Los vinos de Chiclana de la Frontera gozan de identidad propia, un carácter forjado a base del esfuerzo y el buen hacer de quienes, pese a los duros reveses sufridos en el sector, no han dejado de creer en la potencialidad de unas cepas, una meteorología y una tierra que han demostrado ser el maridaje perfecto para la obtención de productos de máxima calidad.