Ya solo los rezos
con jugos de lágrimas saladas
porque he perdido un gran poeta,
Misionero de fe sincero.
He perdido mi gran
amigo.
Te diré que estos días
una secuoya cayó abatida
por un viento atroz.
Queda segada su cintura.
Ha sido el rayo misterioso
del incesante destino que no cesa.
Envíanos ahora, mi gran amigo
tu dirección celeste.