NOCHE DE LOBOS
Guadalupe López Diez

Que triste paisaje
que lóbrego y frió
que oscuro está el cielo
se oyen gemidos, gemidos del viento
que cruza veloz
como el pensamiento.

Los prados que eran
de verde esmeralda
hoy están cubiertos
con su capa blanca
y el pobre arroyuelo
ya no corre alegre
pues le apresó el hielo.

Allá en la montaña
del risco al abrigo,
aúllan los lobos
de hambre y de frío,
pues hoy los rebaños
como hay tanta nieve
en casa han quedado.

Por eso los lobos
ya desesperados,
feroces y hambrientos
miran al poblado,
y con gran cautela
ya van caminando
hacia la vereda.

Al llegar la noche
se acercan al pueblo
y grita la madre
a sus rapazuelos
que muy diligentes
estaban haciendo
muñecos de nieve.
Entrad para casa,
cerrad bien la puerta,
llamada al perrito,
trancad las ovejas,
ya está todo hecho,
¡gracias a dios!
dice suspirando
que tenemos techo
donde cobijarnos.

Luego en el hogar
con cariño y celo
dice a sus hijitos
avivando el fuego:
cerca están los lobos,
pobre del que
ande esta noche solo.

Se queda en silencio
fruncida su frente
estaba pensando que
bajo los puentes
hoy los gitanillos
en sus carromatos
temblarán de frío.

Pues no tendrán pan
ni lumbre ni abrigo
con que protegerse
del hambre y del frío,
cuantas criaturas
pasan en el mundo
estas desventuras.

Así es el destino
que casi da risa
unos en palacios
otros sin camisa,
y así por desgracia
el que menos come
el que mas trabaja.

Mas luego de pronto
unidos al viento,
se oyen aullidos
de lobos hambrientos
que en la noche oscura
rompen el silencio.

Y la pobre madre
de miedo temblando
descuelga de un clavo
su viejo rosario
y dice a sus hijos:
santiguaros todos,
y empieza el rosario
en la noche negra
que es noche de lobos