No me enojo, muchacho. Estoy triste por tí. A los conceptos...

No me enojo, muchacho. Estoy triste por tí. A los conceptos divinos opones tus conceptos humanos, cargados de ignorancia. He aquí tu error, tu pobreza espiritual, el limitado conocimiento de la Verdad, que te domina. Te estoy concediendo las alas de la sapiencia y las cerrarás, perdiendo la esperanza de volar en el aura del divino conocimiento.
Prefieres la forma a la sustancia, complemento real del pensamiento de Dios en la acción, en el cumplimiento de su voluntad. La duda, el miedo y todo aquello que se instaura en tu Espíritu, mata y disuade, hace que gires la mirada hacia atrás y sueltes las manos del arado.
Sabes que debes dar y no das. Sólo sabes negar.
A menudo, tus discursos y gráficos están viciados de conceptos primitivos y llenos de errores. Noto tu indisponibilidad hacia las enseñanzas divinas, o peor, una racionalidad no conformada ni adherente a los conceptos superiores universales. Eres inestable y, a menudo, incoherente.
No quiero obligarte a nada. Sí darte un consejo: reacciona y cambia antes de que sea demasiado tarde.