AL AMIGO AUSENTE

Te fuiste en placidez y de repente,
como si tú lo hubieras elegido;
no te absorbió la muerte, te has dormido,
y no madrugarás, amigo ausente.

Tampoco envejeciste; en tu vertiente
la avalancha del tiempo no vivido
se detuvo en su avance, sin más ruido
que las hojas de otoño en la corriente.

No llegaste al invierno que temías,
demoledor de formas y energías,
tú, galán de perfiles y deseos.

En tu sueño perenne ahora sonríes…
Sin haber sido mártir, cien huríes
añadirán su gloria a tus trofeos.