El aludido hubo de confesar de mala gana el percance sufrido, con lo que el recién llegado, que además del mal carácter que suele acompañar a los enfermos crónicos del estomago tenía peor intención, comenzó a dar grandes risotadas haciendo aspavientos y burlándose de la apariencia de su compañero y del imprevisto final de la pescata.