Elambiente sofocaba. Aquel emperezamiento, la asfixiante pesadez de aquella siesta de invencible, "Canales-La Magdalena" Un solo pueblo

Elambiente sofocaba. Aquel emperezamiento, la asfixiante pesadez de aquella siesta de invencible modorra, parecía hundir a todos en un letargo sin fin, que acentuaban los vapores de la comida, el calor de las respiraciónes, los efectos de tanto beber, el humo de los cigarros. Fuera de allí, el sol cayendo a plomo, el pueblo semejando una inmensa hoguera; más lejos, junto al río sediento, los árboles estáticos, mudos; la neblina levantándose sobre los remotos arroyos, enturbiando los lejanos horizontes, apenas acusados por tímidas lomas inundadas de luz.
Cuando los mozos quisieron jugar a los bolos un rato, con idea de ir templando los remos para loa hora de los aluches, y, desafiando a la tarde cálida, intentaron salir a la calle, encontráronse con que allí no parecían gorras ni sombreros. Era la costumbre, la broma de siempre, que se repetía un año y otro. Mozo forastero había a quien le escondían el caballo durante tres días seguidos para que no pudiese volver a su casa. Esto era una gala para el mozo. Y aquellas diabluras siempre procedían del mismo origen: de las mozas. Así es que allá se fueron ellos, y también José María, al despacho del tío Senén, donde las muchachas se habían reunido, cerrando por dentro.
Estremecióse la puerta con el rudo empellón. ¿Que querían aquellos brutos, las prendas desaparecidas? Pues ya sabían el modo de rescatarlas. Sólo uno de ellos tenía drecho a entrar y cogerlas, si eso le era tan fácil. Y aunqye los mozos insistieron, entre risas y amenazas, las jóvenes lugareñas mantiviérenso inflexibles.