejas”, y que le hilaba la conversación por otro lado, aunque coincidiesen con el lugar, ya que “el madrileño” había conseguido centrarla en Madrid, dejando de lado la tauromaquia y el pueblo....“Sí, en Martínez de La Riva”. Contestaba al camarero, ya que daba la impresión de no recordar este el nombre de la calle. “-Sí, eso, por allí está; yo cogía el autobús en Tirso de Molina”. Contestóla el “vigilante del rebaño”.

...”Por mucho cariño que se le tenga a tu pueblo”, pero es así. Apostillaba otro de los contertulios al final de su parrafada en la conversación, que viajaba de Madrid a Sacedón alternativamente, dependiendo si hablaba “el madrileño” o lo hacía “el sacedonense”; o sacedonero, que tanto da, aunque a mí me resulte más agradable el primer gentilicio que el segundo.

“-Aquí no hacen nada por dar facilidades al que viene”. Contestó el dueño del local, interviniendo en esta otra conversación, ya que daba cancha alternativamente a unos y otros. “-Porque, no nos engañemos –prosiguió-, si no fuera por el turismo que viene, aquí no paraba nadie”. Algunos asintieron con un leve movimiento de cabeza afirmativo y otras y otros lo hicieron con palabras, dándole la razón. Y continuó de la guisa que se verá y mirando al madrileño, como dirigiéndose a él en exclusiva –quizás por aquello de dejar de lado al pueblo-, lo que éste tomó como clara alusión a su persona, como así lo mostraba el cariz que tomó su expresión, que de asentimiento y satisfacción, pasó a reflejar asombro y contrariedad.

Continuará

AdriPozuelo (A. M. A.)
Sacedón, Guadalajara
mayo de 2012 ... (ver texto completo)
Me siento nostálgico y por eso voy a dejar un "viejo" escrito mío por aquí. Últimamente no tengo ánimos para nuevas creaciones, las pienso en lo que estoy de paseo, se me ocurren infinidad de cosas y cuando llego a casa ni me acuerdo de lo pensado, a veces, y si me acuerdo no sé por dónde empezar y me da pereza volver a idearlo. Cuando me llevo bloc y boli, ni bulle el cacumen como para cocinar algo nuevo. ¡"Será cosa de la caló"!

Petronila y Grunilda

La pequeña Petronila se encaminó hacia la escalera, silenciosa y sigilosamente, con intención decidida de subir hasta el dormitorio de sus padres y así poder avisarles de lo que estaba ocurriendo en la cocina.

A través del ojo de la cerradura había visto una escena, que aunque no poco habitual en la estancia, pues ya había visto varias entre la cocinera y alguno de los hombres y muchachos que llevaban a casa las mercancías, ésta le pareció extraña en demasía.

Además de tener sus ropas recogidas a la altura de la cintura, lo que era normal en otras ocasiones, le pareció ver el rojo de la sangre sobre las vestiduras de Grunilda, la cocinera, y sobre el rostro y las manos del hombre que estaba de rodillas ante ella, la cual se encontraba en el suelo tendida y quieta, muy quieta, para conforme se movía en las otras ocasiones. Y callada, silenciosa, sin expresión alguna.

Por más, que la situación se desarrollaba sobre las frías baldosas del piso y no como en las otras ocasiones que se desarrollaban sobre la gran mesa de madera. Esta era usada en la preparación de masas para hornear, para el aliño de los alimentos y para el trinchado de verduras y carnes cuando se preparaban para los guisos, encontrándose en el centro de la cocina y en trayectoria idónea para que ella, a través del ojo de la cerradura, lo pudiese observar todo sin ser descubierta.

Y por más aun, que la extrañase el hecho de no sentir los quejidos que Grunilda emitía cuando aquellos hombres estaban, en la mayoría de las ocasiones, sobre ella y quizás por eso se quejase, pues a su corto entender, comprendía cuan daño le haría en la espalda la dura madera y otros utensilios que quedaban ocultos con su cuerpo cuando se tendía.

Con estas cavilaciones y preocupada en extremo, llegó a las cercanías de la puerta del dormitorio y hasta ella llegaron unos sonidos similares a los que había oído proferir al hombre que quedaba en la cocina ante Grunilda. Estos sonidos se le hicieron más nítidos al acercarse a la puerta y arrimar su oreja a ella, escuchando que se trataba de gemidos y estertores, similares a los que su madre y su padre emitían cuando se encontraban en ciertas situaciones, que ella había podido ver y oír a través del ojo de la cerradura de aquella misma puerta.

En muchas ocasiones no había querido observar, pero la curiosidad, la preocupación que sintió la primera vez que lo oyó, pues creía que estarían sufriendo por alguna causa que ella no comprendía, debido a que sus padres se demostraban un gran cariño, la obligaba, aun sin querer, a observar por si podría ayudar en un momento dado que lo necesitasen.

Pegó su ojo derecho al orificio de la cerradura y lo que vio la provocó un fuerte estremecimiento y un escalofrío que la recorrió todo su cuerpo, al tiempo que un grito se formaba en su garganta y que con la boca abierta desmesuradamente por el pánico que sentía, fue a salir al exterior, logrando evitarlo al poner sus manos instintivamente ante ella, reacción producida, quizás, por un sentido innato de conservación.

Supo al instante que allí ocurría algo muy raro, muy extraño y peligroso, al tiempo que comprendió que sus padres, lo mismo que Grunilda, estaban muertos, tendidos en el suelo y con unos seres muy raros con figura humana ante ambos.

Según estaban arrodillados de frente a ellos, vio como extraían del interior de sus vientres unos cordones largos, retorcidos y sangrantes, los cuales se llevaban a la boca, al tiempo que emitían lo que a ella le parecieron gruñidos más que gemidos, como en un principio creyó que serían. Aunque estos fuesen de satisfacción, pudo comprobar que se trataba de contrario significado a los que producían, tanto sus padres como Grunilda.

Al instante, Petronila comprendió las veladas palabras que llegaron a sus oídos, cuando el día anterior oyó al jefe de policía hablando con sus padres, sobre algo parecido a ciertos monstruos que al parecer, y esto no llegó nítidamente a sus oídos, podría haber por la comarca, sembrando el pánico y el terror y dejando muerte y desolación a su paso, desde y hasta donde no sabía nadie, ni de dónde hubiesen aparecido, ni adónde se dirigiesen.

De un salto, cual resorte retenido por trinquete, al que se le da libertad de posición de nuevo y bajo sus pies se encontrase, se incorporó y echó a correr escaleras abajo.
Cuando llegó al salón, pensó en buscar algo cortante, algún instrumento con tan fino filo que pudiese cortar de un solo tajo los tubos que antaño suministraban el gas a los quinqués adosados a las paredes y que ahora daban servicio a los calentadores.

Rápidamente se dirigió al estudio de su padre y volvió al salón con una catana, aferrándola con fuerza entre sus manos. De un solo tajo, fue cortando los tubos de cada uno de los tres quemadores y salió al exterior, encaminándose a la carrera hacia la leñera. Una vez allí, busco yesca de la que usaba Rómulo para prender la caldera y tomó la caja de los fósforos.

Volvió de nuevo a la casa y embozándose con la chaqueta de punto, se dirigió al despacho de su padre. Cerró la puerta tras de sí, prendió un fósforo y lo aplicó a la yesca, la cual salió ardiendo al instante.

Con la yesca en una mano y el tirador de la puerta en la otra, se preparó. Era consciente de que tenía que actuar rápido, si no quería sucumbir abrasada. Abrió rápidamente la puerta, lanzó al salón la antorcha en que se había trasformado la yesca y rápidamente cerró de nuevo.

Se dirigió a uno de los estantes de la librería y tiró hacia sí de uno de los tomos, en cuyo lomo se leía “Manual de primeros auxilios. Los mil y uno remedios caseros”. El libro tan solo rotó por la parte inferior del lomo, sin llegar a salirse de su sitio y al punto se abría una trampilla de hormigón, que a simple vista no hubiera localizado en el suelo ni “el más concienzudo investigador, por muy detallista que este fuera”. Así era como la decía su padre cada vez que abría y le mostraba el búnker, “por si vienen mal dadas y algún día lo necesitamos”.

Comenzó a bajar los escalones y se encendió automáticamente una luz. Al llegar abajo, la trampilla comenzó a cerrarse y al punto comenzaron a funcionar los extractores de aire y los impulsores de aire oxigenado, renovado.

Petronila se sentó dejándose caer al suelo y lloró amargamente, al tiempo que pedía perdón a sus padres y al Grunilda por lo que acababa de hacer.

AdriPozuelo
Villamanta
23/5/2008 ... (ver texto completo)
Bueno está, si cada vez, o al menos algunas, que te alegre el espíritu, el alma -y lo que sea porque estés contento-, al leer cosas que escribo.

En lo que comentas, no sé qué responder, pero te diré que a mí me suena mal eso que alegaron al trasladar la herencia; me huele mal, pero... Y no es porque se lo lleven a otra provincia o comunidad, que al fin y al cabo sigue quedando en España, sino el hecho en sí del traslado.

La foto que dejo aquí, es complemento de la anterior, la que dejo en el ... (ver texto completo)
Muchas gracias, celebro que te guste. Y por supuesto, puedes colgarla ahí y donde quieras, con que pongas la procedencia, o sea mi nombre, me sentiré pagado y orgulloso. Quizás ahí sea más leída que en mi blog.
Saludos
¡Albricias! Salió (se editó) al momento. La verdad es que no me lo esperaba.

Celebro tu vuelta, libertad.

cabrerodos, o ¿El cabrero II? me gusta tu composición, que aunque tú digas que no tiene ni pies ni cabeza, yo se los encuentro. ¡Hay que ver lo que se es capaz de hacer en ciertos estados de ánimo!
Esperando que se me publique, pues no sé si todavía estoy castigado, dejo por aquí esta composición que hice hace ya tiempo, dedicada a uno que se creía el ombligo del mundo en otro foro en el que entrábamos (y que por éste parece ser que también lo/s hay y le/s gusta dar a la banderita roja en cuanto se le/s contradice) y desde entonces apenas he pasado, aún teniendo por allí buenos amigos.

AL "OMBLIGO DEL MUNDO"

Cual aguerrido guerrero,
se cree, con larga pluma,
y no en sombrero,
alba ... (ver texto completo)
DE LA VIRGEN DEL CARMEN LAS FIESTAS

De la Virgen del Carmen la fiesta:
gigantes, cabezudos, pólvora,
con tiovivo, noria y la ola,
dieciséis de julio es la fecha
que marca indeleble le queda,
grabada entre ceja y ceja,
mas, aunque pareciere queja,
no es tal, pero por poder, pueda, ... (ver texto completo)
Todo sigue igual

Hoy me he levantado igual que otros días. El cuerpo más o menos desentumecido por el descanso nocturno y la mente más o menos despejada -o más o menos embotada, debido al mismo motivo, por ser acto necesario y fisiológico-; en fin, como cualquier día, ya sea laborable o festivo.

Nada era distinto en el ambiente. En el entorno todo estaba silencioso, al igual que la mayoría de las mañanas, oyéndose nada más y de vez en cuando, el ruido de algún vehículo en su rodar de neumáticos por la cercana carretera.
Abajo, en el jardín y el entorno de la casa, de los dos edificios de viviendas, no se oía nada ni a nadie, ni siquiera a los vecinos Miguel y Pepe en sus comentarios, versando estos sobre el “tiempo loco” o lo deportivo, idóneos que hubieran sido ambos para la ocasión, pues en lo meteorológico, aunque ya van siendo días más igualados en climatología desde dos fechas atrás, la mañana estaba fresquita; en lo deportivo hubieran tenido tema de conversación y debate para hartarse, al menos hasta la hora del almuerzo y poder seguir dándole después de la siesta, incluso hasta la hora de la cena.

Ni siquiera el canto de los pájaros era bullanguero, pero no permanecían callados pues más o menos a ellos se les oía, como se les oye otras mañanas que, asomándome a la terraza, los oigo e incluso los veo cantando y saltando de rama en rama, así como posados en el suelo, picoteando entre las pajas y yerbajos secos, restos de la siega de las altas hierbas, llevada a cabo por el jardinero en días pasados.

Asomado a la terraza, apoyado en la barandilla en lo que me fumaba un cigarrillo, después de tomarme un café con leche y antes de hacer la visita diaria al servicio, para después bajar con Suska, mi perrita, a dar el paseo matutino y cotidiano, comprobé que el día, este nuevo lunes siguiente al domingo día uno de julio, era, más o menos, como otro día cualquiera. Al menos en mi trajín matutino no cambiaba nada. Y es que ya lo dijo algún pensador ilustre, sabio o personaje notable: que “el hombre es un animal de costumbres”.

Nada oía o veía en la calle, excepto “mucho trapo al viento” en las terrazas cercanas, que me dijera o me hiciera pensar que había acontecido el día anterior algo trascendental, algo tan importante como para hacer cambiar el amanecer, mover los montes de enfrente, hacer que callasen las aves entre las verdes hojas de los frondosos árboles, o que algo había sucedido tan notorio e imprescindible para que trastocase nuestra vida cotidiana, por muy monótona que sea para unos, muy ajetreada para otros o muy tediosa, ramplona e incluso mísera y bonancible para muchos.

Aunque de bonanzas solo pueden disfrutar unos pocos. Y para esos pocos contribuimos la mayoría a que puedan disfrutarla. Contribuimos a ponerlos, a colocarlos y apoltronarlos donde están, ya sea mediante las urnas –modernismo reciente en el tiempo-, o “partiéndonos el pecho”, “batiéndonos el cobre” por ellos –coletilla ancestral que arrastra el historial humano-.

Porque desde tiempos inmemoriales viene siendo así. No hay más que consultar la Historia –la escriba quién la escriba- y tanto leyendo linealmente, como entre líneas, para darnos cuenta y saber que siempre ha sido así. ¡Y será!
Ya he comentado lo referente al “animal de costumbres que somos”. Individualmente y en comunidad, a lo que se podría decir que en rebaño, pues nos manejan como a corderos, que es como decir borregos y por tanto sumisos y llevaderos de un lado para otro sin protestar, que no sin rechistar, ya que “balar sí nos dejan”. Pero recuerdo un refrán, o dicho popular que decía mi padre mucho: “oveja que berrea –que bala- pierde bocao”.

Entramos al trapo como cualquier astado al capote, a la muleta –acción que se llama engaño-, encerrado en un coso, redondel o arena que es donde lo va a lidiar y a darle muerte –matarile-después “el maestro”, para gloria y “redondo” beneficio, si no es que antes se lo lleva el toro –el noble- a él por delante.

Valga el símil para nosotros –los humanos-, pues “al maestro del engaño” pocas veces le derrotamos, al menos “por la bravata”, pues nos falta bravura, y al final sucumbimos con sus estocadas, más o menos certeras, o si no, nos “dan la puntilla” y acabamos por los suelos.

Nosotros pagamos más impuestos, subidas de tarifas y “prebendas”, conseguidas a gratuidad antaño, lo que implica menoscabo de nuestro bienestar y merma de sueldos. Lo que redunda en beneficio de unos pocos, que siendo ya ricos se enriquecen cada vez más. Y en el de los políticos, pues no solo no se reducen los sueldos -ni los emolumentos, con todos sus significados-, por mucho que digan que se los han reducido en algunos –insignificantes- puntos o tantos %, si no que, ganan y ganarán más, ya que las prebendas les siguen cayendo.

Bien sea por comisiones, al dar tal o cual estamento público a privados, como porque esos estamentos van a parar a manos –y esto, descaradamente- de ellos mismos o de sus familiares. Casos reales y con personajes reales, que se están dando en España en éstos tiempos de crisis creadas. Y me atrevería a decir, que con estos fines en el punto de mira al crearlas.

Leyendo a don Benito Pérez Galdós en sus “Episodios Nacionales”, es como si uno estuviese leyendo las “Crónicas de la Nación” y el comportamiento del pueblo, de los políticos, la “nobleza” y realeza, no ya de este siglo, si no las actuales y contemporáneas en los albores del Siglo XXI en que nos encontramos inmersos.

Seguimos igual; seguiremos lo mismo. ¡”Que se parta el pecho el pueblo” por ellos! Que nos sigan dando fútbol, que es la tapadera política actual; la muralla o venda que nos ponen delante para que no veamos “lo que hay” –lo malo es que les sigue dando resultados-, o al menos para desviar la atención de lo verdaderamente importante para el pueblo –lo que a “ellos” no les ha importado nunca-; para nuestro bienestar que es el que vamos perdiendo poco a poco, paulatinamente, gobierno tras gobierno de los que se van sucediendo.

Pero claro, España es campeona de Europa. ¡Qué digo! ¡Campeonísima! ¡Tricampeona! ¡Y del Mundo, que “ahí es ná la cosa”! Y eso al parecer nos debe bastar.

No debemos de darnos cuenta, ni fijarnos –para eso nos dan fútbol-, en que al príncipe y a nuestro primer ministro o presidente, más a todo su séquito y parafernalia que gasta esta gente, les hemos pagado entre todos un partido de fútbol, y en el extranjero. Y además, el viaje, el hotel, las comilonas, las cañas de cerveza, los cafés y hasta los “mojitos” que les diera la gana tomar; ya puestos..., qué más da.

¿No se pagan cacerías africanas –reales, eso sí-, viajes, estancias, comilonas y queridas, incluidas e incluidos todos ellos en el precio, con fondos españoles?

Pero, no nos engañemos, pues por más que nos pidan perdón públicamente, eso sí, y con dignidad real ante las cámaras, y se nos diga que no volverá a pasar nunca más –recuerdan el eslogan a raíz del caso Prestige-, seguirá pasando, seguirá ocurriendo y seguiremos con el muro y la venda ante nosotros; seguiremos tropezando en la misma piedra, o junto con los burros seremos los animales que pisan la misma mierda varias veces.

Por todo ello, por esto y unas cuantas cosillas más, de igual o superior índole, creo que ni dejamos, ni dejaremos de ser, animales de costumbres.

AdriPozuelo (A. M. A.) ... (ver texto completo)
Que te leamos pronto por aquí, señal de que todo ha ido de maravilla, pues es lo que te deseo: una pronta recuperación. Ánimo y a escribir pronto.

Gracias por el beso que me toca y te mando otro.
Ya que dices que estarás por aquí hasta esas fechas, creo que leas esto.
Espero y deseo que todo salga bien, te restablezcas pronto e igualmente pronto te leamos por aquí.
Saludos y un solidario abrazo.
Muchas gracias Noemí. Yo también leo todo, aunque no comente sobre los escritos en la mayoría de ellos.

Bueno, la verdad es que apenas he comentado alguno, pues no sé hacer críticas literarias y el decir: ¡Qué bonito! ¡Cómo me gusta! ¡Es precioso! sé que no cuesta nada y al que se le dirigen seguro que le gustan, pero a veces me parecen tan manidas esas expresiones que, aun habiéndolas escrito en un post, voy y le borro.

Gracias por ofrecerme tu correo, lo he guardado hace un instante, antes de contestarte. El mío es éste: martinadrian@hotmail. es

Creo que al copiarlo se separan algunas letras, como por ejemplo en el tuyo (. es), en vez de aparecer todo junto (. es), pero como si lo transcribes mal te lo avisa con letras rojas, ya te darás cuenta.

Un abrazo y otra flor. ¡Ah! dices que la otra la vas a colocar en tu face; ¿el Facebook? porque allí tengo yo muchas subidas.

Saludos ... (ver texto completo)
Muchas gracias nés; reconfortan mucho unas palabras escritas dirigidas a uno directamente, así que en directo, escucharlas, de seguro que son, además de reconfortantes, reconstituyentes. Que si no para el cuerpo, para el alma y el epíritu no debe de haber mejor aliciente, como sinónimo de combustible, para poder continuar escribiendo.

Te mando un beso con mucho afecto y cariño y un abrazo. Y te digo como he dicho a Noemí, que espero no te moleste. Y como espero que sí te gusten las flores, también te mando una flor para ti.

Saludos ... (ver texto completo)
Muchas gracias Noemí, te agradezco mucho tus palabras al igual que el comentario y el haberme leído.

Si no te molesta, te mando un beso con mucho afecto; aunque también un abrazo y así desechas lo que no te guste o consideres inapropiado.

Creo que lo que sí te gustará será la flor de la foto, es para ti.

Saludos
PREGUNTAS SIN RESPUESTAS

Hay momentos largos, muy largos; tanto, que ya no son momentos y ni tan siquiera son larguísimos.
¿Son rachas? Pueden ser, pero no de viento; y si acaso lo fueren, sería un viento gélido, cortante, que no se conforma con cortarte la cara solamente, no, tiene que profundizar en tu interior, llegar a tus entrañas y destrozarte, erosionarte, llegar hasta el corazón y, tras convertirse en tornado, lo fuese oprimiendo, estrujando y se divirtiera escurriéndolo, como quien estruja una esponja por mera diversión.
Otras veces es la sensación de hallarte al principio de un desierto que has de atravesar sorteando los altibajos de sus dunas, para lograr llegar al oasis que vislumbras en el horizonte. Un oasis que se te antoja un paraíso, un vergel idílico, -- ¡iluso de ti!--, pero, ¡Oh destino cruel! cuando llegas no está. Se ha esfumado cual espejismo que era y te ves, otra vez, ante las dunas. Ves lo que crees que es un camino que las sortea y te decides a tomarlo pues estás cansado, harto, de tanto subir y bajar, pero cuando menos lo esperas, cuando has descuidado la vigilancia, cuando crees que llegarás al final del camino sin más contratiempos, pues todo el trayecto discurre con normalidad, ¡Zas! El inhumano destino se ha tomado con calma, con premeditación, la preparación de otra trampa, atando el extremo de una soga en un poste a un lado del camino y sujetando firmemente el otro extremo con sus manos, tira y te hace que tragues el polvo de nuevo. Y te deja, y coloca bien colocadita, sobre tu espalda una losa más pesada aun que la que tenías anteriormente.
Cuando te puedes incorporar de nuevo, después de que este desgraciado destino, (hermano pequeño o aprendiz del siguiente), te deja, ves que puedes seguir, pues aunque el camino es más angosto, apenas se dibujan obstáculos y el panorama que se te muestra ante sí, al otro lado, es amplio. Lo reconoces. ¡Ya lo conocías! Te reconoce. ¡Ya te conocía! Te decides y... adelante. Pero estás en un error. ¡Panolis! No es el mismo campo verde y florido con sus mariposas, sus abejas, insectos y pajarillos que tu creías conocer, no.
Ante sí, lo que tienes, y tú no ves, es el páramo. Si, el páramo. No es un páramo cualquiera, pero hay que atravesarlo y cuando llevas la vista al frente, pues no hay recovecos ni obstáculos donde pueda esconderse algo o alguien, el suelo desaparece bajo tus pies y comienzas a caer. Y caes, y ves que sigues cayendo por un pozo hasta que tocas el fondo y te das cuenta que tiene galerías. ¿Cuál tomar? ¡Es igual, si no sabes adonde te llevará ninguna! Tomas la que crees más idónea y... ¡A tirar adelante! Y el suelo te falla de nuevo, y caes de nuevo, te incorporas y... otra galería. Así una y otra vez hasta que en el último, por el momento, notas, según vas cayendo, que no es igual a los otros, pues notas algo que no te hubiese gustado encontrar nunca, algo que no querías que sucediese, por muy malo que fuese el trayecto a recorrer y a lo que no creías que tendrías que enfrentarte nunca, algo abominable que te tocó vivir de cerca en otro tiempo.
¿Podré soportar esto? ¿Tengo que tolerarlo? ¿Por qué la carne de mi carne también? Son las preguntas que te haces.
¡El destino aprieta pero no ahoga! –dice un dicho popular- ¡Claro, pero para que sigas jodiéndote! Es la respuesta que te das.
La verdad es que aguantas, y continúas. Con nuevos callos en otro sitio, aparte de los de las manos, pero sigues y te preguntas: ¿Sera bueno que se encallezcan también ciertos órganos? ¿Dónde me esperará agazapado el "aprendiz" de cruel? ¿Cuándo aparecerá el tornado que se divierte oprimiendo y haciendo que se pierda gota a gota tu esencia? ¿Dónde, el vil y cruel destino me esperará para asestarme otro mandoble con el acero que te traspasa hasta los dientes? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Hasta cuándo la incertidumbre?

AdriPozuelo (A. M. A.) ... (ver texto completo)
¿UN HECHO RELEVANTE?

El hecho no podría, o no debería, compararlo con las conquistas del gran macedonio Alejandro Magno -nacido en fecha memorable para mí-, ni con el hecho, o gran proeza de haber llegado hasta la mítica Babilonia y al gran imperio del Nilo, donde en una quizás pudo admirar aún sus famosos jardines colgantes y estar ante el gran Zigurat Etemenanki, dedicado a Marduk, al que mandó destruir para volver a reconstruirlo después a su antojo -empresa que quedó en ilusión al morir tempranamente el macedonio-, al que bien pudo comparar con las pirámides y encontrarles similitud, al menos en la construcción que no en su cometido, ya que uno albergaba al dios que veneraban los mesopotámicos de la ciudad amurallada y las otras los cadáveres de sus faraones, que aunque considerados dioses, no se oficiaban ritos religiosos en estas edificaciones, ni en memoria de ellos ni de ninguno de los numerosos dioses a los que reverenciaban los habitantes, también de entre-ríos, aunque fuesen brazos del mismo gran caudal.

Quizás tampoco lo debería equipar con el grito de ¡tierra! lanzado a los cuatro vientos por el andaluz Rodrigo de Triana desde su atalaya -la cofa de La Pinta-, al descubrir, o ser el primero en avistar el Nuevo Mundo, ni a la gran odisea y conquista de su almirante, el ínclito Cristóbal Colón por haberlos llevado hasta allí, aunque él daba por sentado, y seguro estaba de ello, que habían llegado a Cipango, que es donde creía que llegaría por aquella ruta. Posteriormente le disputaría el premio del avistamiento al lepero, atribuyéndose el navegante la primera visión del continente, quizás por aquello de que un simple “ojeador”, un “don nadie”, se pudiese embolsar la recompensa ofrecida por los Reyes Católicos, siendo que él bien “sabía dónde llegaba”. Por lo que más se alegraría el almirante con el avistamiento, fuese que con eso terminaría el malestar reinante a bordo, al llevar tantos meses zarandeados por la mar, sufriendo calamidades y sin pisar tierra firme. También se desvanecía la tensión por el temor de un nuevo motín a bordo, llegando a buen fin la expedición.

Con el descubrimiento de la antigua Troya por parte Heinrich Schliemann, tampoco lo compararía, ya que, aunque estaba seguro de que se encontraba ante la mítica ciudad, aunque todos, tanto él como sus acompañantes, se encontrasen ante un gran montón de arena, donde al clavar su bastón en un sitio concreto, dijo aquello que se le atribuye que dijera el afamado arqueólogo millonario: “-Aquí está la puerta de la ciudad; aquí hay que comenzar a picar”, fue algo grandioso, magnífico. Aunque la frase no sea exacta, más o menos vino a decir eso. Poco después, en Micenas, daría con el espléndido Tesoro de Príamo y en hallazgos posteriores con la tumba de Agamenón y su famosa máscara en oro puro, hechos con los que tampoco puedo igualar el que ha suscitado este escrito.

Y con otro, no menos importante, aunque su trascendencia pueda ser distinta a la de los dos primeros, ya que en fama, y además mundial se igualaría, tampoco quisiera compararlo, aunque por poder podría, pero no sería justo, además de pretencioso por mi parte. Este no es otro que el hallazgo de la tumba de Tutankamón, llevado a cabo por Howard Carter tras muchos años de indagaciones, prospecciones y decepciones. Pero que en última instancia, y pidiendo a su benefactor una prórroga en las excavaciones, consiguió encontrar lo que llevaba buscando desde hacía años. Juntos, ya que quiso compartir el honor de visualizar el hallazgo por primera vez, con su mecenas Lord Carnabon, vieron ante sus ojos el mayor tesoro encontrado hasta el momento, y casi intacto, tanto por la riqueza del valor en oro que allí había, como el valor cultural que aportaba para el conocimiento más amplio del antiguo Egipto, además del valor artístico, histórico y arqueológico propiamente dicho.

No sería justo por mi parte, querer comparar el hecho con el “gran paso para el hombre” que dio sobre la superficie lunar el comandante Armstrong, tras alunizar el módulo en el que viajaba -el Eagle, denominado así por él mismo-, en la parte sur del Mar de la Tranquilidad, aunque coincida también la fecha con la más importante para mi vida.

Enumerar casos o sucesos de relevante importancia, sería ardua labor, a más de cansar al lector con tanto acontecimiento notable y relevante para la humanidad, pues ya los conocerá, seguramente, con más detalle. Tan solo he enumerado unos cuantos por tener cierta afinidad con algunos de estos celebérrimos individuos y coincidir en fechas con otros y uno de los casos; el 21 de julio.

En esta fecha posó por primera vez el pie en la luna –que se tenga constancia de ello- la humanidad, representada por Neil Armstrong. En esa misma fecha, pero con 2325 años de diferencia, nació el gran Alejandro en Macedonia y con esa misma fecha, pero 2306 años después que él, nací yo en España. La afinidad, quizás sea la de descubrir nuevas cosas; ver nuevos horizontes; la arqueología -aunque en mi caso es como mero gusto por lo que otros descubren, ya que no tengo medios como para dedicarme a tan querida y admirada labor- y el tesón por conseguir lo que me proponga, si es que me lo propongo seriamente, o me suscita el interés necesario como para llevarlo a buen fin o término.

Lo que es comparable con estas personas y personajes –además de lo descrito-, pues es imaginable lo que pudieron sentir y apreciar, tras años de luchas uno, de estudios e indagaciones otros y de preparación, trabajo y esfuerzo, así como de tesón y constancia todos ellos, es la emoción que les embargaría al lograr lo que se habían propuesto.

Sí, señores. Esa misma emoción –creo- he sentido yo. Esa emoción me embargó la otra tarde, al lograr lo que venía persiguiendo desde hace dos años aproximadamente. Y ustedes se preguntarán: “ ¿Y tanta comparación para esa tontería? ¿Esa cosa tan insignificante, compararla con estas otras, o algunas similares sin enumerar?”.
Yo les respondo: ¿Se imaginan lo que es pertenecer al 0,1 % de privilegiados que han podido observar en directo el canto de un ruiseñor? ¿Verle entre las ramas de un almendro, desgranado sus trinos, sus silbidos, sus notas aflautadas, oírle esa melodía que vengo oyendo desde hace muchos años y no había visto de qué pico salían, ni qué garganta los creaba? ¿Se imaginan lo que es pertenecer a la minoría del 0,01% de los que le hemos podido fotografiar?

Pues si se lo imaginan, sabrán cómo me sentía según le estuve observando en directo durante un buen rato y a través del objetivo de la cámara también. El corazón se aceleraba de la emoción de poder contemplar tan raro acontecimiento. El disparador se sintió oprimido por mi dedo índice durante un buen rato, ya que el selector de modo lo puse en ráfaga, pues no quería perderme ni un movimiento del ave, que aunque cambió de rama no se fue. Era como si quisiera que le fotografiara; como si me dijera: “aprovecha, que para que puedas fotografiarnos otro día a cualquiera de nosotros –los ruiseñores-, vas a sudar sangre y lágrimas, o te vas a hacer viejo intentándolo.

Al final conseguí dos tomas claras, nítidas, de todas las que le hice.

Ahí arriba lo pueden ver, cantando entre unas ramas.

AdriPozuelo (A. M. A.) ... (ver texto completo)
Gracias por el ofrecimiento cabrero, se tendrá en cuenta.

Demasiado tarde, princesa

Ya está hecho. Te dices con resignación, con derrota. "Podía haber sido menos intransigente, como él me pedía…, pero no. ¿Por qué iba a hacerlo? Él también tiene su parte de culpa, así que no voy a dar marcha atrás ahora. Ya está hecho y se acabó, no te mortifiques más".

Determinas, con la mirada extraviada sobre el andén.

¡Cómo hieren tus oídos esas notas de balada, en la cascada, casi rayada, voz de Sabina!

Ahora ya no tiene remedio, te dices, y para mortificarte aún más, sientes, una y otra vez, las impertinentes estrofas que unos lejanos altavoces desgranan sobre los desérticos andenes. Es como si nadie más que tú quisieran que las escuchasen.

“…/…Como no imaginarte
como no recordarte,
hace apenas dos años,
cuando eras la princesa
de la boca de fresa,
cuando tenías aun esa
forma de hacerme daño.
Ahora es demasiado tarde, princesa,
Búscate otro perro que te ladre princesa…/…”

Quizás haya sido influenciado por la pegadiza canción, pues no hay hora que no se la escuche dos veces, por lo que él te ha contestado con parecidas palabras, exclamadas con nostalgia y abatimiento cuando le pediste perdón, lo que tú interpretaste como reproche, pues lo demandabas para acallar tu conciencia.

-Demasiado tarde, Princesa.

Así, con mayúscula. Descargándose de esa pesada carga, que aun dolorosa no hubiera querido aliviarse de ella. Ya tenía asumido, aunque le pesase y le doliese, que había perdido a “su Princesita”.

- ¿Por qué no nos damos otra oportunidad? Te había pedido antes, muchos días antes pero tú seguiste impasible: -No.

Querías seguir adelante con lo que habías comenzado tiempo atrás. Por tanto no podía perdonarte. El perdón que pedías era antagónico con el adiós que dabas.

Es tan difícil pedir perdón a tiempo, ¿verdad?

Reconocer que la equivocada es una, cuando se cree que es el otro o los demás los que lo están, es muy difícil. Sí, muy, pero que muy difícil. Y sobre todo cuando se es tan orgullosa, cuando se tiene tanta arrogancia que te ciega y no ves más allá de la punta de tu nariz.
¡Cómo vagan machaconamente las dudas en tu cerebro, compañeras de las palabras del “rey de la noche madrileña”.

“…/… Ya no te tengo miedo nena,
pero no puedo seguirte en tu viaje.
Cuantas veces hubiera
dado la vida entera
porque tú me pidieras
llevarte el equipaje…/…”

Entiendes en la canción lo que te pidiera días atrás. Pero…

“…/… No ves que ahora es demasiado tarde, princesa,
búscate otro perro que te ladre princesa…/…”

" ¿Por qué tienes que seguir mortificándome así?" –piensas-.

Pero tú sabes que no es así, ¿verdad? Sabes que si llegas a insistir él hubiera cedido. Porque de lo que estás bien segura es que te quiere, que te ha seguido queriendo a pesar de todo y que te seguirá queriendo. Lo que tú, no puedes asegurar lo mismo hacia él. ¿O sí?
" ¡Claro que lo que hizo, lo había hecho yo antes! –razonas- ¿Sería entonces verdad, como aseguraba, que lo hizo por despecho, por darme celos, por llamar mi atención solamente?"

"Pero eso ya pasó. Ya está bien de reprocharme. Ahora “él” me está esperando en Madrid y comenzaré una nueva etapa de mi vida. ¿Será capaz de dejarlo todo al igual que yo, como me prometió, por comenzar de nuevo los dos juntos y lejos de todo?"

¡Qué dilema! ¿Verdad? ¡Qué desasosiego! ¿Qué vas a hacer?

" ¿Qué porvenir nos espera en una gran ciudad que no conocemos, y sin trabajo, aunque tengamos algún dinero para ir tirando hasta que encontremos algún empleo? ¿Y de qué?"

¿Cavilas? ¿Dudas? ¿Razonas? Tu cerebro hierve y cual olla a presión presto está a estallar.

Gesticulas con decisión, apoyando tu expresión con el puño contra la palma de la mano opuesta. Miras a tu alrededor, como si presintieras que alguien estuviese oyendo tus cavilaciones, o quizás observándote. No hay nadie cerca de ti. De hecho no hay nadie más que tú en el andén.

Maquinalmente introduces una mano en el bolso y buscas el móvil. Ahí está. Lo extraes y te quedas mirándolo como si no lo conocieses, como si no supieras de quién es. Lo abres y marcas. "- ¿Estará aun en casa, o se habrá ido ya?" Con una ligera sacudida de cabeza ahuecas el pelo y te lo acercas a una oreja. Sientes los latidos del corazón sobre los tonos de llamada.

La emoción te embarga, te ahoga. No sabes si serás capaz de articular palabra, tras oír su voz a través de las ondas.

¿Sí? –te pregunta con resignación- ¿Qué quieres?

AdiPozuelo (A. M. A.) ... (ver texto completo)
En la foto: las Tetas de Viana
y la Central Nuclear de Trillo.

Hola Juan: ya sabía lo de tu pueblo pues me lo dijiste en otra ocasión, al preguntarte yo cual era, a raíz de un escrito que puse sobre La Alcarria.

Ya lo tengo localizado en el mapa y ya tengo trazada la ruta que haré cuando vaya a visitarlo.

Partiendo de Sacedón, comenzaré por Valfermoso y continuaré por esos pueblos que no conozco, hasta llegar a Brihuega, que aunque lo conozco pues estuve allí hace un porrón de años, no ... (ver texto completo)
Muchas gracias por tu comentario y tu estima, a la que correspondo de igual manera.

Sí, el pantano es el Embalse de Entrepeñas y el pueblo Sacedón. ¿Los conoces?

Estoy por estas maravillosas tierras alcarreñas, de las que es oriundo el amigo Juan, alias Libertad.

En la foto se ve el estanco que miento en el escrito, y uno de los pub que hay en esa calle.

Un saludo para todos, a los que también leo con gusto y agrado, e igualmente mis deseos de que tengáis un buen fin de semana.
Historias cruzadas
Paseo con calor y baño

Como una mañana más se presentaba la propia de este día, ya que si no te alejas de “tus dominios”, poco puede cambiar o trastocar el paseo matinal diario.

El paisaje es el mismo y únicamente lo hace distinto la climatología: si está nublado, si despejado, lluvioso o caluroso.
El pueblo en sí también guarda su fisonomía, viéndose influida por las mismas circunstancias climatológicas del entorno, donde si hace buen día, si hay sol y por tanto el ambiente está despejado, las calles están más vistosas que si al astro rey lo eclipsan las nubes.

Cuando el día está claro, soleado, y por tanto más lucido y vistoso, la gente se anima, sale más a la calle, se la ve y se la nota más alegre, más dicharachera que de ordinario, especialmente si el día está gris, el ambiente húmedo, si no lluvioso, e incluso tormentoso. Esto mismo sucede con las aves y animalillos que merodean por el entorno.

Hoy hace calor, mucho calor para las fechas que discurren y más se deja sentir al haber venido de improviso, aunque ya nos lo hubieran anunciado las personas encargadas de informarnos de la meteorología actual y venidera. No porque te lo hayan anunciado han de cogerte prevenido, pues hasta pocas horas antes –un día o dos a lo sumo- había frío, tormentas y lluvias en el ambiente.

Este ambiente claro, de cielo despejado y sin nubes en el horizonte, trajo la mañana calurosa, lo que redundó en bullicio canoro y batir de alas de las variadas especies y familias de aves autóctonas y peregrinas que desayunan a la vera del pantano, picoteando los distintos insectos que extraen del agua, o de entre las piedras y arena, en un frenético ir y venir, bajar y subir, surcando el espacio sobre el agua, sobre el paseante y los montes circundantes, por donde anduve paseando yo también, subiendo y bajando por sus cerros, antes de dirigirme al pueblo, donde tras tomarme un café con churros en el bar de costumbre y comprar cigarrillos en el estanco, regresaría a casa y daría por finalizado mi paseo; nuestro paseo, ya que mi inseparable Suska, mi perrita teckel, va allá donde yo vaya.

Llegué al bar Angui, que así se llama la cafetería y chocolatería, y tras los saludos de urbanidad propios, me dirigí al camarero y propietario del negocio para solicitarle el desayuno, a lo que él se adelantó y en una expresión de pregunta afirmativa me dijo: -Café con leche. Le respondí afirmativamente y le añadí a mi solicitud: -Con unos churritos, por favor. – Vale; ahora se lo sirvo en la mesa.

Se metió en la cocina y al poco salió con dos bocadillos de jamón serrano y queso, de esos que de ellos se suele decir “no se los salta un gitano”, preparados con pan de chapata, de leña, o como erróneamente se le llame “pan de pueblo”, ya que mejor se podría decir de él “pan tradicional”, aunque diste, si no mucho, sí algo de aquella elaboración de antaño.

La pareja a la que iban destinados –un matrimonio en edad madura, sin llegar a la tercera-, vecinos de la mesa a la que yo me encontraba sentado, elogiaron y alabaron la buena pinta de los “bocatas” y la maestría y buen hacer de quien los había compuesto, ya que de la presentación tampoco había motivo de queja. Una vez hechos los elogios se dispusieron a dar buena cuenta de tan opíparo manjar.

Al volverse el camarero para dirigirse al interior del mostrador, se encontró con una nueva clienta que se acercaba a una de las mesas desocupadas, próxima a la del matrimonio, que dispuestos a dar buena cuenta del almuerzo, ya habían comenzado a degustarlo, “metiéndoles mano” con sendos bocados, que daba gusto verlo.

-Buenos días Pepi. Qué: ¿hace calorcillo? Inquirió el camarero a la recién llegada. –Ya ves; que hoy, fíjate si aprieta. Fue la contestación de la interpelada, en lo que se dirigía hacia la mesa, retirando una silla y sentándose a ella, en espera de que la sirviera, tal y como yo llevaba haciendo desde hacía un momento.

Una vez al otro lado del mostrador, el hombre puso en marcha el molinillo de café y por encima del característico rasgueo de la molienda y runruneo del motor, hizo la siguiente pregunta: - ¿Antonio, miraste eso en Internet? Y el tal Antonio, que se encontraba desayunando a una mesa a mis espaldas, le respondió: -Pues sí, pero no lo he encontrado y no he podido ver, ni dar con el teléfono.
Mi atención se centró en un cartel taurino que había colgado a la pared, a mi derecha y por encima de donde me encontraba, ya que estaba fechado en 1932, estando en ccartel un novillero del pueblo, y no di oído a la conversación, ya que, aunque en voz alta entablada, parecía discurrir por derroteros personales que a mí nada me incumbían.

Al poco, tenía ante mí y sobre la mesa, mi desayuno compuesto de café con leche, en vaso, y los churros correspondientes. Más de los que corresponden, que suelen ser media docena, pues este buen hombre siempre añade dos o tres a la ración, quizás porque a esas horas, a las que suelo acudir yo al bar, que viene a ser entre las once y las once y media, pocos clientes churreros acudimos ya a desayunar café o chocolate con churros, sobrándole cierta cantidad, lo que prefiere darles como propina a sus clientes, antes que desperdiciarlos o tirarlos.

Esta mañana que nos ocupa, su esplendidez llegó hasta la cifra de diez. O sea, me regaló cuatro churros y eso que aun estaban en su punto, o sin haber perdido su estado crujiente, ni totalmente el calor de la sartén. Claro que esto se podría achacar al calor reinante, tanto en el exterior como en el interior del local, pues aun no son fechas de enchufar el aire acondicionado, y menos aún están los tiempos como para derrochar energía.

A estas alturas, mi atención iba del cartel al desayuno, llegando a centrarla en los churros y el café posteriormente, intentando no enfocarla a cierta conversación. En uno de los viajes que hacía un churro al café, o del café a mi boca, ya que de esto no tengo constancia cierta y para el caso nos es igual lo uno que lo otro, oí que se dirigía el camarero a la tal Pepi en estos términos, tras venir debatiendo desde hacía rato sobre calores antiguos, modernismos y “antigüismos” métodos de soportarlos, o al menos hacerlos más llevaderos.

-Pero es así Pepi –decía el camarero-. “Yo me recuerdo de que mi madre ponía un barreño en mitá de la cocina y allí nos bañábamos tós”. Efectivamente. Así era en muchos hogares donde no había agua corriente dentro de las casas.

Mi pensamiento retrocedió y se situó cincuenta y tantos años atrás. Me vi metido en un barreño, “en mitá” de la cocina de casa, haciendo “cola” mis otros hermanos para hacer lo propio en cuanto yo saliera del balde; o yo haciendo cola y viendo cómo uno de ellos “malgastaba el tiempo” allí dentro, chapuceando todo lo que le venía en gana dentro del agua, “permitiéndose el lujo de bucear” y todo, en lo que los demás, “y en pelota picá”, esperábamos nuestro turno.

El hombre, muy filosófico, tanto en el decir, como en el hacer debido a la digna pose que tomó, concluyó: ¡Y tan ricamente, ya te digo!

AdriPozuelo (A. M. A.)

La Alcarria ... (ver texto completo)
Lirios blancos

Al leerlo no he podido por menos que acordarme de esto, por la similitud en la narración del hecho, pues este difiere en algo del tuyo.

También observo que en alguno de los versos cambias la concordancia de persona, como en "Fuistes rosa entre las rosas,
su cuerpo a hombros lo alzaron". O es fue, lo uno; o es tú lo otro. Y en donde escribes "hojos", entiendo que quisiste escribir "hojas", por lo de "marchitas".
Perdona por el comentario, no te lo tomes a mal, ya que si es una crítica, la hago de forma constructiva, pues solo quiero resaltar lo que a simple vista se ve como un pequeño fallo, ya que técnicamente no me atrevería a corregirte.

Que conste, que os leo a toda/os con atención y verdadero interés, aunque no haga comentarios casi nunca.

Saludos

La niña de Guatemala; de José Martí

Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...

Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores...

Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.

Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente - ¡la frente
que más he amado en mi vida!...

Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor. ... (ver texto completo)
Veo que el "porqué" ha salido junto, y no "por qué", como debería haber salido, que es como lo tengo en el documento de Office Word que es dónde lo he redactado y guardado en mi ordenador.