¡Qué imaginación la tuya, inducida por el condicionamiento...

¡Qué imaginación la tuya, inducida por el condicionamiento externo! Te crees y das por cierto todo lo que lees. No sé que has hecho con el discernimiento, pero absorbes como una esponja todo lo escrito y por escribir. Sin duda, en estos estadios trascendentes de la vida, tu razonamiento está confuso y aturdido. Como decimos por mi tierra, Almería, "Ves menos que Pepe Leches".
Sí que hay un barómetro para medir o determinar el Mal y el Bien: Se llama "LA CONCIENCIA". Que, por cierto, dices más abajo que te quedas con ella tranquila de saber que tu hombro está inclinado en el sentido de la redención del género humano. Y díme, muchacho casi sesentón, ¿quién ha instaurado semejante cosa dentro de tí? Esa tranquilidad que sientes ¿la detectas con el pensamiento o con el sentimiento? Porque creo que confundes ambas cosas.
Pronta está la venida de Jesús el Hijo del Hombre, cuyo cuerpo utilizó el Cristo, al que tú llamas "jefe zelote", para llevar a cabo la verdadera REDENCIÓN. Si te es difícil creerme, que te sea fácil meditar.
Yo te invito a evaluar los hechos y a reflexionar para sacar las conclusiones que se imponen, y para poder comprender, a continuación, esta gran y fascinante Verdad de nuestro tiempo.
Aún si te ves en la obligación de considerar nuevas ideas, que son difíciles de aceptar por tu lógica, debes intentarlo con fe, inteligencia y valor, si quieres descubrir el alcance de esta gran realidad, que sólo puede aparecer en su contexto real.
Las grandes Verdades han sido siempre las víctimas del escepticismo, esta negación de todo lo que escapa a la comprensión de la inteligencia humana, particularmente cuando esta última prefiere ceñirse a las concepciones estrechas que le impiden liberarse de las ideas preconcebidas históricas, ya sobrepasadas por los acontecimientos del nuevo tiempo.
Muchos hombres, todavía viven su propia existencia en los límites estrechos de sus visiones terrestres, prehistóricas y supersticiosas. Equivocados, prefieren huir la nueva era, el tiempo del nuevo destino, por miedo de descubrir el abismo oscuro de su ignorancia y de sus presunciones atávicas.