Y ahora para que no se nos desmanden y se nos pierdan,...

Y ahora para que no se nos desmanden y se nos pierdan, vuelvo con:
“LA ESPUMA DE LOS DÍAS”
Dos nos quedan de retraso….. pero llegar legarán….

DIARIO DE LEÓN

13 de junio de 2013

José L. Suárez Roca

“UNA PEREGRINA APASIONADA”

De tarde en tarde me siento frente al albergue San Nicolás de Flüe, que se alza sobre un antiguo cementerio, y acabo conversando con algunos de esos peregrinos que pasan…. Cada peregrino es un baso secreto, que decía Al Faris Ibn Iaquim al Galizi.
De Quimper, en la Bretaña de Francia, venía esta señora, morena y esbelta de unos cincuenta años, pintora de paisajes marinos y enamorada de los castillos templarios. Fumaba como un carretero y hacía el Jacobeo convencida de que al llegar a la tumba del Apóstol sería curada de todas sus neurastenias. Alma nacida para el asombro, creía a pies juntillas todo eso que anda escrito en esos fantásticos libros sobre arte y misterios del Camino de Santiago que se venden por ahí.
Y mientras reponía fuerzas en la terraza del café se había puesto a releer uno que había adquirido en Astorga….
De manera que había penetrado al medio día en la tierra mágica y tenebrosa del Temple y del místico Grial, en el territorio de las leyendas más alucinantes y siniestras que jamás se hayan podido decir. Y al cruzar El Acebo, poblado cuyo nombre claramente testimoniaba su origen celta, pues esa era la planta sagrada de los druidas de antaño, había sentido ella un levísimo éxtasis. Y cautivada por las aguas trucheras del Meruelo, había vislumbrado sobre el puente románico de Molinaseca la gloriosa figura de Galaz, caballero artúrico que hasta los valles del Silencio había cavalgado en su demanda del Santísimo Copón. Pero su arrugamiento había sido mayúsculo al contemplar desde aquella colina la inquietante ciudad de Ponferrada, la antigua Benforat celta y romana, en cuyo exotérico castillo guardaron los monjes templarios el Arca de la Alianza y el Sacro Santo Grial, oh, que maravilla es admirable que ustedes hayan podido conservarlos.
Pues le diré de paso, señora, que fue en esa colina, esa que corta la carretera que conduce al monasterio de Montes, donde se produjo el hecho atroz de uno de los milagros que nos refirió Don Gonzalo de Berceo. El romero se llamaba Guiraldo, y la noche antes de meterse en el camino, en lugar de hacer penitencia, se dedicó a fornicar con una amiga. Así que iba con su mala ortiga peregrinando, cuando le salió al encuentro el Diablo en figura de Santiago, que le echó en cara su folía y le ordenó que se cortase los miembros que facen el fornicio. Y aquel romero, muy arrepentido, cogió y con su cuchillo se los cortó…..
Ahí mismo se realizó la hazaña.
Arrobada estaba la ingenua bretona. Y el libro continuaba diciéndole que al día siguiente llegaría a la villa de Carracedo y su monasterio, reducto que fuera de sabios atlantes por donde el mismísimo Jesucristo, vestido de peregrino, había pasado cuando iba camino de la India. Y, efectivamente, pidió alojamiento, se lo negaron, y calló entonces el castigo divino con un diluvio que anegó casi todo el Bierzo…..