No hay que pretender que el
hombre sea imparcial, porque ni acierta a serlo consigo mismo.
El aburrimiento es una enfermedad que se cura con el
trabajo; el placer no es más que un paliativo.
La llama de la vida ha de consumir algo; si la dejamos encerrada, ociosa, en nuestro interior, nos devora a nosotros mismos.
Entre dos
hombres iguales en fuerza, el que tiene razón es el más fuerte.
La ambición, creyendo subir demasiado pronto, cae del otro lado.
... (ver texto completo)